Cada aula escolar tiene magia. Es el encanto de volver a esos años de inocencia, de crecimiento. Un principio energético está en esos bancos, sillas, mesas, instrumentos con los que tu mundo se va poniendo más grande, cada día.

Esta imagen de un aula escolar en Puerto Plata es de 1905. Fue hecha dentro de una serie de “reales foto postales”. Tiene dos particularidades: el título se le ponía con un sello gomígrafo,  “Puerto Plata-Rep. Dom”, y había sido producido por una firma que no utilizaba el producto genérico de la época, los de la firma Kodak.

Puerto Plata era, desde la zona norte, la entrada tradición al país dominicano. Ciudad colonial, de las primera de la Colonia, pocos espacios se han constituido en una atmósfera tan cosmopolita y liberal como “la novia del Atlántico”.

Puerto Plata, escuela, 1905. Con el círculo en rojo aparece don Emilio Prud’homme 

 

La mayoría de los temas de esta serie puertoplateña publicados por esta firma anónima revelan los típicos momentos de la cotidianidad pueblerina: la visita de un comandante militar norteamericano al Gobernador, el parque el pueblo, una vista al mercado, a sus niños.

Esta aula escolar estaba insertada en un típico casón de dos aguas, con suficiente ventilación a partir de su gran altura. Son veintinueve estudiantes de variadas edades. Un detalle nos podría indicar que corresponderían a tres cursos, la mesa escolar a la derecha, donde se aprecian cubículos para diez estudiantes, cinco de cada lado. En el banco donde están sentados tres niños, habría espacio justamente para cinco. De los nueve adultos al fondo, hay cinco mujeres. Tal vez no todos estaban dedicados a la enseñanza.

Lo que simplemente se titula como “A dominican school room” resulta ser parte de la Escuela Normal. Establecida por Eugenio María de Hostos en 1880, la institución que modelará la educación dominicana moderna, será dirigida a partir de 1892 por uno de sus alumnos más distinguidos y destacados, Emilio Prud’homme (1856-1932). Recuérdese que esos eran los tiempos de Ulises Heureaux, y Puerto Plata fungía como una ciudad liberal, con algunos márgenes de acciones alternativas a la dictadura que se armaba en la capital dominicana.

Don Emilio aparece al fondo, segundo desde la derecha, como se resalta en el círculo. Sería interesante poder identificar al resto del cuerpo docente y/o administrativo, saber la cantidad de locales que tenía esa escuela, su ubicación, su ordenamiento. Pero aquí solo tenemos esta imagen.

Hostosiano de primera fila, padrino de Pedro Henríquez Ureña, viejo socio de sus padres en la escuela capitaleña y posteriormente, zarandeado por la inestabilidad política, teniendo que ejercer como docente o como abogado, Emilio Prud’homme fue uno de los principales referentes morales e intelectuales de su tiempo.

El aula escolar tiene un aire hostosiano: los cuatro grandes mapas, uno de ellos de la isla de Santo Domingo, y los dos globos terráqueos, evidenciaban un relevante interés por la historia y la geografía.

Las paredes de madera no brindan el mejor aspecto. Sufrían los efectos de la humedad, teniendo probablemente alguna mano de cal. Hay dos sillas en ambos extremos del pódium, que está a una altura bastante significativa en relación al resto de la sala. En los niños se aprecia una gran variedad racial, lo que revela una integración de diferentes estratos sociales. Puede ser que se hayan puestos su ropa de gala para la fotografía. Desconocemos si ya en esos tiempos había uniforme escolar. Podría ser debido al relativo largo tiempo de exposición que los estudiantes se desconcentraran en sus poses. Únicamente los tres de la primera fila revelan unidad, como si hubiesen captado bien la orden. El resto es irregular en sus gestos. No hay pizarras ni útiles personales escolares. Tal vez en los armarios estén los manuales de geografía de Meriño, algunos libros de historia de José Gabriel García. Lo que no hay son símbolos religiosos, demostración de que aquí los designios de la Iglesia Católica no contaban como elementos sustentantes.

Esta fotopostal la adquirí en un anticuario de Paterson. No tiene texto en el reverso, lo que nos priva de informaciones extras.

Quién sabe si por sus dos niveles este espacio también fuera pasible de convertirse en teatro o salón de conferencias. Podríamos seguir especulando durante buen rato.

En las aulas se pasaba la mayor parte de la infancia. Estos estudiantes eran los privilegiados dentro de cientos de niños que no tendrían las mismas posibilidades. A pesar de lo humilde de los equipamientos, la escuela de Prud’homme debía tener lo básico para una personalidad fuerte, consistente: la visión de que éramos parte de un mundo siempre más amplio. Los mapas, aquí, son índices de que el sujeto trasciende fronteras y estamos aquí, justamente aquí, en este incesante viaje por el conocimiento y la vida en comunidad.