Puede que este escrito se pierda en el ruido del proceso vigente electoral que arropa a República Dominicana. No obstante, hace tres otoños, comprometí cada cierre de calendario, a un periodo de reflexión sobre el año entrante. De la introversión, di palabra de fijar un comunicado. Una visión inteligible de propuestas optimistas, responsables y sensatas. Escritas todas, a través del lente de un dominicano en el exterior y en favor de la nación dominicana.

Desde la efímera Magüá de los ausentes, y en el vacío donde cuelga el blanco pardo satélite que ilumina las noches de “los de fuera”, ahí desde donde se ve la tierra a lo lejos, es que implanto mi motivación para el peculiar año de dos vigésimos. Remoto de los arrecifes que me definían, y que hoy, rodeado de las corrientes del capitalismo que ofreció nueva Patria y sueño anónimo, a todo aquel que se ausentara en favor de su emancipación, fijo una postura aspiracional para la nación dominicana, conexa al nuevo año.

A pesar de que esta cavilación puede que sea diluida a espaldas de la atención que guarda el pueblo de Duarte, Bosch y Minerva sobre el actual proceso democrático, aún opto por plasmarla, por la sostenibilidad que requiere el resultado de la contienda de donde surgirá quien posiblemente impacte los destinos de generaciones completas, en la isla y en la diáspora.

El cierre de la segunda década de igual cantidad de milenios, representa un precioso aniversario para la humanidad. Uno, cuyo simbolismo valida su evolución, su propósito, su libertad y su porvenir.

En el 2019, se conmemoraron cincuenta años desde que el hombre pisara la Luna. Fue el 20 de julio de 1969, con el alunizaje de los astronautas estadounidenses Neil Armstrong y Edwin "Buzz" Aldrin, que el reto que pronunciara siete años antes el presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, quedara cumplido. En el cierre del verano del ‘62, sin aun haber cumplido veinticuatro meses de gestión, el presidente Kennedy pronunció un discurso en el Estadio de la Universidad Rice, frente a más de 40,000 personas. En las líneas centrales de esa alocución, estableció el desafío.

El mandatario, de manera sutil y persuasiva, enfocó el concepto como “ideal”. Uno superior a las evidentes desigualdades sociales, las irreparables herencias históricas y las incorrecciones políticas, que la nación venia enfrentando desde su instauración, hacían casi dos siglos. Y lo hizo, motivando a sus ciudadanos a que, como nación, se atrevieran a alcanzar la Luna, antes de que concluyera la década.

Las incitaciones que condujeron a esas frases, pueden resumirse en dos intenciones complementarias. Ambas políticas, una de carácter exterior y la otra, de interior. La original partiría del simbolismo que guardaría superar a los rusos y su programa espacial en alcanzar la esfera iluminada de la noche, luego de haber mostrado superioridad en alcanzar el espacio, antes que los Estados Unidos. La otra persuasión y no menos importante, lo fue el colocar a la población en unísono, alrededor de una meta común: de orgullo, de visión, de perspectiva, de patriotismo, de posibilidad. Algo simbólico para la población y para la historia. Un ideal.

Por lo tanto, visto la incertidumbre política que el nuevo año presenta para la República Dominicana, y el interno descontento de sus ciudadanos con los líderes que luchan por representarles, es que veo la necesidad de que uno de ellos se atreva a ofrecer un ideal, más allá de la realidad que define la cotidianidad de sus realidades. Porque en este perentorio instante de nuestra historia, con una sucesión de puntos de inflexión afines a un espectáculo político cambiante, un ambiente belicoso, descubrimientos tecnológicos y duelo social, siento que no podemos darnos el lujo de hacer lo que vayamos a hacer, a largo plazo. Necesitamos una ruptura inmediata.  

Por el hecho de que en la Patria no hay oráculos, es que el pueblo siente la tentación de mirar hacia atrás y ver las cosas de manera positiva. Y a su vez, hacia adelante de manera disuasoria y negativa cuando ve hacia el futuro. Por ello es vital que alguien llegue para proponer un ideal del cual todos podamos sentirnos orgullosos. En el cual todos alcancemos a aportar. Del cual todos cedamos tiempo y ofertemos dedicación para lograrlo. Aunque sea con la proyección positiva del deseo.

Porque si bien es importante reconocer lo que hemos alcanzado, no debemos guisarnos en nuestra propia salsa, mirando hacia el pasado por respuestas. Como tampoco debemos temer vislumbrar escenas futuras que están continuamente en constante cambio. Justo en este momento de descontento y perplejidad socioeconómica y política, el optar por aspirar a algo que pudiese ser hasta imposible, termina por reenfocar un Norte muy lejos de la discordia y la caja de resonancia de más de ocho décadas.   

Este es un instante de acaecimiento. Por ello debemos ver hacia el futuro y ambicionar yuxtapuestos a qué se germinarán cosas imposibles de este estado que parece de emergencia.

Para nosotros, nuestra visión para el futuro es humana y resistente. Una de mentalidad más inclusiva, diversa e inter-seccional. Enfocada en el futuro y en la innovación más allá de lo cotidiano, de los mismos pleitos que aún no superamos. Incluso hasta de lo cultural que a veces tanto nos define y mucho más nos impide. Visualizo alcanzar una “Luna” relevante y con propósito, y lo que es más importante, más brillante. Con una real Justicia. Una real estructura Institucional. Una equidad real de acceso. Los pilares de la democracia solo así pueden sostenerse.

Para mí, esta nueva mentalidad es importante porque la agenda del líder de una nación, nunca ha sido más clara. Tenemos la responsabilidad y el propósito de definir un país donde podamos mantener una alta calidad de vida, crear conexiones a través de la movilidad, alentar a las comunidades a ser más saludables, mientras cultivamos la educación, tecnología, el civismo y el medio ambiente natural en una balanza progresista.

Podemos lograr estas ambiciones al acercar cada elemento más allá de mentir sobre nuestro estado de analfabetismo y la misma economía. Superando la cultura amarillista de hablar mal del otro o de buscar siempre sacar ventaja sobre aquel que tiene escasa propiedad y menos conocimiento. Para alcanzar el ideal de la “Luna”, debemos establecer una ruptura con nuestro cómodo comportamiento histórico y ser tal cual es la economía circular: bajo un sistema donde no haya desperdicio, sino que todo es un recurso. 

Porque contrariamente a la eventualidad de Macbeth que muchos candidatos a la presidencia dominicana poseen, todavía hay espacio para soñar. Y es por ello lo vital de la pregunta. Aunque te parezca ingenuo hacerlo. ¿Quién nos retará a conquistar la Luna? ¿Que líder se atreverá a ofrecérnosla? A proponernos que, lo imposible es posible. A atrevernos a optar por más, porque cree en nosotros y no porque es un slogan más de publicidad comercial o propaganda política.

¡Decídete a optar por aquello que parece imposible, pero que terminara por unirnos! Opta por la “Luna”. Planifícate para lograrlo. Prepárate para alcanzarla. Los animo tanto como les prometo que, desde la ciénaga del exterior, lugar donde abunda la dominicanidad sin tierra y lo quisqueyano sin sol, hay espacio para soñar sobre la nación que quieres. Aquí, en la efímera Magüá de los ausentes, hay lugares desde donde la Luna no se ve tan lejos. Desde donde lo posible depende de la actitud. Desde donde lo potencial obedece a lo positivo. ¡Atrévete y se parte de la ruptura que crea un ideal! Porque la Nación que sueñas, aún existe.

Cuatro… tres… dos… uno… ¡despegue!

Aquí el extracto del discurso de Kennedy.

“Zarpamos en este nuevo mar porque hay nuevos conocimientos que ganar y nuevos derechos que ganar, y deben ganarse y utilizarse para el progreso de todas las personas. La ciencia espacial, como la ciencia nuclear y toda la tecnología, no tiene conciencia propia. Si se convertirá en una fuerza para bien o para mal depende del hombre…  el espacio puede ser explorado y dominado sin alimentar los fuegos de la guerra, sin repetir los errores que el hombre ha cometido al extender su mandato por este mundo nuestro.

No hay conflictos, ni prejuicios, ni conflictos nacionales en el espacio ultraterrestre todavía. Sus peligros son hostiles para todos nosotros. Su conquista merece lo mejor de toda la humanidad… Pero, ¿por qué, dicen algunos, la Luna? ¿Por qué elegir esto como nuestro objetivo? Y bien pueden preguntar, ¿por qué escalar la montaña más alta? ¿Por qué, hace 35 años, volar el Atlántico?

¡Nosotros elegimos ir a la Luna! Elegimos ir a la Luna … Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer las otras cosas, no porque sean fáciles, sino porque son difíciles; porque ese objetivo servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y habilidades, porque ese desafío es uno que estamos dispuestos a aceptar, uno que no estamos dispuestos a posponer…”