Hace apenas unas horas arribamos al 2013. Podríamos tener distintos enfoques, tanto globales, como locales, para referirnos a lo que nos espera en este año. Perspectivas económicas del mundo, el ascenso de Asia frente al estancamiento de Occidente, con EEUU y Europa a la cabeza; surgimiento de un Nuevo Orden Mundial, conflictos nacionales e internacionales con especial atención a China y Japón, surgimiento de nuevos liderazgos y gobiernos; afianzamiento de las redes sociales, profundización de la era de los dispositivos inteligentes y la necesidad de la redefinición del “Contrato Social”. Energía y medio ambiente, hambre y producción de alimentos; inseguridad ciudadana y crimen organizado versus políticas sociales exitosas. Las consecuencias de la Reforma Fiscal o Tributaria del Gobierno dominicano, la ejecución del 4% del PIB por parte del Ministerio de Educación, así como la puesta en práctica de la campaña de alfabetización, la crisis del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), entre otros asuntos. No obstante, creo que, independientemente que carece de vinculación práctica a la realidad y necesidades de hoy, el asunto que debe ocupar el mayor interés de las y los dominicanos este año, por lo que representa, es el que se producirá el próximo sábado 26 de este mes de enero: el “Bicentenario del Nacimiento de Juan Pablo Duarte”.
¿Quién es Juan Pablo Duarte? Para muchos, a decir del poeta Tony Raful, Duarte no es más que una “avenida tumultuosa de gentes que lo ignoran y que venden y compran y se aman y se mueren bajo su nombre”; para otros, cual simple repetición inconsciente, es el Padre de la Patria; para Joaquín Balaguer fue el “Cristo de la Libertad”, para Soto Jiménez, un hombre de carne y hueso con defectos y virtudes, un revolucionario.
Además de lo que piensan los autores citados, yo agrego que Juan Pablo Duarte, fue sobre todo el primero que idealizó el sueño dominicano. ¿Cuál es ese sueño? Sólo tenemos que conocer su pensamiento, su ideario, ahí está. Cada párrafo, frase, oración o palabra es un trozo de la definición de ese todo que es el “Sueño Dominicano”.
El sueño de Duarte y por tanto el Sueño Dominicano se pueden sintetizar en: soberanía, independencia, en fin, libertad y con ella, Gobiernos y Gobernantes que garanticen seguridad ciudadana, empleos, educación, salud, oportunidades para todas y todos.
Con Danilo Medina Sánchez como Presidente de la República, rodeado de hombres y mujeres como Gustavo Moltalvo, Guarocuya Felix y Josefina Pimentel, por sólo mencionar algunos, que se han caracterizado por tener la ética y la honestidad como norte de sus acciones, creo que se presenta una oportunidad singular para que en este Bicentenario del Nacimiento de Duarte, comencemos a recorrer la distancia entre el sueño y su realización.
¿Qué es lo primero que debemos hacer? Duarte lo dejó todo dicho en su ideario, sólo nos queda actuar: escarmiento a los traidores, ser justos lo primero, trabajar por y para la patria, no perder la fe en Dios ni en la justicia de nuestra causa, unirnos y apagar la tea de la discordia. Esas recomendaciones que nos ha legado Duarte, además del ejemplo que personifica su vida, parecen muy aéreas, puras teorías imposibles de traducir a acciones concretas, pero no es así. Si tomamos el ejemplo de Duarte, con la seriedad que amerita, nos puede servir para recuperar ese “referente moral” que tanto necesita nuestra sociedad para poder avanzar, que tanto necesita el Gobierno de Danilo Medina para poder continuar con su política de ética y combate a la corrupción.
Hago un llamado a que conmemoremos, celebremos estos 200 años del natalicio del Fundador de la República Dominicana, asumiendo la responsabilidad que nos corresponda a cada dominicana y cada dominicano, en calidad de político, religioso, empresario, obrero, burguesía, proletariado, campesino, hombre, mujer, padre, madre, periodista, educador, profesor, profesional o estudiante, en fin y como dijera Pepín Corripio, cada cual haciendo bien, de manera disciplinada, lo que le corresponde. Que ese sábado 26 sea para la República Dominicana, lo que fue el “Nacimiento de Jesús” para los cristianos y la “Hégira” para los musulmanes, el punto de referencia para el antes y el después, el inicio de una nueva era.