La única salida es la fuerza. Sólo un ingenuo podría pensar que inscribiendo su candidatura presidencial podrá competir justamente con dos expresidentes—Hipólito Mejía y Leonel Fernández—y uno en ejercicio—Danilo Medina.

República Dominicana está instalada, ya sin dudas, en el caudillismo. Y todos los caudillos que hemos tenido en democracia, tienen las mismas características:

  1. Toleran la corrupción de sus socios estratégicos instalados en sus gobiernos;
  2. No permiten el desarrollo de una justicia independiente;
  3. Avasallan a lo interno de sus partidos a opciones y liderazgos emergentes;
  4. No vacilan en modificar la constitución, todas las veces que les parezca necesario en función de sus intereses;
  5. Capturan los medios de opinión mediante prebendas e incluso cargos importantes, consiguiendo la “lealtad” de las voces más populares de la comunicación nacional;
  6. Desarrollan una política de obras (sociales o de infraestructura) majestuosas a través de las cuales sus seguidores impulsan un creciente culto a la personalidad del líder;
  7. No contemplan el retiro de la política, ni siquiera cuando las circunstancias los colocan fuera del poder;
  8. Anteponen sus intereses personales al bien del partido, e incluso al bien del país;
  9. No titubean en atraerse a los contrarios usando el poder que ejercen, llanamente comprándolos. Aunque no faltan quienes se ponen voluntariamente en venta ante el Caudillo;
  10. Prometen denodadamente que no buscarán la reelección, aunque luego, descaradamente, procedan a hacerlo;
  11. Niegan sistemáticamente la existencia de crisis sea en la educación, la seguridad pública, la salud o las finanzas nacionales;
  12. Se rodean de un “anillo” de personas—con cargos públicos o no—sumamente influyentes y que por tanto se convierten en poderosos Barones del gobierno del Caudillo;
  13. Arrastran a sus partidos al borde de crisis internas cuando sus rivales principales se encuentran dentro del partido;
  14. No se sujetan a periodos constitucionales de tiempo de gobierno, sino que esgrimen la idea de que “su obra de gobierno” requiere más y más tiempo en el poder “hasta que esté concluida”;
  15. Rara vez chocan con los grandes poderes reales externos en sus relaciones internacionales;
  16. No creen en la existencia de “voces independientes”, solo se sienten seguros designando, en órganos colegiados a gente o bien “leal” a ellos o bien que “dependan” sensiblemente de ellos;
  17. Tienen una alta propensión a firmar pactos y a hacer alianzas con todo aquél que quiera “unirse” a su proyecto. De modo que concurren a elecciones con amplias coaliciones de partidos;
  18. Usan los recursos públicos. En procesos electorales no vacilan en poner al servicio de sus intereses, no solo el presupuesto oficial de campaña del partido, sino también los recursos del Estado;
  19. Su actitud ante la prensa crítica varía, mientras algunos caudillos enfrentan a la prensa crítica, otros no hacen caso de ella y la dejan decir lo que quiera;
  20. Su prioridad es la continuidad, la cual se lleva a cabo tolerando todo tipo de fechorías hechas por la gente de su anillo, aliados y socios estratégicos.

Estas características resumen el proceder de los líderes que hemos tenidos durante más de los veinticinco últimos años en el país. Ninguno de los últimos presidentes que hemos tenido se ha apartado sensiblemente de estos 20 principios de acción que han caracterizado a sus gobiernos. A la sombra de ellos, sin duda, cosas buenas han sido hechas, pero todas orientadas a la continuidad del líder o a la consolidación de su hegemonía dentro y fuera de su partido.