Hay que reconocer que Keynes fue el más grande y original economista del siglo 20 (nos dividió entre keynesianos y no keynesianos). Por su lado, Milton Friedman hizo aportes que lo colocan en un cercano segundo lugar.
Yo, sin embargo, prefiero mencionar a Arnold Harberger como la más excelsa combinación de economista académico del más alto nivel, pero tal vez con la mayor preocupación porque la profesión hiciera un aporte tangible al buen manejo económico de los países y que esto se tradujera en mayor crecimiento, bienestar, reducción de pobreza y cohesión social.
El mismo Harberger decía en un trabajo publicado en 1998 que la profesión económica tenía una gran misión: ayudar a aprovechar los conceptos e ideas de nuestra disciplina para que esto mejorara las condiciones de vida de la población.
Cuando mis alumnos me preguntaban sobre mi economista preferido, se sorprendían de mi respuesta que, sin negar el legado de Keynes y Friedman, se decantaba en Arnold Harberger.
Sus aportes académicos han sido enormes, pero también su influencia práctica asesorando decenas de gobiernos en casi todos los continentes; profesor de numerosos Ministros de Hacienda, Presidentes de Bancos Centrales y economistas jefes de organismos internacionales. Todo eso y su pasión por la enseñanza lo hacen una figura cimera en el olimpo de los grandes economistas.
Vale la pena analizar lo que él llamó hace más de 30 años las reglas para un buen manejo de la política económica de un país:
- Evitar que técnicos poco capacitados ocupen posiciones de política económica.
- Mantener los presupuestos bajo un control adecuado.
- Mantener la inflación bajo control.
- Aprovechar las ventajas del comercio internacional.
- Tener en cuenta de que algunos patrones de restricciones al comercio son mucho peores que otros.
- Cuando las restricciones a las importaciones se hacen excesivas y reducirlas resulta políticamente imposibles, atacarlas indirectamente aumentando los incentivos a las exportaciones.
- Hacer que los sistemas tributarios sean simples de administrar y en la medida de lo posible, neutrales y no distorsionadores.
- Evitar tasas del impuesto sobre la renta excesivamente altas.
- Evitar el uso excesivo de los incentivos tributarios para lograr objetivos particulares.
- Usar los controles de precio y salarios muy escasamente, si es que acaso hay que utilizarlos.
- Recordar que sólo muy raras veces se puede encontrar una racionalidad coherente para el establecimiento de cuotas, licencias y restricciones cuantitativas.
- Adoptar una visión técnica y no ideológica de los problemas asociados con las empresas del sector público.
- Hacer la frontera entre las actividades del sector público y privado muy claras y bien definidas.
La ciencia y la práctica económica han avanzado enormemente desde los años 80s, pero estas sugerencias siguen siendo atinadas. Si el Banco Central reina hoy supremo en el manejo de la economía es porque la clase política entendió que no se puede improvisar y que hay que tener una institución profesional e independiente a cargo del manejo monetario y financiero del país.
Hoy algunas voces se levantan para que el Gobierno imponga controles de precios, los cuales la experiencia sobrada indica que se traducen en una gran fuente de especulación y corrupción. Evitar este tipo de medidas es seguir una de las reglas propuestas por el ilustre economista.
El Gobierno hace énfasis en la estabilidad económica como su punta de lanza en estos meses. ¿Y cómo defiende esta estabilidad? Diciendo que va a controlar la inflación, que el déficit fiscal tiene que ir bajando (después de la pandemia) y que va a impulsar una reforma que simplifique el sistema tributario. Y por lo que se ha visto hasta ahora parece que se tiene una visión técnica y no ideológica sobre el problema eléctrico y de otras empresas públicas.
Es decir, algunas de las reglas que Harberger sugirió hace décadas siguen hoy tan vigentes como nunca y algunas se aplican en mayor o menor medida. La no aplicación de otras se traducirá, más temprano que tarde, en errores que van a retrasar el progreso del país.
No hay atajos para el desarrollo. Tampoco hay recetas mágicas que funcionen. Pero sí mucho que aprender de lecciones como las que nos ha dejado el Profesor Harberger a lo largo de su dilatada trayectoria.
Sus sugerencias sobre un buen manejo de la política económica siguen tan vigentes como nunca y su aplicación ayudará a dar el salto que necesitamos como país para seguir avanzando contra la pobreza, la desigualdad y mejorar la calidad de vida de la población.