El próximo 12 de noviembre varias organizaciones, colegios, escuelas, universidades e institutos de educación superior se preparan para abrir sus auditorios y celebrar merecidamente el día declarado para ellos (los emprendedores). Este es un día muy importante donde se promueve la idea, se fomenta la capacidad, y se premia el emprendimiento.
Pero, sin necesidad de ahondar en el misterio, ni en la improvisación, ni en la fábula o fantasía, ni la magia ni nada por el estilo, me atrevo a sugerir, que ese día incluyan al pueblo dominicano por sus luchas y capacidades de resiliencia.
El 15 de marzo de este mismo año, todos los dominicanos fue sometido a pruebas altamente estresantes provocadas por la covid-19, desde el más pequeño hasta el más grande, sin excepción alguna. Por eso, todos merecen la acreditación de una forma o de otra.
Por lo tanto, a salir a celebrar por encima de las lágrimas, tristezas y el desconsuelo, es un emprendimiento. En las calles o en sus centros de trabajos, hágalo a ritmo merengue, de la mangulina, o la bachata, esta sería una buena respuesta después de todo: ¡A celebrar el Día Nacional del Emprendedor!
Porqué en honor a la verdad este es un pueblo fascinante. Culturalmente siempre dispuesto a levantarse del suelo, con una actitud resiliente, con bíceps aptos para romper cualquier tipo de coroto y tríceps hechos a causa de derribar gigantes: dictaduras, depresión económica, crisis sanitarias, pandemias, huracanes, terremotos, entre otros males; y los dominicanos salen mas fortalecidos con la fe puesta en el Dios de los Cielos y caminando hacia la grandeza y prosperidad.
El dominicano sabe sacar de abajo sin importar la profundidad donde caiga. Es escritor -libretista- sin escribir nada, solo contando en el barrio lo que ocurrió en el día, de ahí salen los mejores guiones de comedia. El dominicano es vendedor sin ir a la escuela a formarse como tal: sale a las calles a coger piedras luego las pinta y vende. Las amas de casas saben bien como rendir lo poco de dinero que lleva el marido para la comida, y muchas veces con niños pequeños. Este es un país de emprendedores.
Ser emprendedor es una condición obligada de estos tiempos de crisis económica y sanitaria. Desarrollar las destrezas de las cuales precisan: el Gobierno, las empresas, entidades sociales y las familias. El emprendimiento es la llave para abrir los mercados de consumo, y el emprendedor es el amo de llaves.
Por ejemplo, a la siguiente configuración, el mundo le exige tener capacidad de respuesta a: cómo generar dinero en tiempos de crisis, cómo conectar con proveedores, cómo organizar la empresa, cómo trabajar con eficiencia, cómo entregar la oferta, cómo representar propuestas de negocio, cómo ser más productivo, y cómo involucrar a los clientes en el proceso de probar, usar y disfrutar del producto.
En tal sentido el dominicano está preparado empíricamente para responder a dicho requerimiento, solo hacer unos ajustes de formación académica para terminar de construir justamente la capacidad de idealización adecuada fuera de la caja y eliminar algunas barreras relacionada al temor a expresar sus ideas en dos direcciones esenciales para innovación: primero, el impacto y, segundo, el objeto.
El impacto porque desde que comienza a ser formado para el emprendimiento esa preparación cognitiva o ese conocimiento adquirido pone casi de inmediato en capacidad relevante al estudiante para comenzar a identificar problemas y buscar una mejor eficiencia o calidad según los recursos puestos en sus manos en su área laboral. Y de objeto, porque ante los desafíos de globalización, las industrias y las empresas de servicios requieren indefectiblemente de un equipamiento tecnológico e industrial capaz de hacerles frente a las dificultades propias del desarrollo; y solo en una escuela orientada al emprendimiento puede hurgar y manosear los equipos industriales o tecnológico.