Son 10 años de un retorno a la guerra fría y sus cánones sin confesarlo, las relaciones internacionales están regidas por toda la parafernalia jurídica que produjeron los atentados del 11 de septiembre del 2001, baño de sangre que por su sentido mediático de gran pantalla, es un fotograma de viva memoria universal.
La Doctrina contra el Terror o Guerra contra el Terror, ha dominado a las agencias de inteligencia de todo el mundo. Estados Unidos como eje de un gran sistema, daba sus signos de caducidad, la que nos ha terminado mostrando en su dramatismo, que es solo el comienzo de un pandemónium que no resiste diagnóstico ni empañete.
En la raíz de todo análisis, queda la evidencia clara de una gran falla en el propio sistema: un presidente juramentado bajo sospecha ya que su legitimidad electoral, no quedó´precisada y para colmo la alta instancia que decide el conflicto, la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos, da la razón a George Bush Jr. mientras en contra de la voluntad de sus asesores y estrategas, Al Goore, el candidato demócrata, decide no recurrir el cuestionable fallo. Esa es la memoria de la niebla, desde donde nace el 11 de Septiembre: todas las interrogantes posteriores, que por su magnitud aún no han sido aclaradas, justifican esta presunción de prólogo oscuro y agorero.
El resto es un rosario de incongruencias, no habituales en los protocolos de inteligencia de Norteamérica, que de modo lógico y razonable, llevan a ciertos pensamientos blasfemos y osados, que conducen hacia una conspiración cuyo costo en vida es alto e implica un nivel de perversidad y frialdad indescriptible, si el viejo poder de turno hubiese sido implicado.
Para los comunicólogos el balance de estos 10 años, no ha sido menos frenético: porque al mismo tiempo que se desarrollaba la Guerra Contra el Terror, como paradigma de reflejo universal, la guerra de la Comunicación con respecto a esa guerra ha sido otro campo de batalla decisivo. En esos escenarios, fabricar imaginarios complacientes, crear líneas comunicacionales para confundir el enemigo, eso es común y de oficio.
Las nuevas tecnologías no han estado alejadas de las alarmas y los circuitos de redes, utilizados por los integristas musulmanes en su lucha contra los Estados Unidos de América.
LAS GUERRAS INUTILES SIN MEMORIAS MORALES…
Pasada la guerra de Vietnam, hace más de 30 años, con sus secuelas domésticas que aún son temas de análisis, se pensó que en una nación distinguida por tener pensadores, intelectuales, comentaristas, analistas, estrategas, futurólogos, etc, las lecciones morales y humana de esa guerra, serían una huella indeleble, para que la conciencia nacional del país y sus sectores menos extremistas e influyentes, tomaran notas positivas para impedir una triste repetición de los hechos que hoy vemos en Irak y Afganistán.
A juzgar por los hechos, al cabo del tiempo, han podido más los intereses individuales expresados en múltiples compañías de negocios para el ministerio de defensa, que la adolorida memoria de guerra : un primer plano fotográfico nos muestra la inmensidad de cruces blancas, en un ancho cementerio de héroes muertos.
La transición post Vietnam no fue lo suficiente para crear un sólido espíritu nacional, que promoviera la contestación popular a las nuevas guerras. La diferencia: en Vietnam estaban en juego los principios del policía mundial de la democracia, en las nuevas guerras hay una temible combinación de negocios, guerra contra el terror y petróleo estratégico: detrás del telón de fondo del patriotismo rancio existe un febril imaginario de naciones ricas en petróleo, que justifican una presencia armada de un poder que sufre los nuevos retos de las nuevas economías, que amenazan las formas tradicionales de la hegemonía mundial de los Estados Unidos de América. Pero la aventura extra territorial no cesa y sus efectos se dejan sentir…
Las lecciones de guerra pasadas, esta vez de nada han servido y un ejército sin ideología ni mando claro, se lanza a ofrecer al mundo un espectáculo de torturas y deshonores, ejercidos como en los circos, pero con uniformes de gala y medallas relucientes.
El sin sentido de la guerra, genera impotencia y melancolía en la unidad familiar de los Estados Unidos de América, vuelve a crear un manto de luto, que el gran poder político seguirá ignorando hasta que las voces preclaras, unidas a lo largo y ancho de esa gran nación, hagan las jornadas públicas para detener guerras que ahora, por circunstancias concretas ya no son rentables y no logran reactivar, desde fuera hacia dentro, la pesada economía de aquel país, que ahora vive bajo el miedo de una vieja cultura cuyo signo y lema siempre ha sido: que la agresión viene del exterior.
En otras palabras: dentro de aquel miedo colectivo, hay una crisis de identidad que los efectos letales de la guerra, sus consecuencias en el tejido social, ponen de manifiesto.
UNA CULTURA DEL MIEDO: EL MITO DE DOS GLOBALIZACIONES…
En el fondo, el 11 de Septiembre cambió la agenda mundial y nos lleva de nuevo a la Guerra Fría del Terror, creando una doctrina espuria, en el marco de las relaciones geopolíticas actuales.
Los Estados Unidos se convierten en un referente centrípeto, como el más grande laboratorio de seguridad internacional y arrastra con sus ideas y actas legales contra el terror, a toda la comunidad internacional: los aeropuertos se convierten en tierra de nadie y la paranoia aérea sigue siendo un aderezo de la vida cotidiana, en un panorama donde el pasajero una vez en los aeropuertos, no tiene derechos reales a defender y todo en nombre de la seguridad.
Esa cultura del miedo tiene otras relaciones en la misma cultura cotidiana norteamericana: su propia crisis de identidad como nación rectora y propulsora de un modo y estilo de vida, cuya base material de sostenibilidad está en hoy en discusión. Pero una cultura del miedo en una sociedad como la americana, abre brechas insospechables con respecto a la herencia legal y tradicional de las libertades civiles, otrora el gran paladín del proyecto político y social de la gran Democracia de América.
¿Se puede poner en dudas los juegos y manipulaciones, los experimentos sicológicos, y las alteraciones de los esquemas de alerta masivos a propósito de la Guerra Contra el Terror ?…
El miedo para gobernar era necesario porque en la Casa Blanca había un presidente reelegido por el pueblo norteamericano, a pesar de todas sus ineptitudes y falta de facultades intelectuales para gobernar, solo imponiendo ese modelo era posible mantener a George Bush Jr. en el poder: los islamistas integrales eran los soviéticos de nuevo cuño y el terror el elemento fundamental del viejo anticomunismo.
Los actos de muerte violenta y de inocentes, nadie podría justificarlos. El terror como método de lucha política tiene miles de culpabilidades, porque su ceguera a la hora de matar o atentar contra la vida de los demás, no tiene límites. Pero hay otras formas de terror y muerte donde también gente anónima e inocente, muere sin que nadie reclame, son titulares de periódicos y fosas comunes, fruto de errores en bombardeos y emboscadas, en nombre de la lucha contra el terror.
En cierta manera, cuando se ha apelado al criterio de la globalización como forma de uniformizar las reacciones colectivas en el planeta, digamos que se hablaba de un falso sentido de la globalización, porque al final lo que la realidad ha demostrado es que el mito de la globalización (la famosa aldea global de Mc Lluhan), tiene desigualdades insalvables que hacen posible el resurgimiento de un colonialismo tecnológico, cuyas consecuencias distorsionadoras están a la vista: hemos sido arrastrados a legitimar una visión doctrinal en la lucha contra un terrorismo cuyo origen, el 11 de Septiembre, aún desconocemos si tiene perfiles de auto-conspiración…
Por eso estudiar el vector del miedo como control de una población agobiada y confundida, no es mala pista.
Manejando el miedo como un experimento de masas la política del poder puede tener frutos inestimables, eso se aprendió con profundidad en la era de Bush Jr.
Tampoco se puede descartar en este análisis, el rol del integrismo musulmán sangriento que nada tiene que ver con el culto de la religión y su ethos cultural, pero que de algún modo ha logrado afectar la imagen de una comunidad laica y religiosa que tienen raíces en los Estados Unidos de América.
BALANCE DE LOS 10 AÑOS DE GUERRA CONTRA EL TERROR:
La administración Obama, aquel del cambio que prometía que se podía, generó expectativas ignorando la herencia maldita de George Bush Jr. y respetando la continuidad de estado, siguió el mismo esquema con menos ortodoxia, aunque dejando Guantánamo, el campo de prisionero del terror sin derecho alguno, intacto y controlado.
La huella de Bush Jr. en el gobierno demócrata, desde lo económico hasta en lo doctrinal, será parte del propio balance de la gestión de gobierno de Obama, dejando serías dudas sobre su reelección, según reflejan los índices de desempleo hasta el momento y las guerras interminables y no costeables.
Fruto de lo arriba afirmado, la operación realizada para la captura y muerte de Bind Laden, por parte de los Estados Unidos, sigue siendo supuestamente considerado como baja privilegiada en la Guerra Contra el Terror: El presidente Obama, obtuvo como resultado de esta operación, ser héroe por un día, luego de pasada la noticia la realidad social de los Estados Unidos de América, volvía a ser su calvario.
A los 10 años del atentado, que algunos dicen con ironía que ha sido el mejor trabajo de relaciones públicas hecho a un presidente en el ejercicio, la realidad de norteamericana, la pérdida incluso del poder hegemónico, es evidente ante China y la India.
El mundo no es el mismo y el futuro ahora es más incierto que nunca, tienen la palabra los brujos de la economía y los mismos estrategas del terror…