“El fin justifica los medios, siempre y cuando haya justificación en los fines”. Leon Trostky
Pensaba que se podía construir un socialismo en libertad. Donde se pudiera escuchar a José Feliciano cantar “Light my Fire” y después “Como Fue” y recordar esta última en la voz de Benny Moré. Volver a Feliciano interpretando “Sabor a Mi” acompañado de Gloria Stephan. Pensaba que fue un mal giro de la Historia y que Cuba estaba mal, muy mal, por estar tan cerca de los Estados Unidos. Hoy recuerdo a mi amigo finlandés que me dijo: “José si no te gusta tu vecino, te lo cambio por el mío”. Como se canta un bolero, triste y melodioso; un socialismo donde Paquito de Rivera no tenga que escaparse para tocar su música, nuestra música y donde se leyese a Lenin, pero no solo a Lenin, y su aventura de hace 100 años que cambió el siglo XX.
Y pensé, aquí nada que hacer, todo lo que se me ocurre es altamente peligroso, mejor me voy. Y llegué a Moscú y luego a Kiev; después de una noche de intensa alegría en el tren Madrid-París. Francisco Franco el eterno dictador de España fue declarado oficialmente difunto desde la mañana y el tren iba lento y en penumbras…hasta que alcanzó los Pirineos y llegó la luz y todos a aplaudir y gritar y a cantar y escuché una tonada “asturiana” que me recordó el canto flamenco, y sacaron botellas de buen vino y se brindaba a todos y todos se abrazaban y dos mujeres llorando y entre sollozos solo decían “por fin, por fin”. Y en la llegada del tren a París, la madrugada fresca, casi fría y el amarillo de banderas, aquel canario al que cantó triste José Martí, y un gentío que se abrazaba sin conocerse, un día feliz, jubiloso, bulloso y alegre, todos pensando que se había detenido el planeta en sus giros y que a partir de ese momento se movería distinto.
Kiev, frío y todavía sin llegar el invierno. Llegué en tren y supuestamente me iban a buscar de la universidad, pero nadie llegó. Una familia rusa que me acompañó esa noche en el viaje Moscú- Kiev y con quienes no había forma de comunicarse, les mostré mi pasaporte dominicano y el Sr. me dijo: “Ah, Balaguer, Trujillo” y me brindó un pedazo de pan con salchichón, seguido de un vaso cervecero lleno de vodka hasta el tope, mientras él se tomaba el suyo completico. Me tomé el vaso de vodka y se me aguaron los ojos y no perdí el asombro de que una persona que se veía tan común supiera de Balaguer y Trujillo.
Muchas cosas he aprendido después de mi estancia en Ucrania, pero comencé a entender cuando vivía allá, en ese Kiev ucraniano, que de un día para otro amaneció en mayo lleno de tulipanes rojos y amarillos en todos los jardines de las aceras, en todas sus calles. Era el anuncio de que el viejo invierno ruso se había marchado y los manzanos sacaron sus pequeñas hojas intensamente verdes que contrastando a los tulipanes anunciaban un nuevo ciclo en la vida de todos aquellos que nos sonreíamos unos a otros, solo porque ya no había frío.
Sin pedigüeños ni limosneros en las calles excesivamente limpias, los profesores y doctorantes de la universidad estatal, La Roja, siempre de corbata, nada señalaba que se vivía bajo una dictadura, pero encontré chocante que nadie hablase de política. Quizás pensaba que un país socialista era como el paraninfo de ingeniería de la UASD, donde todo era política, política, política.
Aunque sí se hablaba de política internacional. Celebré con vecinos vietnamitas las noticias de la TV sobre la caída de Saigón, y en el barrullo pregunté a uno que después con el tiempo fue de mis mejores amigos, Le Ming Haing (quien después abandonó Vietnam y lo último que supe de él es que era profesor de física-matemática en la Universidad de París, lo cual me alegró por él) por qué Vietnam solo recibía ayuda soviética y no también de China, en su guerra. Me dijo muy serio: “somos enemigos de los chinos y del Japón desde que comenzó nuestra historia.”
Así también supe la relación de Ucrania con Polonia, cuando un compañero de laboratorio, un ucraniano, me preguntó por qué tenía tantos amigos polacos y le contesté que los encontraba muy cultos y de mente muy abierta. Me dijo, “nunca te fíes de un polaco, tienen siempre doble cara y son abusivos”. Así fui aprendiendo que los alemanes tienen a menos a los polacos, que los franceses desconfían de los ingleses y los checos de los rusos y los rusos de todo el mundo. Nadie parecía aceptar a su vecino, contra quienes históricamente habían tenido guerras y ocupaciones y robos de terrenos. Los africanos eran igual. Ninguno confiaba ni tenía amistad con alguien procedente de un país vecino. Como los peruanos contra los chilenos y ambos con los bolivianos y los paraguayos contra todos y México contra los “yanquis del norte”, como les llamaban y de los árabes ni se diga, eran entre los de un mismo país enemigos a muerte por pertenecer a distintos partidos políticos.
Un día estaba en la universidad y observé como por una puerta lateral sacaban a alguien casi arrastrado entre tres personas. Un compañero que estaba a mi lado me dijo: “volvamos al laboratorio José, hoy no hemos visto nada”. A los pocos días la BBC de Londres, que escuchábamos de cuando en vez con amigos polacos y búlgaros y un cubano, buscando música para grabarla, dice en las noticias sobre Europa del Este, que colocaban entre la música, que un famoso profesor de matemática de la Universidad de Kiev había sido detenido por agentes de la seguridad del estado soviético dentro de su propia universidad y leían una carta pública pidiendo su libertad firmada por físicos y matemáticos ingleses. Con el tiempo supimos que el profesor había sido expulsado de la URSS y fue contratado por la Universidad de París casi de inmediato después de su expulsión, como profesor- investigador. Mi amigo cubano, que estudiaba para su doctorado en matemáticas y conocía a dicho profesor, solo decía…estos cabrones siempre están chequeando a los profesores de nuestra facultad (la facultad de mecánico-matemática).