El próximo 21 de enero se cumplen 10 años de muerte de un ser muy especial con un gran peso en mi vida personal y profesional, mi padre William Vargas Pichardo. Mirar 10 años atrás y ver su muerte como parte de su vida y hacer conciencia de su legado tiene una gran importancia para mí.
William Vargas Pichardo, mi padre, fue un hombre de grandes compromisos y de un gran coraje. Su participación en la lucha antitrujillista y en la revolución de abril de 1965 tiene impacto no solo en su aporte a ese proceso revolucionario, un hito en nuestra historia reciente, sino en toda su familia y allegados/as.
William Vargas Pichardo fue un ejemplo de coraje y coherencia con los ideales y el compromiso que asumió a favor de la democracia y ese ejemplo está vivo en cada uno de nosotros/as sus hijos, hijas, nietos, nietas y biznieta.
Otra de las dimensiones y aprendizajes importantes y trascendentes que recibí de mi padre además de su compromiso con el cambio social y político de nuestro país, son sus valores, sus dimensiones humanas y afectivas que me acompañan y me guían hoy.
William Vargas Pichardo, mi padre, fue un hombre de grandes compromisos y de un gran coraje. Su participación en la lucha antitrujillista y en la revolución de abril de 1965 tiene impacto no solo en su aporte a ese proceso revolucionario, un hito en nuestra historia reciente, sino en toda su familia y allegados/as
Mi padre, era un hombre sencillo, que sonreía a todas las personas sin discriminación social ni racial, con un gran sentido de solidaridad y sensibilidad social. Tenía la libertad como su lema de vida. Esa libertad que lo llevaba a buscar una vida económica, política y socialmente independiente.
El acompañamiento a mi padre en sus últimos días de vida hasta el último minuto de su muerte fue una lección de vida y muerte de una gran fuerza espiritual y trascendental para mí. Pude comprender las razones por la que la muerte en muchas culturas y en nuestra religiosidad popular es una celebración en la que se mezcla la alegría y la tristeza. Una fiesta en la que se pone de manifiesto el sentido del cambio, la evolución y los círculos muerte-vida que encierra la cotidianidad.
La necesaria ruptura con la muerte desde el miedo y el apego hacia los seres queridos cobró importancia en mí desde ese momento y con mayor intensidad cuando pude sentir la paz que transmitió mi padre hasta su último respiro y latido.
A partir de la muerte de mi padre entendí que la vida cobra más sentido cuando se está cerca de la muerte. El sentido físico, afectivo y social de la vida se puede redimensionar con mayor claridad cuando nos damos cuenta que podemos morir en cualquier momento. Por eso en la religiosidad y cultura popular la vida está fundamentada en el hoy, en el día a día se está más cerca de morir por la vulnerabilidad en que se vive, todas las muertes que ocurren en la comunidad son parte de la vida de cada persona porque todos y todas se involucran en ella.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY