Cortesía de CONNECTAS/Fabiola Chambi*
El domingo 6 de junio un Perú más polarizado que nunca decidirá su destino por los próximos cinco años. Pero las opciones no parecen ser la respuesta a la crisis que ha envuelto ese país en los últimos tiempos: convulsión social, deterioro de la democracia, contextos por demás conocidos en la región, sumados a la precariedad sanitaria consecuencia de la pandemia.
Por un lado, una representante del pasado que intenta borrar abusos y episodios opacos ligados a su apellido, con un discurso asistencialista. Por el otro, un hombre que se muestra cercano al pueblo y quiere desmarcarse de los señalamientos de comunista y totalitarista. Desde dos extremos, los candidatos de Fuerza Popular, Keiko Fujimori y de Perú Libre, Pedro Castillo exponen sus grandes promesas selladas con expresiones como “de mujer a mujer” y “palabra de maestro”, como si la retórica les alcanzara para celebrar un pacto de confianza con el elector.
Se trata, en el primer caso, de Keiko Sofía Fujimori Huguchi, hija del hoy preso expresidente Alberto Fujimori (recordado por su autogolpe de 1992 y sus éxitos antiterroristas) y heredera de su proyecto político, quien preside el partido Fuerza Popular. Ante el divorcio de su padre fue primera dama entre 1994 y 2000, congresista en el periodo 2006-2011, y hace su tercer intento por llegar a la Presidencia. Desde 2018 el Ministerio Público la investiga por presunto lavado de activos provenientes, entre otros, de donaciones de la constructora brasileña Odebrecht para financiar a su partido. Estuvo 13 meses en prisión preventiva.
Keiko se enfrenta con José Pedro Castillo Terrones, profesor de educación primaria y dirigente sindical que saltó a la atención mediática en la huelga ministerial de 2017, que entre otras cosas buscaba mejor remuneración y mayor presupuesto para su sector. Lo postuló Perú Libre, partido de izquierda, fundado por el exgobernador de Junín, Vladimir Cerrón, un personaje afín al chavismo que tiene una sentencia por corrupción. Tras salir prácticamente del anonimato, Castillo empezó a moldear su personalidad en torno a su inseparable sombrero blanco de ala ancha y un lápiz en la mano. El candidato defiende su calidad de exmiembro de las rondas campesinas, un controvertido sistema de autoprotección popular contra el delito.
Luego de la inestabilidad política de noviembre de 2020, cuando Perú tuvo tres presidentes en cinco días, los dos partidos rumbo al balotaje están lejos de ser fuerzas de unificación. Eso es más evidente al considerar que, en primera vuelta, los candidatos sumados obtuvieron apenas el 32 por ciento de los votos y que la campaña ha estado empañada por el ataque atribuido a una columna de Sendero Luminoso ocurrido el 24 de mayo en el Valle de los Ríos Apurimac, Ene y Mantaro (Vraem), en el que murieron 16 personas, entre ellas cuatro menores.
El domingo dos encuestas mostraban que se ha acortado la distancia. Según el sondeo realizado por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) hay un “empate técnico” entre Castillo con un 40,3 por ciento y Fujimori con el 38,3 por ciento. El 6,3 por ciento aún no tiene decidido su voto, otro 2,0 por ciento no piensa apoyar a ninguno, y la opción de nulo o blanco alcanza el 13,0 por ciento. Por otro lado, el último simulacro elaborado por Ipsos muestra cómo la candidata derechista mejoró la intención de voto con el 48,9 por ciento ante el 51,1 por ciento del maestro sindicalista.
Más allá de esas cifras hay factores que complejizan entender el peso histórico de este momento. “A muchos antifujimoristas que creen en el modelo económico de hoy les ha tocado dejar de lado sus posiciones históricas y apoyar a Keiko. Asímismo a otros antifujimoristas les preocupa que las propuestas de Castillo no terminen de mostrar solvencia, pero prefieren esa incertidumbre a que vuelva el fujimorismo”, asegura Ana Paula Távara, politóloga de la Universidad Católica del Perú.
Para la periodista peruana Alejandra Puente aquí no importan mucho los argumentos ni las propuestas. “Esta es una elección del miedo y es votar contra lo que más le temes, básicamente. Pocas personas están votando a favor de algo”.
Que se trata de un escenario del mal menor se refleja en la postura del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. El escritor, conocido enemigo político del expresidente, sorprendió esta vez al apoyar, en la segunda vuelta, la candidatura de Keiko. En su columna “Asomándose al abismo”, en el diario mexicano Crónica, reflexiona: “He combatido al fujimorismo de manera sistemática, como lo he hecho con todas las dictaduras de izquierda o de derecha, creo que en las elecciones que se vienen –las de la segunda vuelta-, los peruanos deben votar por Keiko Fujimori, pues representa el mal menor y hay, con ella en el poder, más posibilidades de salvar nuestra democracia, en tanto que con Pedro Castillo no veo ninguna”.
¿Democracia en peligro?
En efecto, como en otros contextos latinoamericanos la preocupación gira en torno a la manera de mantener el sistema democrático. Según el informe de 2020 del Índice de Transformación Bertelsmann (BTI, por sus siglas en inglés), los niveles de democracia en América Latina y el Caribe han disminuido, mientras que el número de autocracias ha alcanzado un máximo histórico con seis gobiernos: Venezuela, Nicaragua, Cuba, Haití, Guatemala y Honduras.
Por lo pronto en Perú, a pedido de las iglesias y organizaciones de la sociedad civil, los candidatos firmaron una proclama ciudadana en la que se comprometen a mantener la institucionalidad democrática si llegan al poder y a “respetar y defender el derecho fundamental a la vida y garantizar los derechos humanos y la libertad de prensa”. El tiempo dirá si realmente resisten la tentación de permanecer en el poder.
Fujimori y Castillo hacen desde sus orillas ideológicas propuestas que no terminan de convencer, no tienen una base sólida de ejecución o representan un costo imposible para el país. Por ejemplo el “bono oxígeno” de 10.000 soles (unos 3.000 dólares) ofrecido por la candidata derechista a quienes perdieron un familiar por la Covid-19 sin que explique cómo lo financiará. Esta semana, autoridades informaron que las muertes por la pandemia son 180.000, más del doble de lo contabilizado. Y con el lema “no más pobres en un país rico”, el sindicalista plantea entre otras cosas cambiar la “economía social de mercado”, convocar una Asamblea Constituyente, aumentar el presupuesto para la agricultura y defender y conservar el medio ambiente, en oposición al “neoliberalismo”.
“Tenemos a dos candidatos que no nos representan. Yo no apoyo a Keiko ni a Castillo, porque no siento que me vayan a garantizar la estabilidad económica que necesito. A pesar de eso he decidido mi voto después de ver el último debate presidencial, aunque tengo claro que ninguno de los dos es lo que los peruanos queremos”, señala Paula Condori, joven residente en Tacna.
Perú enfrenta no solo el desgaste y la incertidumbre política, sino también el desborde de la pandemia, con la tasa de mortalidad per cápita más alta del mundo. En este contexto tan complejo, un voto al vacío y la desesperanza van de la mano porque el 6 de junio, sin importar quién llegue al poder, se extenderá otro ciclo de extrema polarización. Un nuevo episodio en el que, como tantas otras veces en el subcontinente, la democracia podría ser la gran perdedora.
*Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Periodista. Corresponsal en Bolivia de la Voz de América (Washington), coordinadora del MediaLab en la Fundación para el Periodismo y docente universitaria. Fue editora web del diario Los Tiempos y gestora del LT DATA, primera unidad de datos de Bolivia en un medio. Publicó la investigación “Papeles de Panamá- Capítulo Bolivia”.