Washington, 31 oct (EFE/Lucía Leal).- El presidente estadounidense, Donald Trump, ha cargado su agenda de mítines y su discurso de alarmismo antes de las elecciones legislativas del próximo martes, para las que ha rescatado la estrategia basada en el miedo que hace dos años le llevó al poder.
Consciente de que los comicios de medio mandato se consideran un referéndum sobre el presidente en ejercicio, Trump se ha fijado el objetivo de hacer más campaña por los miembros de su partido que ninguno de sus predecesores recientes, y se ha asegurado el protagonismo mediático con mensajes que rozan lo apocalíptico.
Su discurso electoral, articulado en más de 20 mítines en los últimos tres meses, ha espoleado los temores de su base sobre la inmigración y la animadversión a los medios de comunicación, además de advertir de que, si retoman el control del Congreso, los demócratas convertirán la economía de EE.UU. en "la de Venezuela".
"El Partido Demócrata está alentando a millones de inmigrantes ilegales a que rompan nuestras leyes, violen nuestras fronteras y arrollen nuestro país", alertó Trump durante un mitin el pasado sábado en Murphysboro (Illinois).
Trump ha encontrado en la caravana de miles de migrantes centroamericanos que avanza hacia EE.UU. una potente imagen para azuzar ese miedo, hasta el punto de afirmar, sin pruebas, que entre ellos puede haber terroristas, además de enviar a 5.200 militares a la frontera para hacer frente a la inminente "invasión".
Ese discurso encaja con los cálculos de la Casa Blanca, que tras revisar las encuestas en los distritos más competitivos, llegó a la conclusión de que la inmigración y la seguridad fronteriza eran los temas más eficaces para movilizar a los votantes.
"Muchas de las disputas más competidas por escaños de la Cámara Baja están en estados que Trump perdió en 2016, como Nueva York, Nueva Jersey y California. Allí, Trump puede hacer mucho menos con sus mítines y, por tanto, es menos eficaz a la hora de proteger la mayoría republicana", explicó Miroff.
"Avivar los miedos sobre una 'invasión' de inmigrantes es una herramienta útil para culpar a los demócratas y presentar a los republicanos como los protectores de los estadounidenses (en particular de los nativos blancos)", dijo a Efe un experto en política presidencial de la Universidad de Albany, Bruce Miroff.
"Pero está por ver si enciende lo suficiente a los votantes de Trump como para evitar que los demócratas ganen terreno" en el Congreso, añadió Miroff.
Trump sabe que compite contra una poderosa tendencia histórica, la que establece que la gran mayoría de los presidentes pierden asientos de su partido en el Congreso durante las elecciones legislativas de su mandato, especialmente si son impopulares.
Solo dos mandatarios en la historia moderna de EE.UU., Bill Clinton (1993-2001) y George W. Bush (2001-2009), lograron ganar escaños en unos comicios de medio mandato, y ambos eran mucho más populares que Trump, cuyo índice de aprobación ronda el 44 %.
En esa lucha contra las estadísticas, Trump ha apostado por el medio en el que se siente más cómodo: los improvisados mítines ante miles de seguidores entregados, que esperan sus hitos retóricos como si fueran canciones de éxito en un concierto de rock.
La gran mayoría de esos actos se han celebrado en estados en los que Trump ganó en 2016, mientras que ha esquivado algunos territorios clave.
"Muchas de las disputas más competidas por escaños de la Cámara Baja están en estados que Trump perdió en 2016, como Nueva York, Nueva Jersey y California. Allí, Trump puede hacer mucho menos con sus mítines y, por tanto, es menos eficaz a la hora de proteger la mayoría republicana", explicó Miroff.
Sin embargo, el mandatario ha abarrotado su agenda en la recta final de los comicios, con 11 mítines en apenas seis días.
"El presidente quería sentar un ritmo récord (de mítines) que eclipsara el de sus predecesores. Y cumplirá ese objetivo", garantizó este lunes a los periodistas una fuente próxima a Trump.
Pese a esa implicación sin precedentes, pocos creen que el presidente esté dispuesto a entonar un mea culpa si los demócratas logran avances en los comicios.
"Está claro que no aceptará ninguna responsabilidad por el resultado. Ya ha dicho, recordó a Efe un historiador presidencial en la universidad Boston College, Patrick Maney.
Trump culparía "al liderazgo republicano en el Congreso y los medios de comunicación", según Maney, mientras que Miroff ve posible que el mandatario vuelva a agitar el fantasma del "fraude electoral", como ya hizo en 2016.
"Para el presidente Trump, ganar siempre es cosa suya, pero perder nunca tiene que ver con él", resumió Miroff. EFE