Miami (EE.UU.), 29 nov (EFE/Roberto P. González).- La muerte de Fidel Castro ha hecho aflorar historias sobre el líder de la Revolución cubana, alguna muy poco conocida como una reunión que mantuvo en 1987 con estudiantes de periodismo en la que le dijeron en la cara lo que pensaban del control de los medios y el culto a la personalidad.
Fueron ocho horas de tensión, recuerdan hoy dos de aquellos estudiantes que ahora viven en Miami.
"Aquella reunión entra en el capítulo de las preguntas incómodas a Fidel Castro, probablemente como el episodio más destacado, porque los estudiantes lo acorralaron tan sinceramente, y con argumentos tan válidos, que a Fidel no le quedó otra opción que molestarse mucho", recuerda el periodista Raúl Rodríguez Tiel.
Aquel año de 1987, el comunismo estaba derrumbándose y el líder cubano, fallecido el pasado viernes en La Habana a los 90 años, debía tomar la decisión de seguir capitaneando su nave o sumarse al carro de las profundas transformaciones políticas y sociales que se daban en Europa oriental.
Una de las pruebas que hizo fue reunirse con los estudiantes de periodismo de la Universidad de La Habana que habían asistido antes a una obra de teatro crítica con el sistema socialista, titulada "La opinión pública".
"Llevaron a los estudiantes de periodismo, con la finalidad de escuchar sus comentarios en un debate que, intencionalmente, provocaron al final de la función", recuerda el comunicador Jorge Ignacio Pérez, que vive hace cuatro años en Miami.
"Los alumnos recibieron una extraña convocatoria. Debían escribir unas preguntas sinceras que serían respondidas, personalmente, por el jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Carlos Aldana, el 'gurú' de la información en Cuba en ese momento", dice Pérez.
Alrededor de 150 personas de la Facultad de Periodismo, entre estudiantes y profesores, se dieron cita en el palacio de Gobierno. Una señal de la posible presencia de Castro en el encuentro fue una silla diferente, más robusta, aparentemente más cómoda.
A Rodríguez Tiel y a Pérez la muerte de Castro les ha hecho pensar en aquella inusual reunión en la que vieron al líder máximo de su país "acorralado" e "incómodo" por primera vez, tanto que dio un puñetazo sobre la mesa y abandonó la sala.
Solo regresó cuando los ánimos se habían calmado.
"Eran preguntas sobre el culto a la personalidad, directamente en su rostro", dice Rodríguez Tiel, que actualmente trabaja como editor en la redacción de deportes del periódico El Nuevo Herald.
Uno de los estudiantes, Alexis Triana, quien más tarde fue funcionario del Ministerio de Cultura, llegó a tutear y cuestionar a Fidel Castro, tras lo cual aclaró que "no era agente de la CIA", la central de inteligencia de EE.UU.
Según lo apuntado por Rodríguez Tiel en una libreta de notas que aún guarda, el auditorio estaba repleto de agentes secretos. "Todos saltaron de sus asientos inmediatamente que se escuchó la palabra CIA", señala.
Para Pérez, que trabajó diez años como reportero cultural en Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, aquella reunión fue histórica, porque "no quedó fuera del tintero uno solo de los problemas importantes del país".
"Le dijeron al dictador, en su propia cara, que en la prensa cubana había un culto galopante a su personalidad; que la Guerra de Angola, la que Cuba llevaba años gestionando y aportando personal, o sea, muertos, había sido un error; que la política estatal denominada 'Internacionalismo Proletario' era una falacia; que el déficit de viviendas se estaba convirtiendo en un problema vital", rememora.
Pérez señala que poco tiempo después de esa reunión, "silenciada por la prensa oficial", quedaron suspendidas en Cuba las publicaciones soviéticas "Novedades de Moscú" y "Sputnik", que "editorialmente habían dado un giro de 180 grados y comenzaban a mostrar otro país".
"El manejo de la prensa siempre fue importantísimo para él (Fidel). En los primeros años de la revolución se reunía a cada rato con personalidades extranjeras en el periódico Granma, mostrándoles su cuarto poder", agrega.
Para este periodista, aquel año de 1987 Castro perdió una oportunidad única para convocar elecciones y dejar que el país tomara su propio rumbo.
A la semana siguiente del encontronazo con los estudiantes, que terminó de madrugada y duró unas 8 horas, explica Pérez, comenzaron las purgas en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana.
Obligaron a cada estudiante a decir qué pensaba de lo sucedido, delante de una comisión enviada por el Comité Central del único partido permitido en Cuba, el Comunista.
Pasarían 21 años hasta que, por enfermedad, y luego de gobernar 49 años ininterrumpidamente, Fidel Castro entregó el poder a su hermano Raúl Castro.
El puñetazo del comandante en jefe sobre la mesa en aquella reunión y su salida abrupta del plenario, a Pérez no se le olvidarán jamás.
"Con Castro no había casualidades, pero esa vez sí las hubo", finaliza el periodista cubano. EFE