Cortesía de Infobae.com

Antes de que sucediera el milagro, todo indicaba que los días de los periódicos estaban contados.

Los cambios tecnológicos y su impacto cultural afectaron tanto a The New York Times y The Washington Post —los más prestigiosos y con más lectores de los Estados Unidos— que ambos comenzaron a pensar un producto sin papel. La circulación había bajado a la mitad. Los ingresos totales de la industria, de USD 49.000 millones en 2006, diez años más tarde se habían desplomado a USD 18.000.

En 2013, necesitado de fondos, The Washington Post anunció que vendería su edificio; justo antes de que lo hiciera, Jeff Bezos, el fundador de Amazon, compró el periódico por USD 250 millones.

The New York Times también había pedido, aunque en forma de préstamo, exactamente USD 250 millones al millonario mexicano Carlos Slim, quien todavía es el accionista principal del medio.

El futuro parecía sombrío, escribió James Warren en su detallado análisis para Vanity Fair sobre la resurrección de estos grandes diarios.

Porque en ese momento de pesimismo sucedió un milagro: la llegada a la presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump.

El Post y el Times recobraron energía en una cobertura que se parece a una vigilancia hostil de la Casa Blanca 24/7, y los lectores se atropellaron de regreso a sus páginas: ambos diarios ostentan récords de tráfico en línea, y de ellos suelen salir las noticias más fuertes que cubren luego las grandes cadenas de noticias.

Algunos ejemplos de las bombas que publicaron estos diarios, solo sobre la presunta influencia rusa en las elecciones de noviembre de 2016:

– Luego de despedir a James Comey como director del FBI, Trump lo llamó "loco" durante una reunión con funcionarios rusos en el Salón Oval. Les dijo también que la salida de Comey le quitaba "una gran presión" por la investigación que el FBI realizaba sobre su campaña electoral y sus contactos con Moscú y les reveló información reservada.

– Comey dijo que el presidente lo había presionado para que cerrara la investigación sobre los contactos con oficiales rusos del ex consejero de seguridad nacional Michael Flynn. Y que en una comida le había pedido lealtad personal, tras lo cual Comey le pidió al fiscal general Jeff Sessions que no lo dejara a solas con el presidente.

– Algunos oficiales rusos complotaron para influir la lucha por la Casa Blanca en 2016 con Flynn y el entonces director de la campaña de Trump, Paul Manafort.

– A dos semanas de la nominación republicana, el hijo menor de Trump, Donald Jr., junto con Manafort y el marido de Ivanka Trump, Jared Kushner, se encontraron con un abogado cercano al Kremlin que podía ofrecer material negativo sobre Hillary Clinton, un intento de conspiración con un Gobierno extranjero.

Entre sus reacciones, Trump calificó a la prensa de "enemigo del pueblo estadounidense". Pero "resultó un catalizador de primer orden para los aumentos explosivos en la cantidad de lectores del Post", ilustró Warren, "hasta alrededor de 1.000 millones de páginas vistas por mes".

La pelea del Post con el republicano comenzó tempranamente, y al entonces candidato presidencial no le gustó: "Varias veces prohibió que los periodistas del diario asistieran a sus eventos de campaña". Y cuando iban, los simpatizantes de Trump los insultaban. "Fue el Post el que presionó a Trump para que admitiera que Barack Obama había nacido en los Estados Unidos", recordó Warren.

En el Times, la corresponsal en Washington, Elisabeth Bumiller, se siente más ocupada que en los días posteriores a los ataques terroristas del 11 de septiembre. "La gente no estaba de acuerdo con George W. Bush, pero el Gobierno funcionaba de manera normal", dijo a Vanity Fair. Suya fue la iniciativa de resumir en una página entera el 25 de junio, "Las mentiras de Trump". Solo el equipo que se ocupa de los tuits del presidente tiene 85 personas activas desde las seis de la mañana, que no pierden el asombro cuando @RealDonaldTrump llama "Psyco Joe" al periodista Scarborough de MSNBC, o sube un montaje de boxeo en el que golpea a alguien con el logo de CNN.

Aunque lo llama "el fracasado New York Times", el presidente, acaso por ser neoyorquino, tiene una relación ambivalente con el diario: le dio su cuarta entrevista más importante. Y el Times reprodujo sus vituperios contra el fiscal general Sessions y sus advertencias al consejero especial Robert Mueller sobre lo inadecuado que sería que se metiera con las finanzas de la familia presidencial.

"Trump ha sido muy bueno para 'el fracasado New York Times'", le dijo Bumiller a Warren. Con un récord de lectores, el diario tiene 2,2 millones de suscriptores y unos 3,2 millones de lectores que pagan su paywall (muro) en línea.

Si bien a lo largo de su historia ambos periódicos han acumulado premios Pulitzer y tuvieron grandes denuncias previas contra el poder (el Times publicó la noticia sobre los e-mails oficiales de la ex secretaria de Estado Clinton enviados desde su servidor personal, el Post expuso el programa de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional sobre la base de las filtraciones de Edward Snowden), su pasión actual es única, según Vanity Fair.

"Dos bastiones resucitados de los viejos medios se han trabado en un duelo que recuerda la rivalidad, durante la Segunda Guerra Mundial, del general estadounidense George S. Patton y el general británico sir Bernard Montgomery, quienes se peleaban por ser los primeros en capturar Messina", escribió Warren. "Existe también un sentimiento de que está en juego algo fundamental sobre la nación".

The Washington Post agregó un epígrafe permanente a sus ediciones impresa y en línea: "La democracia muere en las tinieblas". Y mantiene un gráfico interactivo actualizado sobre "las afirmaciones falsas y engañosas de Trump como mandatario". The New York Times usa corrientemente palabras como "mentira" o "falsedad", que solían ser tabúes para la investidura presidencial", y reconoce que el acceso a fuentes de inteligencia se ha vuelto más sencillo que en otros Gobiernos.

Noticias falsas, mentiras sobre las donaciones de Trump (que desde 2008 no usaba dinero personal para mantener su fundación), sus jactancias sexistas ente Billy Bush ("grab them by the pussy"), las reuniones del fundador de la consultora militar Blackwater para establecer una comunicación entre Trump y el presidente ruso Vladimir Putin, la investigación del consejero especial Mueller sobre la posible obstrucción de Justicia del primer mandatario, la revelación de fuentes de inteligencia que podrían correr peligro si fueran identificadas: todo eso y más publicaron el Post y el Times.

Los propios editores, "como la mayoría de la gente, tienen dificultades para dar seguimiento a las exclusivas en competencia del Post y del Times sobre el gobierno de Trump que han dominado el mundo de los medios durante meses".

El Post tiene una ventaja tecnológica sobre el Times, que la compensa con su ventaja de contenidos en cultura, negocios e internacionales. Pero ambos comparten este revival con adrenalina puesta en la competencia e indiferencia ante las constantes críticas de la Casa Blanca.

"Llamémosla la última guerra de los periódicos, en la que dos grandes sobrevivientes se enfrentan con diferentes estrategias y diferentes realidades económicas pero la misma audacia", propuso Warren. Y cerró su artículo con un párrafo desolado:

Marty Baron (izq.), director editorial de The Washington Post, y Dean Baquet, director editorial de The New York Times
Marty Baron (izq.), director editorial de The Washington Post, y Dean Baquet, director editorial de The New York Times

"La pregunta más inquietante no es si el Times o el Post —o cualquier otro medio de noticias— pueden continuar desempeñándose en esos estándares superiores. Es si Trump y la gente como él han degradado tanto las nociones básicas sobre los hechos y la autoridad que la verdad ya no importa. Si lo han hecho, entonces la metáfora sobre Montgomery y Patton es obsoleta. Encontraríamos una mejor en la famosa observación de Borges sobre dos hombres calvos que peleaban por un peine".

Aludió a una respuesta del escritor argentino Jorge Luis Borges a una entrevista que le realizaron en 1983 sobre la guerra entre su país e Inglaterra por las islas del Atlántico Sur: "Las Malvinas fue una guerra de dos calvos por un peine".