(María Montecelos) Con un Gobierno surgido de un magnicidio, Haití parece seguir abocada al desastre, sin que sus dirigentes acierten a dar solución al rosario de calamidades que se han ido encadenando a lo largo de este año.

El último suceso dramático en Haití fue la explosión de un camión con combustible, que dejó al menos 61 muertos y decenas de heridos este martes en la ciudad de Cap-Haitien (norte), un accidente que no deja de ser consecuencia de la crisis endémica que padece el país.

Al accidentarse el camión, los vecinos de la barrida Pont Grand Bois et Samarie se lanzaron al saqueo golpeando con martillos la cisterna del camión y se produjo una explosión que hizo saltar por los aires a las personas y viviendas cercanas.

Una fatalidad fruto de la desesperación causada por la escasez de combustible que mantiene al país a media marcha desde hace meses, llevando los carburantes al mercado negro y a la imposición de precios inasumibles para la mayoría de la población.

Desabastecimiento causado por las bandas

La crisis de combustible fue generada por la violencia de las bandas armadas, que desde hace meses hacen cundir el terror en el país con sus disputas por el territorio y con una serie de secuestros indiscriminados.

La acción de las bandas ha ido en aumento aprovechando la inestabilidad política que ha vivido el país este año, que se ha ido deteriorando desde que en febrero pasado el presidente Jovenel Moise denunció que se tramaba un golpe de Estado.

La crisis se agravó al extremo a partir del magnicidio, perpetrado la madrugada del 7 de julio por hombres armados que accedieron a la residencia del mandatario sin que los responsables de su seguridad presentaran resistencia.

El intelectual y político haitiano Jean Bertin aseguró a Efe que la situación de violencia "va de mal en peor, todos los días y todos los años", y culpa de ello al apoyo extranjero que reciben las pandillas.

"A mí no me gusta calificarlo como crisis, porque esto es una guerra. Y esas bandas están fabricadas por los extranjeros, por instituciones internacionales y algunas ONG", afirmó.

El problema extranjero

Desde el magnicidio, el Gobierno haitiano ha solicitado sin éxito apoyo internacional para hacer frente a las bandas armadas, una petición de ayuda que por el momento ha sido ignorada.

No obstante, la intervención de las potencias extranjeras, según apuntó Bertin, es la causa que ha llevado a Haití al actual nivel de "degradación" que vive el país, subrayando que esos países son los que "están manejando Haití".

"No hay haitianos gobernando Haití, son los norteamericanos, los franceses, los canadienses", opinó Bertin, presidente de la Alianza Internacional por la Recuperación de Haití.

Un gobierno estancado

Tras el asesinato de Moise, asumió el poder como primer ministro Ariel Henry, al que Bertin considera una marioneta de Estados Unidos: "Si no, no estaría ahí".

Henry ha incluido a miembros de la oposición en su gabinete, pero en los cinco primeros meses de su gestión no ha conseguido poner en marcha los planes para adoptar una nueva Constitución.

Tampoco ha logrado avanzar en la creación de las condiciones necesarias para celebrar elecciones, de momento previstas para finales de 2022.

Los principales esfuerzos que se han visto del Gobierno en estos meses han sido tratar de controlar las múltiples crisis que se han ido encadenando, en especial el devastador terremoto del pasado agosto, la violencia de las bandas y la recepción de miles de migrantes deportados desde Estados Unidos.

A pesar todas las calamidades, según Bertin, ahora se ve "una lucecita" al final del túnel, que son las conversaciones entre los actores haitianos.

Por ello, Bertin considera que no se podrá salir de la crisis "si no es con un grupo de políticos haitianos con conciencia" que organicen una agenda para Haití mediante el diálogo y la negociación.

"Es cierto que la cosa está muy compleja, pero vamos a salir de eso porque nosotros, los políticos, estamos esperando el momento adecuado para sentarnos y decir lo que se puede hacer" para sacar adelante al país, que parece abonado a las desdichas.