INTERNACIONAL.-La llegada del 2019  trae una nueva esperanza de libertad para uno de los pueblos sometidos a una de las más feroces, antiguas y corruptas dictaduras existentes hoy en día. Se trata de Guinea Ecuatorial, una pequeña nación centroafricana rica en recursos, pero cuya población sufre desde hace décadas una pobreza extrema en contraste con la exuberante prosperidad material de una pequeña élite  gobernante que ha hecho uso de su riqueza para su usufructo personal, acumulando fortunas inmensas, concebibles sólo en países con un nivel elevado de desarrollo industrial e institucional.

Probablemente apenas una pequeña parte de la población educada de nuestro país haya oído hablar de esa pequeña nación y del sufrimiento de los poco más de un millón 700 mil personas que la forman.

Guinea Ecuatorial tiene apenas poco más de 28 mil kilómetros cuadrados. Está formado por seis provincias y cinco pequeñas islas en algunas de las cuales viven poco miles de personas. Su religión es principalmente la católica, que profesa el 80% de la población. Es uno de los países más pequeño de África, con fronteras con Camerón, al norte, Gabón al sur y al este y el golfo de Guinea al oeste.

Es un país rico en petróleo, el tercer mayor productor del crudo del África subsahariana, después de Angola y Nigeria. Las exportaciones de petróleo constituyen su principal fuente de ingresos y el sostén de la dictadura.

Su capital es Malabo, que primeramente fue llamada Santa Isabel, durante el dominio español. La mayoría de los habitantes de Guinea Ecuatorial hablan el español, que es el idioma oficial, pero la también se reconoce el francés que hablan las minorías educadas. Aunque estuvo por un tiempo bajo dominio portugués, oficialmente no se reconoce ese idioma para los asuntos oficiales.

Su gobernante, Teodoro Obiang, es uno de los dictadores más crueles y represivos de la actualidad. Fue electo inicialmente en 1982  por siete años después de un cruento golpe de estado que derrocó a un tío suyo, al que luego hizo fusilar

En noviembre de 1965, Naciones Unidas aprobó una resolución instando a España a aceptar la independencia de Guinea Ecuatorial.

Su gobernante, Teodoro Obiang, es uno de los dictadores más crueles y represivos de la actualidad. Fue electo inicialmente en 1982  por siete años después de un cruento golpe de estado que derrocó a un tío suyo, al que luego hizo fusilar. Candidato único fue reelecto en 1989 en unas elecciones calificadas como fraudulentas por la comunidad internacional, en la que no se les permitió a los ciudadanos votar por otras opciones.

Su reinado se afianzó a partir de mediados de los noventa del siglo pasado, cuando las compañías petroleras se interesaron por su petróleo, lo que convirtió a Obiang en uno de los gobernantes centroafricanos más ricos y temidos. Volvió a relegirse sin oposición alguna en el 2002, con los mismos métodos represivos y aún permanece en el poder.

Su dictadura no permite la formación de partidos políticos ni a los demás poderes del Estado  funcionar con independencia.

Gracias a los ingresos petroleros, la economía de Guinea Ecuatorial ha crecido  en más de un 30% desde la explotación del primer pozo por la compañía norteamericana Mobil. Sin embargo, los niveles de pobreza siguen siendo los mismos, con un per cápita que la sitúa entre las naciones más pobres del continente africano.

Nuestro país estableció relaciones diplomáticas con Guinea Ecuatorial a comienzos del 2010 y el 12 de abril de ese año, el entonces presidente Leonel Fernández recibió las cartas credenciales de su embajador en una ceremonia en el Palacio Nacional, en la que también se acreditaron otros cinco embajadores representantes de países con los cuales ya teníamos relaciones desde tiempo atrás.

El establecimiento de esos vínculos no respondió a ninguna necesidad de carácter económico o comercial, puesto que no existe un intercambio formal entre nuestras dos naciones. Estuvo inspirado en la necesidad que guiaba los propósitos del mandatario dominicano  de entonces de proyectar su imagen internacional como potencial líder del tercer mundo, cuando se hacían esfuerzos desde el gobierno para catapultarlo como candidato a un organismo mundial como Naciones Unidas o la OEA.

La decisión no tomó en cuenta la situación de descalabro de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial, que lo situaba como uno de los gobiernos más represivos del mundo. Las denuncias de Amnistía Internacional, Human  Rights Watch y organismos internacionales de derechos humanos, acusan a la dictadura de Obiang de la desaparición de activistas, la práctica de tortura, la falta absoluta de libertad de prensa, la ausencia total de garantías jurídicas reales, la manipulación de los procesos electorales, y el reparto extremadamente desigual de la riqueza del país.

En 1995, la administración  estadounidense de Bill Clinton  rompió relaciones con Obiang, como parte de su esfuerzo por promover la causa de los derechos humanos en ese país, pero los nexos diplomáticos volvieron a reanudarse ocho años más tarde, en el 2003, durante la presidencia de George W. Bush.

El establecimiento de relaciones de República Dominicana con la dictadura de Obiang es evidencia de que la política exterior de nuestro país no tomaba entonces en cuenta valores fundamentales de la democracia y con ello endosaba como legítimas las oprobiosas prácticas con las que la horrenda dictadura de Malabo somete  todavía a un pueblo noble que merece mejor suerte.