Brasilia, Brasil (EFE/Eduardo Davis).- El nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, asumió este martes el cargo con una retórica ultraconservadora directa y dura, que no oculta su decisión de "combatir la ideología de género" y rescatar los valores "cristianos" de la sociedad.

"Vamos a unir al pueblo, darle valor a la familia, respetar las religiones y las tradiciones judeo-cristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores", afirmó el nuevo presidente de Brasil en su discurso de investidura.

"Brasil volverá a ser un país libre de las amarras ideológicas", sostuvo Bolsonaro, quien también abundó en las alusiones a "Dios", al que citó una decena de veces en sus pronunciamientos, y sentenció sin tapujos que, con su investidura, el país empieza a "liberarse del socialismo" y de la "inversión de valores".

La mención directa al combate "a la ideología de género" que hizo en su primer discurso ante el Parlamento la reforzó después, en un pronunciamiento ante a una multitud que le aclamaba en las calles, a la que prometió que acabará también con "lo políticamente correcto", que considera como una "estrategia de izquierdistas".

Asimismo, acentuó su anticomunismo, sobre todo en el discurso que hizo ante los miles de seguidores que se volcaron a las calles de Brasilia para aclamarle y a los que enseñó con orgullo la bandera verde y amarilla del país

En la sede del Parlamento, su discurso resonó frente a algunos mandatarios extranjeros conservadores, pero no tanto, como son los presidentes de Paraguay, Mario Abdo Benítez, o Chile, Sebastián Piñera, que a diferencia de Bolsonaro son mucho más cautelosos en relación a ciertos asuntos.

De hecho, Piñera sancionó en noviembre pasado una ley de identidad de género, que permite en Chile la alteración del sexo en los documentos de una persona a partir de los 14 años, la cual consideró en su momento que iba en la "dirección correcta".

Entre los líderes extranjeros que asistieron a la ceremonia también estaban otros más alineados en la centroizquierda, como el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, y el mandatario boliviano, Evo Morales.

El líder boliviano fue el único gobernante del "eje bolivariano" que viajó a Brasilia para la investidura una vez que se le mantuvo la invitación que, por el contrario, Bolsonaro ordenó que le fuera retirada al venezolano Nicolás Maduro y al cubano Miguel Díaz-Canel, a quienes considera "dictadores comunistas".

Morales escuchó a Bolsonaro con gesto serio, pero sin inmutarse, y le saludó sonriente en el besamanos de autoridades extranjeras, lo que llevó a algún diplomático a recordar que Brasil y Bolivia deben renegociar este año un contrato de suministro de gas vital para ambas economías.

Aunque Bolsonaro reiteró hoy que gobernará e impulsará una política exterior "sin ideologías", en los dos discursos de su primer día en el poder mantuvo la fuerte retórica anticomunista que le ha caracterizado durante toda su vida política.

Esa posición, ciertamente ideológica, la cuajó en su juventud, cuando estuvo en el Ejército, del que es capitán de la reserva y al que ingresó durante una dictadura (1964-1985) a la que enaltece sin rubores, algo que ni Sebastián Piñera ni el presidente argentino Mauricio Macri, también conservador, pudieran siquiera pensar hacer en sus países.

Aunque no hizo menciones al régimen militar, Bolsonaro sí subrayó el papel que las Fuerzas Armadas tienen en "la misión constitucional de defensa de la soberanía, del territorio nacional y de las instituciones democráticas".

Asimismo, acentuó su anticomunismo, sobre todo en el discurso que hizo ante los miles de seguidores que se volcaron a las calles de Brasilia para aclamarle y a los que enseñó con orgullo la bandera verde y amarilla del país.

"Esta es nuestra bandera, que jamás será roja. Solo será roja, si es necesario, con nuestra sangre, para mantenerla verde y amarilla", expresó. EFE