SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Llegaron a la cita y se sentaron en el salón, repartiendo muchos saludos y pocas sonrisas, cada quien acotejado en su lado, bien comportados los hijos de Juan Bosch.

En el fondo del salón, una foto de un abrazo fraterno entre Danilo y Miguel, en fondo blanco, tres banderas, un jacho prendio’ y una estrella amarilla, compiten con una pantalla en la que pasan las hazañas de las “visitas sorpresas.

Se abrazan y se saludan Francisco Javier García, César Mella, Monchy Fadúl, Bauta Rojas Gómez. De lejitos, Félix Bautista sonríe y saluda agitando una mano, como diciendo "byebye" con el gesto.

Afuera, una exquisita representación de picapicas se congrega y para extender la mano, mientras escupen lisonjas y reparten “uté e’ de lo bueno” a diestra y siniestra, ni bien descienden de los autobuses que los desparraman a los pies del estacionamiento del hotel Jaragua, agregando piezas al rompecabezas imposible de solución en que se ha convertido el tránsito por la avenida Independencia y calles cercanas.

Más cerca, en la entrada del salón, un grupo ensacado, negros cabellos y negros trajes, señala con el dedo, suelta algunos “soy fulano”, porqués, y otras hiervas ante la negativa de permitir el ingreso al acto por la ausencia de invitación. Finalmente, la cosa se calma y todos entran a la coronación del PLD como una de las principales fuerzas políticas del país.

Arranca la presentación protocolar a las 5:30PM, con el Himno Nacional como saludo primario, que sería seguido de cerca por los himnos de los partidos. Mano al pecho, derechitos todos, mientras las notas gloriosas son recitadas en voz alta, en voz baja o en voz interior, para no ofender a los compañeros con una nota fuera de tono.

Aníbal Herrera y Héctor Olivo toman la batuta e introducen a cada uno de los miembros de su partido, sentados para la foto, aplaudiendo con morigeración.

Anuncian la llegada de los actores principales y los aplausos se vuelven ensordecedores. ¡Miguel! ¡Miguel! ¡Unidad! ¡Unidad! Se escucha el coro en el salón timbí de gente.

Miguel agarra por el brazo a Danilo y lo levanta raudo, para que no se le escape el momento. Reparten apretones de manos entre los invitados al convite.

Emparejados con corbatas azules, el presidente del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el candidato del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se sientan uno al ladito del otro, cumpliendo con los requisitos del protocolo, Miguel al lado de Peggy Cabral, embutida en un vestido negro y Danilo, de Reinaldo Pared Pérez, la máxima autoridad del partido morado, presente en el acto. Leonel Fernández hizo plancha… nunca llegó.

Entre cumplidos de los maestros de ceremonias y discursos, Miguel levanta un vaso regordete y corto del suelo de la tarima y se refresca el gañote con un sorbo (uno de once). Se acomoda en el sillón y coloca las manos sobre las piernas.

Fin del antagonismo

Inicia la lectura del acuerdo que será sellado por los partidos blanco y morado, con miras al 2016, conservando los recovecos políticos para el pacto.

Una mesa es llevada por los extremos y puesta frente a los azules corbatudos, de los grupos blanco y morado, sirve como soporte para la firma del pacto, el cual pondría fin al antagonismo existente entre las facciones.

En primera fila, los miembros del gobierno que brindan su apoyo al presidente-candidato. Julio César Valentín, Cristina Lizardo, Gonzalo Castillo, Temístocles Montás, Radhamés Segura floretean por los monitores.
Miguel da otro sorbo, levantando el vaso rechoncho del suelo de madera, antes de tomar la palabra.

Una mujer al fondo de la sala ondula una servilleta torcida mil veces, con el extremo desenvuelto, como si fuera una bandera que agarra con los dedos (y dirán los más ácidos que parece un simbolismo del tamaño actual partido blanco).

“Este acuerdo compartido de gobierno de unidad nacional garantiza que con el voto de una abrumadora mayoría, Danilo Medina, será de nuevo electo presidente de la República”, asegura, entre suplicas de confianza a los presentes, quienes aplauden desbocados ante la petición.

Agarra una copa sobre el podio y vuelve a refrescar la garganta antes de hablar del pacto, el que afirma servirá para asegurar la paz y el sosiego de las familias dominicanas.

“Más empleo, más educación… ese es el acuerdo (¡Bien!, se escucha de fondo, seguido de aplausos). Más seguridad y soberanía… ese es el acuerdo (¡Bien! Más aplausos)”, antes de enrostrar a Danilo que su partido puso el corazón en el pueblo y que pondrá “todos los sentidos” para ser garante social de cada compromiso asumido, seguido de promesas del fortalecimiento del primer hijo de Bosch, adoptado por José Francisco Peña Gómez.

“Peña Gómez estaría feliz”

Se levanta Danilo y deja tras de sí el cómodo mueble y a un soñoliento Reinaldo Pared Pérez, quien batalla para no cerrar los ojos.

“Peña Gómez estaría feliz y contento de ver un gobierno que está poniendo primero a la gente”, asegura en su discurso, en el que afirma, República Dominicana tendrá un nuevo comienzo en la política después del 2016.
Truenan los aplausos otra vez, seguidas de ovaciones de pie. ¡Miguel! ¡Miguel! ¡Unidad! ¡Unidad!

Otra vez, Miguel atrapa por el brazo a Danilo y lo levanta, como símbolo ya indiscutible de la unificación. Ahora sí sonríen. Poco, pero por fin sonríen. ¡Bum! Se escucha de repente y los papeles de colores inundan el salón La Fiesta del Jaragua a las 6:45 de la tarde.

La voz aguardentosa de Héctor Olivo despide a los presentes, quienes se agolpan en la salida, encabezados por los soldados de la prensa, quienes se apresuran a esperar a funcionarios del gobierno o miembros de los partidos para hacer preguntas o (tal vez) adelantarse a la secuela del pandemonio que sería, seguramente, salir de la zona.

La representación de picapicas, al darse por enterada del fin del acto, tiende una alfombra de manos pedigüeñas, soltando los “uté e’ de lo bueno” que les quedaron por liberar, por falta de tiempo o por falta de menudo.

Las yipetas, Nissan, Toyota, negras (pocas blancas, pero igual de finas), V-8, friítas por dentro, limpiecitas y dispuestas, se colocan en fila para salir, chocando de frente con una guagua – la antítesis de esas lustrosas yipetas – que recoge a miembros menos ilustres de los partidos en medio de la congestionada vía.

Salieron de la cita y abordaron sus monturas, repartiendo muchos adioses y muchas sonrisas, eso sí, cada quien acotejado en su lado, bien comportados los hijos de Juan Bosch.