SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El programa meridiano El Show del Mediodía, al cabo de sus 53 años (50 de ellos en Color Visión) y tras un transitar que ha visto cuatro períodos claramente diferenciados y en los que determinaras características lo han perfilado.

Ahora el espacio se ha posicionado, no por casualidad, como el espacio líder en su horario, estatus que se debe a razones que, de no ser estudiadas, se nos pasarían inadvertidas, y confundidas con la situación de emergencia sanitaria, pero que previo al COVID 19, ya había definido esa ruta de éxito.

El liderazgo del programa se ha afianzado por el abordaje que ha dado el tema de la emergencia sanitaria, pero atribuirlo solo a ella, sería una simplificación inadmisible. Hay mucho más que eso.

La incidencia del programa meridiano implica analizar a fondo su proceso de producción, sus orientaciones y los valores en que hoy día se basa: una continua confrontación de criterios en torno a temas que apasionan la gente y que están a cargo de figuras especializados en cada área, una labor social, sobre todo en el plano médico y socio-laboral, apoyado en el carisma del doctor Félix Antonio Cruz Jiminián, milagrosamente rescatado el COVID a pesar de ser un paciente altamente vulnerable.

Iván Ruiz, publicista de origen y productor de televisión y espectáculos, había ingresado a producción del espacio en 2010, pero enfrentó muchas limitaciones, sobre todo en el plano técnico y, en esa dimensión, un problema era la iluminación.

Dos años más tarde tuvo un regreso que ha resultado crucial para dar vigencia y revertir el cuadro de los rattings meridianos de la televisión.

Ruiz echaba de la mano de un concepto particular: telerrealidad, pero una adaptación propia de un género televisivo pre-existente, vinculando creaciones propias, perfeccionando la estrategia de promoción, seleccionando talentos capaces de atraer el público por medio del convencimiento y activismo en las posturas diferenciadas de cada uno, imprimiéndole un sello de originalidad, fue cuestionado y hasta rechazado por muchos críticos que le dieron hasta un plazo de meses para verlo perecer. No ha sido así.

Ese espacio es escenario de un nuevo proyecto iniciado con la última entrada de Iván Ruiz, que debió caminar solo y en el marco de una incredulidad inconcebible, cuando se planteó, que era posible revivir el espacio con criterios nuevos y alejado del criterio de variedades lúdicas de los espacios meridianos.

Ese modelo exitoso de Ruiz no es perfecto, siendo entre sus fallas principales, la falta de un orden parlamentario que regule las intervenciones en los debates, dándole un aspecto de gallinero disciplinado, que podría haber sido mucho mejor conducido.

Pero frente a un fallo como este, la apuesta de Ruiz comenzó a demostrar que atraer la gente mediante la exposición de los acontecimientos, reduciendo al mínimo expresiones lúdicas, como la música popular y reubicando en un plano bastante secundario el elemento humorístico.

La dinámica que se desarrolló en Color Visión para dar entrada firme al espacio fue un proceso de bregas y luchas enormes, hasta que comenzó a evidenciarse que su propuesta tenia arraigo y nichos que llenar en el gusto de la gente.

Al principio, hasta la publicidad le resultó difícil de pautar. Podría incluso ser tema de un libro que no habría de publicarse nunca.

Se debe resaltar que Ruiz contó, en momento cruciales, con el voto de buena voluntad de Domingo Bermúdez.

Sobre el futuro del show había dudas, una nómina de talentos y técnicos y un acuerdo con Color Visión al que había que honrar, teniendo a su favor solo la confianza que le extendió la dirección del primer canal a color que tuvo el país.

La telerrealidad como género no es una creación de Iván Ruiz. Procede de la televisión norteamericana y los años 90s. El término que proviene del inglés  reality TV), y parte de presentar, documentar y debatir la realidad de los hechos, buscando resaltar lo emotivo, lo dramático, es decir, de manipular los sentimientos del gran público, procurando lealtad de la teleaudiencia.

No se trata solo de evaluar su notable incidencia de ahora, por ser dominante y solitario (en tanto la categoría de variedades) en la televisión meridiana. Lo que se produce ahora no es casualidad ni un regalo fortuito.

Lo que es el espacio hoy es el producto de una concepción que aun cuando toma elementos de los talk show radiales, un género internacional ampliamente difundido, y aun cuando podría corregir aspectos deficientes en cuanto a la determinación de cuales videos reproducir.

El Show del Mediodía es líder no solo por estar solo como producción en vivo al mediodía. Lo es porque su producción ha demostrado capacidad de informar, motivar y emocionar la gente. Lo es porque demostró que la base de la que partió su concepción era asertiva.

No es una producción perfecta. Hay aspectos a mejorar, como el criterio para difundir determinados video sensacionalistas y amarillistas, sobre todo los que exponen el cuerpo de hombres y mujeres sin necesidad alguna y alejando el criterio de la noticia por la trampa de la cuchara mediática vacía. La que es totalmente prescindible. Falta perfeccionar ese criterio.

La historia

El Show del Mediodía salió al aire en mayo de 1969, casi cuatro años luego de la situación que dejo la Guerra de abril de 1965, por Radio Televisión Dominicana, (hoy CERTV) teniendo como animadores a Max Cordero, José Joaquín Pérez, Jeannette Dotel y Víctor Fernández. Max Cordero eran los propietarios y desarrollaban un esquema de variedades sobre el eje de la música popular del momento, concursos y una cierta dosis de humor ingenuo. Era la primera etapa.

Pasan cinco años de producción esforzada en el estudio A de RTVD cuando la falta de publicidad y las dificultades diarias que plateaba una producción tan demandante, hacen que, en 1974, Max Cordero vende el derecho de producción al empresario publicitario y artístico José Augusto Thomén, quien lo reestructura con la entrada de nuevos talentos. Entonces el programa a Rahintel, Hoy Antena Latina.

Yaqui Núñez del Risco, quien llega como productor y presentador.

Dotado de un enorme sentido para captar el talento, supo seleccionar a quienes le acompañarían en la labor: Daniel Diaz Alejo, Zoila Luna, Angelita Curiel (vedette, actriz y libretista), el periodista Luis Fernández, el escritor José Jáquez, el maestro Jorge Taveras, el maestro Rafael Solano, el maestro Víctor Taveras, y Jochy Santos.

Ya en Color Visión, la labor producción de Yaqui, un cuadro profesional y poeta, con una notable sensibilidad para arte, reorienta el espacio, lo hace mas depurado, incluye la música en función de los grupos mas populares y demandados por la gente, y estrena la gran era del humor, para lo cual contrata a un selecto grupo de humoristas y cómicos de altísima acogida, encabezados por Freddy Beras Goico, Cuquín, Felipe Polanco “Boruga”, Luisito Martí, María Cristina Camilo, Milton Peláez, y Julio César Matías “Pololo”, un conjunto de todos estrellas.

Ellos han dejado entregas de humor basadas en su capacidad de improvisación, su conocimiento a fondo tanto del lenguaje popular como de la dinámica de los sectores socialmente mas deprimidos, a lo que suman una creatividad para caracterizar y bautizar personajes, cuyo nombre solo, provocaba la risa.

No hacía falta mucha escenografía: un farol o un banco de parque sobre una cámara negra, eran suficientes para producir episodios inolvidables de gracia.

Era un tiempo en que el humor estaba tomado por el talento de los grandes personajes cómicos de la televisión, pero haciendo humor, que tiene una vinculación con la realidad social con que no cuenta lo puramente hecho para provocar carcajadas. Hay que recordar la integración de Kenny Grullón, dueño de un estilo distinto y una gracia penetrante.

Posteriormente, la producción decidió dar a la música popular, hablamos de las orquestas y solistas, el gran escenario del mediodía, reforzado por las presentaciones de artistas extranjeros que en un plan promocional de funciones que tenían fijadas, cumplían un plan promocional que incluya pasar necesariamente por El Show de Mediodía.

La salida de Yaqui Núñez del Risco fue la baja trascendental y sentida del espacio, y con mayor impacto y con ella se perdió calidad y consistencia.

Desde esa salida en más, el programa fue decayendo en incidencia y producción, hasta el resurgimiento que cosecha en los actuales momentos.