La cercanía de la vacuna ha despertado la sensación de que finalmente el mundo superará pronto la pandemia del COVID-19. Sin embargo, esa percepción puede crear una "situación" paradójico, que terminará relajando las medidas sanitarias que controlan la propagación del virus.
La advertencia la hace el periodista Enrique Quintana, director general editorial del periódico mexicano El Financiero, y quien señala que las celebraciones también llegan "en el peor momento" de la pandemia.
A continuación, presentamos la reflexión de Quintana.
Respecto a la pandemia, nos estamos enfrentando a una situación paradójica. Por una parte, la disponibilidad próxima de las vacunas crea realmente la posibilidad de concluir con la pandemia. Pero, al mismo tiempo, nos enfrentamos a una etapa de contagio, que podría ser la más grave.
Lo peor es que la misma sensación de que las vacunas están ya a la vuelta de la esquina puede estar generando entre la gente una percepción de que ya no es necesario cumplir con las medidas sanitarias recomendadas y de que podemos darnos libertades.
Además, en el contexto de las celebraciones decembrinas, de las que muchos no quieren prescindir, se crea el riesgo de una mayor aceleración de los casos.
A nivel mundial, estamos en el peor momento. El número de contagios nuevos diarios alcanzó 690 mil el pasado 3 de diciembre, la máxima cifra que se tenga registrada, y el promedio de los últimos siete días es de casi 540 mil nuevos casos por día.
En el caso de Estados Unidos, el país con más contagios, la situación es crítica. Se están rompiendo los récords de contagios pero también del número de fallecidos, y la presión sobre la infraestructura hospitalaria es cada día mayor.
En el caso de México, si bien no hemos llegado al número de fallecidos que se presentaron en agosto, el disparo de los contagios nos coloca en el nivel más elevado de la pandemia. Estamos con un promedio diario de los últimos siete días de casi 9 mil 600 casos, el más elevado de todo el periodo; el número de fallecidos promedia 570 diarios y se acerca a los niveles máximos que tuvimos en junio.
Tanto en nuestro país como en el mundo hay una resistencia explicable a ordenar un confinamiento más estricto, que en estas circunstancias, es la forma más eficaz de parar los contagios.
La razón es que se sabe que un cierre de la economía provocaría un desplome aún mayor del empleo y de los ingresos. Los gobiernos, y especialmente el de Andrés Manuel López Obrador, resistirán hasta lo último para hacerlo.
En los casos en los cuales se ha desarrollado una estrategia de pruebas masivas y hay una búsqueda proactiva de contagiados, así como una localización de los contactos que tuvieron, hay la posibilidad de que se pueda contener el crecimiento de la pandemia sin necesidad de un confinamiento mayor.
Es lo que han hecho, sobre todo, los países asiáticos. Pero no nosotros.
Sin embargo, en una economía como la mexicana, en la cual además hay una estructura económica con un alto grado de informalidad, no parece viable una estrategia de este tipo a estas alturas, sobre todo en el contexto de una política que no ha llevado apoyos específicos para las unidades productivas que han sido afectadas.
Me temo que vamos a estar en las próximas semanas en una condición en la cual haya ciertas restricciones a la movilidad, pero insuficientes para frenar los contagios y por lo tanto cambiar la dirección de la pandemia.
La perspectiva parece ser una aceleración de los contagios y otra vez un crecimiento importante del número de fallecidos y de la presión sobre la infraestructura hospitalaria.
Sobre la base de lo que hemos escuchado a la autoridad, me parece que aún tenemos por delante varios meses críticos en los cuales tendrán que ser los gobiernos locales, así como las empresas e instituciones, las que tomen la batuta para restringir la movilidad y tratar de frenar la pandemia, pues difícilmente creo que el gobierno federal vaya a emprenderlas.
Pareciera que la única alternativa será cuidarnos a nosotros mismos. Tómelo en cuenta.