Una de las herramientas más poderosas que tiene la Reserva Federal de los EE. UU. (Fed, banco central estadounidense), es la capacidad de moldear las expectativas del mercado sobre la política futura a través de declaraciones públicas. El reputado economista, Ben Bernanke, a su salida como gobernador de la Fed en el año 2014, reflexionaba: “Cuando estaba en la Reserva Federal, observé que muchas veces la política monetaria consiste en un 98% comunicación y un 2% ejecución.”

La semana pasada, al concluir la última reunión del año del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC), que establece la política monetaria de la Fed, renovando su vocabulario de una inflación transitoria apoyando sus políticas expansivas, ahora una inflación más persistente, y como consecuencia del anuncio del aceleramiento del desmonte de la compra de bonos (tapering), pasando de 60 mil millones de dólares en el mes de diciembre, a 30 mil millones de dólares a partir de enero del 2022, lo que implica la conclusión del estímulo monetario en abril, que estaba previamente pautado para junio.

Ese proceso de desmonte colocará a la Fed en posición de aumentar, si es necesario, la tasa de interés según vea pertinente en el 2022. Por el momento, la presión inflacionaria persiste con una inflación interanual en noviembre de 6.8%, e inflación subyacente de 4.2%, las más altas desde 1982 y 1991 respectivamente. De manera muy ilustrativa así lo expresan los mercados al experimentar, como cifra récord, la inversión de más de 66 mil millones de dólares en fondos de inversión con posiciones en TIPS, que no son más que bonos indexados al Índice del Precio al Consumidor (IPC)

¿A qué se debe eso?, pues sencillamente a que muchos economistas, entre los que se sitúan el laureado Paul Krugman, ponderan que además de la disrupción de la cadena de suministros, el incremento de los fletes y el aumento de los combustibles, se percibe también un cambio en el comportamiento del consumidor gastando más en bienes que en servicios.

Tomándole la palabra al mismo Krugman, diríamos que quizás sabemos poco del “extraño episodio económico en que nos encontramos”, a lo que agregaríamos que independientemente de las razones, las proyecciones inflacionarias han cambiado, y consigo las expectativas del alza de tasas de interés, donde analistas prevén entre 2 a 3 incrementos para el próximo año.

La clave estará, como han expresado varios analistas, en cómo endurecer la política monetaria sin crear un choque en la economía, que pudiera provocar un desplome de los mercados bursátiles, o el riesgo de la deuda global, que justamente días atrás anunciaba el FMI se situaba en US$236 billones, equivalente nada más y nada menos que al 256% del PIB global.

Al ser los Estados Unidos nuestro principal socio comercial con una evidente correlación entre su crecimiento económico y el nuestro, además del último informe del Banco Central de la República Dominicana que revela una tasa de inflación interanual de 8.2% para noviembre, todo indica que el 2022 será una batalla contra la inflación, y nuestro país no será la excepción.