No ha sido en una, ni en dos ocasiones que se ha debatido sobre las consecuencias de la apertura de las economías a nivel global que genera una masiva exportación de empleos hacia las naciones en vías de desarrollo. Ese fenómeno se produce ante el interés de contar con mano de obra barata que les permita maximizar su productividad y por vía de consecuencia aumentar los márgenes de ganancias de los diferentes medios productivos.

Este fenómeno toma mucha más relevancia cuando países como los EE. UU. se ven sumergidos en procesos electorales en el que los debates por lo regular se disminuyen al recurrir a esos llamados “empleos perdidos” como tema central de una campaña electoral presidencial. Un gran ejemplo de lo descrito anteriormente fue la campaña electoral en el año 2007, donde uno de los temas que más se discutió fue la reducción de la fuerza laboral en la industria automotriz en Detroit.

Recuerdo con mucha claridad que en el momento que el presidente George W. Bush (hijo) abordaba el tema sustentado en la esperanza de recuperar esos empleos, por otro lado, el fenómeno político de ese momento, el candidato presidencial Barack Obama, prometía y aseguraba el retorno de esos empleos; y es que haber planteado en ese momento lo contrario hubiese tenido un costo político muy alto.

Y es que por lo regular sincerizarse con la mayoría, que es el pueblo, en ocasiones conlleva pagar un precio que potencialmente sería muy arriesgado, que fue exactamente lo que sucedió con el difunto, ex senador John McCain, que es bueno precisar, era el candidato presidencial por el Partido Republicano, al declarar en medio del furor de la campaña: “Esos empleos no volverán”, que lo suicidó políticamente, pero que era la cruda realidad en esa coyuntura.

Al senador McCain lo único que le faltó decir fue que el tiempo de mantener el mismo empleo por décadas y con el mismo empleador, eran cosas del pasado en razón a que el mundo, producto de las mismas conexiones de los mercados se tornaba cada día más competitivo, donde las habilidades de hoy ,mañana tal vez no existan en los distintos curriculums universitarios, más allá de acuerdo con el Departamento de Estadísticas Laborales de los EE.UU., una persona tendrá entre 10-12 trabajos antes de la edad los 38 años.

Vivimos en tiempos exponenciales, con un flujo de información incalculable; estas ventajas, junto con la apertura de mercados se ha abierto, bajo las características actuales del mercado laboral, les brindan la oportunidad a países como la República Dominicana de beneficiarse absorbiendo estos empleos; otro ejemplo, pero en mayor escala, es la dinámica EE. UU. – China, donde miles y miles de oportunidades se exportan desde EE.UU. hacia ese país enclavado en el continente asiático.

Lo que sí muchas veces no observamos en la relocalización  de empleos, al igual que en la automatización de procesos, son las oportunidades, pues de acuerdo a un estudio del London School for Economics Center,  existe una correlación entre la exportación de empleos en el sector manufacturero en los EE.UU. y la creación de nuevas plazas de trabajo dentro de los Estados Unidos, indicando como razon fundamental, el aumento de la productividad de los exportados, reduciendo costo, lo que expendería el reclutamiento laboral con otras destrezas y áreas.

A todo esto, podríamos agregar que, como como consecuencia de la competencia de los mercados y la misma reducción de costo, la innovación se impulsa e incentiva, convirtiéndose en la mejor receta para cualquier economía. El contrapeso de la pérdida de empleos, tanto desde una óptica global y hasta personal es la innovación. Mucho se ha escuchado hablar en estos tiempos difíciles de pandemia de que debemos reinventarnos; bueno, eso también es una forma de innovar, pues esta es la principal catalizadora de cualquier economía, atrayendo incluso nuevas inversiones.

Vivimos en un mercado global y de economía del conocimiento que es el principal ingrediente que una persona puede ofrecer en el mercado laboral, como también marca la diferencia tanto para los seres humanos como para una empresa, sin importar su naturaleza. Y es que siempre existirán retos y soluciones que buscar; está en el DNA del ser humano. La capacidad innovadora será un puente entre el conocimiento y estos retos. Ese es el único camino para alcanzar lo que buscamos: el éxito.