Uno de los males que más nos agobia como nación es el populismo pre post electoral, pues no bien ha concluido un certamen para escoger al jefe del Estado, cuando ya iniciamos los feroces ataques contra el o la que se vislumbre como ganador o ganadora.

Una muestra palpable es que apenas han transcurrido ocho meses de haber concluido las elecciones presidenciales, cuando ya una parte importante de organizaciones sociales y políticas han retomado los medios de comunicación con sus ataques irracionales y dotados de una alta dosis de manipulación, al igual que de carencia de propuestas sensatas.

La queja del momento es sobre los precios de los productos de la canasta familiar; en términos técnicos, la inflación. Independientemente de que se esté de acuerdo o no con las quejas, no se ve en el horizonte una propuesta para solución de los problemas, más bien nos quedamos en eso: ¡denuncias!

La realidad, a nuestro humilde entender, es que la presión inflacionaria viene y habla inglés, lo que nos obliga a asimilar el fenómeno del dólar y sus consecuencias en países emergentes como el nuestro. Es quizás llover sobre mojado expresar que ha sido una constante nuestra a través de las entregas por este medio, Acento, expresar la muy relevante significación y consecuencias de la moneda norteamericana tanto en Quisqueya, como en el resto del mundo.

El dólar, que es la moneda reserva estándar global, representando más del 60% de las reservas de los bancos centrales del mundo, pues, así como es la moneda-negocio, implica además que su política monetaria, al igual que la fiscal tienen consecuencias internacionales de mucho impacto.

Por ejemplo, cuando un país importa petróleo, completa la transacción en dólares, lo que conlleva que EE. UU. debe mantener suficiente oferta de su moneda a fin de que la liquidez necesaria no se altere, pues de no ser así amenazaría la hegemonía de ella. De ahí el fabuloso planteamiento del analista financiero Noah Smith, que argumentaba que EE. UU. se encuentra en un dilema porque fortalecer su moneda implica un aumento de las importaciones, debilitando sus exportaciones y apilando así su balanza comercial negativa, contrario a un debilitamiento del dólar que conllevaría aumentar las exportaciones y favorecer su balanza comercial. Sin embargo, esto último apuntaría a replantearse todo el sistema monetario a escala mundial.

Independientemente de la disyuntiva, la realidad al momento es que el Banco Central Norteamericano (FED) por un largo período ha entrado en una política monetaria expansiva con bajos intereses y creación de masa monetaria y créditos baratos, cuyas consecuencias para otras naciones, incluyendo países emergentes, se ven con excesos de dólares a los cuales se les presenta el siguiente dilema:

a) Dejar su moneda apreciarse ante el dólar, reduciendo su competitividad en el mercado mundial al decrecer sus exportaciones;

b) Aumentar su masa monetaria (más dinero) para estabilizar la prima del dólar y mantener su competitividad, lo cual por consiguiente provoca inflación y elevando el costo por importación.

Independientemente de la postura de nuestras autoridades, de una u otra forma, la realidad es que la presión inflacionaria viene y vendrá de fuera. Similares acontecimientos experimentamos a principios de los 80, al igual que en el 2008.

Por el momento, las principales materias primas: metales, productos agrícolas y energía advierten alzas en sus precios. Tanto el petróleo, oro, café, sólo por mencionar algunas materias primas, han experimentado ya una media en su alza superior al 100% desde su punto más bajo en el 2020; así lo refleja el índice de materias primas, Invesco DB Commodity Index Tracking Fund (PDBC), al duplicar su precio en un 95% desde el verano del 2019.

Al tomar estos precios como referencias, y teniendo en cuenta que tradicionalmente se han utilizados como parámetros inflacionarios, al seguir experimentado similares precios y quizás superiores, cuando añadimos el ingrediente de escases de ofertas, y el repunte de demanda a nivel global, se contribuye a las presiones inflacionarias, exportando inflación al resto del mundo.

Precisamente el pasado jueves, en un reporte publicado por la institución financiera Goldman Sachs, se alertaba que el mundo depende de un reducido número de naciones en la fabricación de semiconductores, ante la creciente demanda que se ha creado, provocando un estancamiento en órdenes de hasta 6 meses, traduciéndose ello en un incremento de los precios de vehículos, computadoras, monitores y más, lo que la institución ve como una proyección de inflación en los EE.UU., de un 3% a un 0.4%, que es más de lo que se había previsto. Estas proyecciones inflacionarias de alguna una manera se exporta a países emergentes como el nuestro.

Lo expuesto más arriba no es más que una visión de lo que ha estado aconteciendo en el comercio  y sus implicaciones en los sectores económicos y financieros a nivel global, que espero contribuya a alertar  a algunos líderes, representantes de las diferentes  instituciones  sociales, económicas  y políticas a fin de que obren con mayores dosis de responsabilidad ante la situación actual referente al estilo de elevar críticas sobre los exorbitantes precios de los centros comerciales y de otros muchos problemas que nos aquejan,  pues les aportarían más al país si acompañamos las quejas con propuestas concretas que conduzcan a arrojar soluciones.