En estos últimos días me he cruzado con un sinnúmero de análisis, tanto en medios radiales, escritos como televisivos vaticinando hiperinflación en la economía norteamericana, continuada con el colapso del dólar.
Ese pensar se fundamenta primordialmente en los crónicos déficits fiscales, balanza comercial negativa, al igual que la creciente deuda pública estadounidense.
Unos llegan tan lejos hasta a comparar la coyuntura actual con la hiperinflación que se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial en la República de Weimar, hoy conocida como Alemania; otros, inclusive, intentan crear un paralelismo con la devaluación del peso argentino, que se encuentra en una situación desastrosa, frente al dólar, lo cual en lo personal simple y llanamente pienso que es insólito.
La discusión alrededor de la posibilidad del desplazamiento del dólar norteamericano como patrón monetario internacional,no es desde ahora que se ha venido planteando en distintos círculos financieros: foros económicos, eventos internacionales y entre poderosos inversionistas. Recuerdo que hacen unos años llegó a circular la especie de que existía una “conspiración” que descansaba en el interés de imponer una nueva moneda de intercambio comercial conocida como el ‘Amero’, cuyos promotores e integrantes serían los Estados Unidos, Canadá y México, posteriormente surge el euro, tomando fuerza la corriente de pensamiento que sostenía que la misma seria la moneda sustituta deldólar.
Sin embargo, antes de entrar en particularidades sobre el planteamiento del euro, tenemos que ver en contexto el porqué de la hegemonía del dólar en la actualidad. Sucede que, en el año 1944, ante el acuerdo de Bretton Woods, lugar de donde emanó el Fondo Monetario Internacional, surgió esa moneda como referente para el intercambio comercial internacional y acontece que en el momento en que la gran mayoría de los países tenían sus monedas atadas al oro, paralelamente EE. UU. poseía la mayor reserva de oro en el mundo, acuerdo que permitió a los demás países respaldar sus monedas en dólares en vez de oro.
Ya para inicio de los 70, los países miembros iniciaron una enorme demanda de oro por sus reservas en dólares, lo que aprovecha hábilmente el presidente norteamericano Richard M. Nixon, pues en vez de permitir una reducción drástica de las reservas de oro, optó por poner fin al llamado patrón oro y convirtió la moneda anglosajona en dinero ‘fíat’, es decir, apoyado únicamente por la confianza del gobierno norteamericano.
Transportándonos a la realidad del presente, ¿qué nos indica que la situación actual pueda apuntar hacia una hiperinflación? Y, por otro lado, ¿qué indicador podría inducirnos a pensar en un desplazamiento del dólar como moneda deintercambio en el mundo?
Veamos, desde marzo del 2020, EE. UU. ha emitido en bonos más de 3 billones de dólares, mientras Japón ha emitido el monto de 2 billones de dólares; China incrementó su déficit fiscal en un 3.6% de su PIB en el 2020, comparado a un 2.8% en el 2019; a esto le agregamos la amenaza del rompimiento de la zona euro y el intento de mutualizar la deuda pública de Europa.
Podemos afirmar que en modo alguno la expansión monetaria y los déficits fiscales no han sido singulares en los EE. UU., sino una acción simultánea de las principales economías del mundo en un intento por reactivarlas y así colocarse en una mejor posición para enfrentar con mayor éxito los embates de la pandemia.
Ahora, ¿por qué pienso que la gran expansión monetaria no creará una hiperinflación? Confieso que yo también abrigaba las mismas expectativas ante la expansión monetaria del 2009, pero de los errores es mucho lo que se aprende. Es muy ilustrador reiterar que el dólar posee una posición privilegiada a nivel mundial, pues al ser la moneda de preferencia para todas las transacciones a nivel internacional, cada dólar que “La Fed” emite, no necesariamente se queda en EE. UU., sino que es un dólar que puede ser exportado, que no necesariamente se queda en Norteamérica, contrario al peso dominicano, por ejemplo, que peso emitido por República Dominicana, sí se mantiene en nuestro país.
Por otro lado, es de mucha utilidad que comprendamos el concepto de la velocidad de la masa monetaria (Velocity of M2) que es en realidad es lo que genera inflación, la expansión monetaria por sí sola no genera inflación. Cuando observamos detenidamenteque la masa monetaria viene en declive desde los inicios del año 2000,estamos hablandodel declive de la velocidad del “money stock” de los EE. UU., generando un acentuado descenso desde hace dos décadas, es decir que por el momento veo poco riesgo de una inflación desmedida.
Ahora bien, en lo atinente al reemplazamiento del dólar como moneda patrón, es de señalar que para que eso suceda deberían crearse tendencias que en lo personal aún no observo. Y una de las razones fundamentales que me conducen a negar esa posibilidad en la actualidad es quede acuerdo con el “Global Stability Report”, del FMI, más del 40% de los préstamos a nivel mundial son emitidos en dólares. Esta misma moneda sigue siendo la principal de reservas, donde el 80% de las importaciones de energía de Europa se concretizan en la misma, además de que un 66% de los pasivos de bancos no norteamericanos en el mundo están al igual, en dólares.
En fin, si cierto es que nada dura para siempre, que nada sobre la faz de la tierra es imperecedero, sin embargo, no vislumbro en la actualidad ningún cambio que nos conduzca a pensar en la existencia de una tendencia en esa dirección. Por el momento sí estimo que la supremacía del dólar norteamericano se mantendrá por largo tiempo.