El fervor de las criptomonedas ha llegado a niveles inimaginables, pues en el 2014 una moneda de Bitcoin se situó en los 769 dólares, muy distante a la actualidad donde se encuentra por encima de los 62,000 dólares, para un crecimiento superior al 7,900%. Por muchos años se ha venido señalando que lo que ha estado sucediendo es toda una burbuja, donde muchos se refieren al hecho como una nueva versión de la referida burbuja del Dotcom, o los llamados tulipanes en el siglo XVII. Y en ese proceso evaluativo sus más arduos defensores vislumbran este tipo de moneda como la nueva forma de dinero, así como alternativa al sistema financiero y monetario.
La más conocida y aceptada de todas las criptomonedas es el Bitcoin (BTC), no obstante, a la existencia de más de 8,500 de ellas en el mercado. Sin considerar quién posea la razón, detractores o defensores, por el momento su existencia es una tangible realidad donde instituciones de inversión como Goldman Sachs ofrecerán productos de inversión cripto a sus clientes. Siguiendo por el mismo camino, otros como JP Morgan se aprestan a considerar la misma idea. Es de notar que dos años atrás hasta pensarlo hubiese sido algo surreal.
Si asumimos que “las criptos” han llegado para quedarse, el punto de controversia es cuál es su futuro. De entrada, se podría afirmar, que, en el caso particular de esa moneda virtual, la idea original era la de establecerse como un circulante digital, o bien, un remplazo del dinero. Decía el profesor Juan Bosch, que el dinero es solo una representación de la riqueza, pero que no era riqueza como tal, cuya aseveración compartimos. A manera de ejemplo, tomemos a mis dos hijos que son amantes del videojuego Pokémon GO. Si les ofrezco US$1.00 ó 100 Pokécoins (monedas para comprar en el sistema de Pokémon), yo les aseguro que preferirán los 100 Pokécoins, pues en su universo el valor lo tienen los Pokécoins y no el dólar.
No es ocioso preguntarse: ¿es el BTC una auténtica representación de dinero? Eso va a depender del uso que se le dé, aunque en término práctico y universal, por su precio, volatilidad y costo de producción es poco práctico su uso. El producir un Bitcoin se concretiza vía un proceso digital de minería. La energía que cuesta producir un solo BTC vía este proceso digital, equivale a la misma que se requiere para que un vehículo Tesla pueda desplazarse desde la ciudad de New York hasta Los Ángeles, lo que nos induce a plantear que es mucho más práctico disponer de otra cripto moneda, como NANO, la cual nos permitiría realizar 5 millones de transacciones con la misma energía utilizada por el BTC. Justo por estas características particulares es que muchos vemos al BTC como una forma de inversión y especulación, como mecanismo que remplace el oro como inversión, no como dinero de uso habitual.
Ciertamente que el BITCOIN es un instrumento de inversión que bien podemos calificar de todo un gran éxito, muy a pesar de su volatilidad, habida cuenta de que sus retornos anuales en promedio han sido de 408% desde el año 2017 al año 2020, al margen de unos que lo limitan a pura especulación, sin fundamento alguno, y otros como “hedge” contra las agresivas políticas monetarias y fiscales, en un mundo donde la deuda pública se ha incrementado del 2016 al 2020 en US$56 billones para incrementarla a un 365% del PIB global, y el 20% del circulante del dólar norteamericano fue creado el año pasado. Si asumimos que el BTC será el Oro 2.0, metal que históricamente ha sido un protector contra la inflación y momentos de incertidumbres en los mercados con el oro en $10 trillones, partiendo de que existen alrededor de 20 millones de monedas de BTC para alcanzar el mercado del oro, el BTC tendría que colocarse en los US$500,000.
Está muy claro que las incertidumbres y los debates alrededor de las monedas virtuales continuarán siendo objeto de debates y temas de trascendental importancia por su rol en el sistema financiero y además por ser un instrumento de inversión.
Al final debemos tener claro que, siendo el ser humano por naturaleza renuente al cambio, de la misma manera los taxistas confrontan a Uber, Blockbuster no evolucionó y Netflix emergió como una nueva alternativa, también Airbnb se presenta como una alternativa a los hoteles. Las criptomonedas tal vez no sean las que reemplacen el circulante que conocemos en la actualidad como dinero, pero ya el auge de ellas es un catalizador a la digitalización de las mismas, lo que nos dice muy tangiblemente que es tan sólo asunto de tiempo la desaparición del dinero físico, abriendo espacio a la nueva era del pago digital.