Por naturaleza el ser humano teme al cambio, tal vez con el temor de un desenlace desconocido. De hecho, tenemos tanto recelo al cambio que nos aferramos a mecanismos de defensa como la resignación, sin embargo, de manera contraproducente el ser humano y las sociedades desde los inicios de la civilización ha continuado en constantes cambios y transformaciones.
De esto no está excepto los pensamientos económicos, desde la época del mercantilismo el cual era un sistema parcialmente coordinado por el mercado, Adam Smith se quejó amargamente de los monopolios gubernamentales que otorgaban derechos comerciales exclusivos a grupos como las empresas de las Indias Orientales o Turquía, dependiendo de precios y salarios regulados.
Bajo esta realidad, Adam Smith argumento, con toda razón en The Wealth of Nations que la apertura de los mercados y el intercambio comercial permitían la especialización de los individuos en ciertos aspectos de la producción y la división del trabajo lo cual por ende permitía una especialización de la producción. Como consecuencia de acuerdo a Smith, el mercado creaba una economía interdependiente en las que los individuos pueden aprovechas los beneficios de la especialización y el comercio para sus necesidades, aumentando así la productividad y el nivel de vida de los participantes. De esta manera tenemos el surgir de la escuela clásica del pensamiento económico, teniendo a Adam Smith como uno de sus principales exponentes, y posteriormente un modelo de crecimiento que objetaba el déficit público.
Atrincherarse en una corriente de pensamiento de manera estática a medida que surgen nuevos desafíos atenta contra el crecimiento y metas del ser humano
Para inicios del siglo XX, el crecimiento a largo plazo sigue siendo el foco importante de la economía, para posteriormente la economía mundial caer en lo que hoy conocemos como la gran depresión. De ahí naturalmente surgen pregunta, ¿Qué causa las depresiones? Y ¿Cómo sale una economía de una depresión? Fue en este momento que la economía moderna se desarrolla como una rama separada con enfoque significativo en el ciclo económico a corto plazo. Esta corriente que conocemos hoy como economía keneysiana, en nombre de su precursor John Keynes, continuo centrándose en las fluctuaciones en torno al crecimiento y las tendencias del crecimiento, al igual que desafío el pensamiento tradicional del rol nulo del estado en los tiempos de desaceleración de las economías.
Para la década de 1960, el laureado Milton Friedman refuta con los principios ya aceptados de la economía keynesiana. En su obra “A Monetary History of United Sates” , en colaboración con la economista Anna Schwartz, Friedman argumentaba que la mala política monetaria de la Reserva Federal (FED), fue la causa principal de la Gran Depresión en los EE.UU, al implementar la oferta monetaria equivocada.
Posteriormente con el colapso del sistema Bretton Woods a principios de la década de los 70, el aumento del desempleo al igual que inflación sobre en los dos dígitos, los gobiernos recurrieron a la corriente de pensamiento de Friedman, mejor conocida como monetarismo. Fue entonces cuando esta escuela de pensamiento económico gano más prominencia. El auge del monetarismo retoma el enfoque en el crecimiento a largo plazo, que ha sido siempre el enfoque de los economistas clásicos.
Ya para el nuevo milenio, surge lo que conocemos hoy como la Expansión Cuantitativa ( EC), que no es más que una política monetaria no convencional llevada por los Bancos Centrales con el objetivo de relanzar sus economías, su implementación inicialmente se le conoce en Japón en el 2001 por recomendaciones del economista alemán Richard Werner. La idea de los EC es bajar la rentabilidad de los bonos vía la compra masiva de bonos y como consecuencia crear liquidez para facilitar el crédito a consumidores y empresas. El gran auge de los EC inicia ante la crisis financiera del 2007, cuando su implementación toma su curo en Estados Unidos, Reino Unido, y la Zona euro.
Hacemos este breve recuento, tal vez ya conocido por muchos, para transportarnos al presente y ver en contexto los evidente continuos en el pensamiento económico, fruto a reacciones de contextos globales inéditos, los que nos lleva al panorama actual, con una pandemia que paralizo al mundo, constante retos de la cadena de suministro, cambios en el comportamiento del consumidor (que puede ser temporal o definitivo) , e intentos fallidos de revertir la globalización, podemos decir que todas estas corrientes de pensamiento ha creado una impronta irrebatible en el desarrollo de las economías y sociedades, y que aun no se en los absoluto todas siguen vigentes.
Cada una de estas corrientes respondieron a un contexto económico en particular, con recomendaciones según el diagnostico que nos toque enfrentar. Al igual que las sociedades viven en constante cambio, igual los pensamientos económicos son dinámicos, de ahí el énfasis de los organismos internacionales en sus énfasis en el pragmatismo económico. Que no quepa la menor duda que nuevas corrientes de pensamiento surgirán de los retos que hoy enfrentamos, atrincherarse en una corriente de pensamiento de manera estática a medida que surgen nuevos desafíos atenta contra el crecimiento y metas del ser humano.