Es la noche de un cálido sábado en la zona más turística de la costa dominicana. Extranjeros y nacionales se reúnen en grupos para cenar. Vestidos con ropa fresca de verano, se fotografían y pasean por el área común de un complejo hotelero de Bávaro. El jolgorio evoca la época anterior a la pandemia. Pero las mascarillas en sus rostros y las cientos de sillas vacías del teatro debido a la suspensión del espectáculo nocturno son el golpe hacia la realidad impuesta por el coronavirus.Con una mascarilla que oculta su sonrisa, Yanilka Varela sirve bebidas a los turistas que se solean en el área de la piscina la mañana del domingo. El ambiente relajado sirve de escape al odioso confinamiento y a las cifras sombrías de la pandemia. Los extranjeros, a su vez, avivan la fuente de empleo de Valera y sus colegas. “Extrañaba a los compañeros, pero a la vez estoy sumamente cansada”, dice la mujer mientras toma una pausa para almorzar.

Varela pasó 15 meses suspendida de su empleo hasta que retornó en junio de 2021. En ese tiempo se valía de sus ahorros y de un subsidio estatal de RD$5,000 (unos US$88). Ella se siente con suerte por ser parte del personal del resort que sigue con trabajo en un sector que estuvo tres meses detenido el año pasado por la pandemia de la covid-19, y que reabrió bajo el estímulo de una serie de exenciones tributarias que impactan en las recaudaciones del Estado dominicano, como lo demuestra esta investigación periodística, realizada para CONNECTAS, con el apoyo de Participación Ciudadana, Faro e Innovation for Change.

La periodista Mariela Mejía y CONNECTAS, con el apoyo de Acento, publican este reportaje sobre las exenciones otorgadas al sector turístico en República Dominicana a raíz de la pandemia y también por una ley vigente desde 2001, disponible en el siguiente enlace:

 

Beneficios fiscales "todo incluido"