La semana pasada se desataron los demonios, tras las autoridades entrantes presentar un anteproyecto de ley que proponía una mini reforma tributaria bajo el argumento que habían heredado un país quebrado. Sin ánimo de echarle más leña al fuego, no es ni la primera vez que se usa el recurso del catastrofismo, pero tampoco será la última. Recordemos el famoso “maletín de facturas” que les dejaron a las hoy autoridades salientes en el año 2012.

El caso es que inmediatamente se introdujo el anteproyecto señalado, se dejó sentir en forma de una orquesta muy sincronizada, repitiendo al unísono entre voceros y representantes de las autoridades del pasado gobierno: “A un país quebrado no le prestan US $3,800 millones en bonos en los mercados internacionales de capital”. De lo anterior, para ser justos, nos preguntamos entonces: ¿está realidad nuestro país en quiebra?, a mi humilde entender diría enfáticamente que no.

Deuda pública externa como porcentaje de las exportaciones de bienes y servicios

Un país entra en bancarrota al suspender los pagos de sus deudas, lo que consecuentemente dificulta nuevos préstamos, y en el caso de la emisión de bonos en los mercados de capitales disminuye el valor facial del bono, el cual no ha sido el caso.

Por el momento no estamos en una crisis de pago como lo ocurrido en México (1994), o en las economías asiáticas (1997), rusa (1998), brasileña (1999), y lo más reciente que es lo ocurrido con Argentina, que ha convertido como ciclo de vida la reestructuración de deudas, incluyendo la línea de crédito más alta en la historia otorgada por el Fondo Monetario Internacional que es de US $50,000 MM. Como tampoco el caso de una Grecia de los principios de la pasada década, que aún con el apoyo y rescate del Banco Central Europeo, las tasas de sus bonos llegaron a oscilar en cerca del 30% en los mercados de capitales, o en nuestra historia dominicana con la cesación de pagos en el 2004, que llevó los bonos a venderse a un descuento hasta de un 40%.

Ahora bien, aunque esto pareciera una apología a las recién pasadas autoridades gubernamentales   que jamás lo es, sino todo lo contrario, es bueno analizar las cosas en su justo contexto, ajeno del pesimismo y también del optimismo infundado, pues luego de muchos hacer silencio ante la introducción de la ley 253-12, hoy tienen la indelicadeza de hablar de la curva de Laffer, y de economía saneada. 

% de las exportaciones de bienes y servicios. Fuente Crédito Público & BCRD
% de las exportaciones de bienes y servicios. Fuente Crédito Público & BCRD

EMBI como herramienta de riesgo

A ver. Las autoridades salientes habían señalado lo siguiente: “a un país quebrado no le prestan en los mercados de capitales”. Sin embargo, existen otros elementos más allá de este argumento. Tomemos entonces el EmergingMarket Bond Index (EMBI), que es también conocido como riesgo país, como punto de referencia. El EMBI mide la diferencia entra la tasa de interés que un país debe pagar para emitir deuda en el exterior con respecto al crédito, que pagan los bonos norteamericanos, y a la vez refleja la probabilidad que una nación incumpla con la paga de la deuda. ¡Irónico!, el riesgo país hoy en día es de 4.71, que es superior al momento que el expresidente Danilo Medina exclama que la “situación” que le entregaban era muy difícil con un riesgo país de 3.35.

Pero vayamos un poco más lejos. Si entramos más al fondo y desmenuzamos la deuda y al mismo tiempo hacemos una radiografía al famoso “maletín de facturas” que Medina se refirió, arribaríamos a que para el cierre del 2012 la deuda pública consolidaba se situaba en alrededor del 42% del PIB, para el cierre del 2019 (pre-Covid) la misma por cifras arrojadas por el FMI estaba en el 54.9% del PIB, y ahora luego de la pandemia, excedería el 60% del PIB. De esta deuda, cuando calculamos lo que se paga en intereses, al cierre del 2012 se había pagado en el año US $612.90 MM en amortización, y US $437.80 en intereses, para un 41% en intereses. Ya, desde el año 2017, por primera vez en este milenio pagamos más de la mitad en intereses; para el cierre del 2019 se había pagado US $1,181.92 MM en amortización, y US$ 1,303.66 MM en intereses, lo que representaría un 56% en intereses de la deuda externa.

En un trabajo publicado por Igor Paunovic para la CEPAL, especifica como uno de los elementos para evaluar la sostenibilidad de la deuda extranjera en América Latina se toma en cuenta la relación entre la deuda pública externa y las exportaciones de bienes y servicios, siendo el valor crítico utilizado de 150%. Como podemos observar en el gráfico — % de las exportaciones de bienes y servicios –, hemos sobrepasado ese valor crítico desde el 2013 de manera progresiva hasta llegar al 208%.

Riesgo-País(EMBI).
Fuente: Crédito Público

Cuando tomamos todos estos indicadores, incluyendo el riesgo país de los bonos en mercados de capitales, la realidad es innegable: las condiciones financieras de hoy (aún pre-Covid) son muy inferiores a las del cierre del 2012, por lo cual los que pudieron ser válidos argumentos en aquel momento, simplemente hoy no tienen ningún tipo de sustento. Lo que pudo haber sido una válida defensa hace 8 años, ante el “maletín lleno facturas”, definitivamente no tiene espacio para serlo hoy, así de sencillo.