Los ruidos de corrupción, partidocracias, ciclones y nacionalismo hunden la esperanza de saber el porqué nos matan. ¿A quién le importan las altas tasas de femicidios en la República Dominicana? ¿Qué partido político incluye en su plataforma la solución al femicidio? ¿Y el gobierno tiene alguna estrategia para prevenirlo? Las madres lloran a sus hijas y las hijas e hijos lloran a sus madres, mientras el dolor deambula sin esperanza repitiéndose malévolamente. Más que repetir los episodios de mujeres asesinadas que mueven a una morbosidad colectiva, en este artículo me gustaría invitar al lector a reflexionar sobre las causas de esta enfermedad social y si existen medidas de prevención.

Estadísticas de la Procuraduría General de la República demuestran que más de 1,116 mujeres perdieron la vida en manos de un esposo, ex esposo, novio o ex novio, desde el 2005 al 2016, y en los primeros seis meses del 2017 se suman 43 mujeres más. Esta cifra coloca al país en el tercero de más altas tasas de femicidio en Latinoamérica y el Caribe tras Honduras. Algo importante y necesario de recalcar es que el femicidio no es un problema de los países pobres en particular, el femicidio es un problema en los Estados Unidos como en otros países avanzados de Europa; o sea que el asesinato de mujeres tiene dimensiones locales y globales.

La República Dominicana es signataria de numerosos convenios internacionales para obtener la igualdad de género y prevenir la violencia en contra de las mujeres. Por ejemplo, el país fue uno de las primeros en la región en crear leyes como la 24-97 sobre violencia de género, la penalización del femicidio, unidades policiacas de violencia intrafamiliar y jueces especializados. Por otro lado, el Ministerio de la Mujer enfrenta el problema con charlas y capacitaciones para crear una nueva masculinidad. Al parecer, tenemos todo lo que se necesita para prevenir y evitar el femicidio. Sin embargo, el problema se incrementa cada día. ¿Por qué?

El femicidio es muy parecido a la caza de brujas de la época medieval cuando aquellas mujeres que exhibían cierta autonomía y conocimiento eran perseguidas y torturadas antes de quemarlas. Esa relativa autonomía y conocimiento se repite hoy. En las últimas décadas, el papel de la mujer se invirtió por completo, de su función reproductiva, cuidado de la familia y el hogar, las mujeres han alcanzado importantes peldaños en la educación, política y en el mercado de trabajo. Esto sin mencionar el decrecimiento en las tasas de fertilidad.  ¿Cómo impactan estos avances a la hegemonía patriarcal? ¿Por qué una mujer que sale y entra libremente, que trabaja o estudia, que tiene en muchas ocasiones más conocimientos que el hombre, que maneja y sale con sus amigas, amenaza la hegemonía patriarcal? ¿Por qué los hombres no entienden que la mujer es más que una madre, esposa y buena cocinera, y que la mujer no es propiedad del hombre o  una mercancía que se puede alienar a su antojo?

La repuesta a estas preguntas se encuentra en lo que llamamos la división tradicional de los roles de género: la mujer en la casa y el hombre en la calle. Ahora se hace lo opuesto, las mujeres han conquistado un espacio importante en la esfera pública, pero estos cambios no han impactado la mentalidad sexista y patriarcal, la cual se estancó en los valores establecidos. Tanto hombres y mujeres están involucrados en esta forma atrasada de pensar. La sociedad y las mentalidades cambian, las ideologías y las formas de ver el mundo se quedan igual creando fuertes conflictos y, en este caso, una guerra en contra de las mujeres en un intento de que vuelvan a ser lo que eran antes.

El femicidio es un reto social y más aún un problema de salud pública el cual se puede y se debe resolver. No es solo la ley, o la policía, o el juez o jueza, ni los limitados intentos del  Ministerio de la Mujer, ni los llantos mórbidos de una sociedad miope que culpa a la mujer por chibirica o muy liberada o ignora el problema porque las mujeres supuestamente no denuncian el abuso. Para enfrentar el problema el gobierno dominicano tiene la responsabilidad de implementar estrategias preventivas de alto alcance, a nivel político y técnico, en áreas de políticas públicas, salud, educación, investigación e información.

¿Ante esta tragedia nacional por qué todavía no se ha incluido en el currículo de las escuelas, desde la primaria hasta la escuela superior, el respeto a la vida, la subjetividad de la mujer y la construcción de una nueva masculinidad? No es solo tener un día al año para celebrar la educación no sexista o celebrar el 25 de noviembre. Es romper viejos esquemas patriarcales en la mente de nuestros jóvenes, tanto hombres como mujeres, con un currículo radical. ¿Por qué todavía no hay un equipo de investigación que recoja pistas sobre dónde (región), cuáles sectores (urbano/rural), el nivel de educación y los ingresos de la población involucrada en feminicidios? Esta información ayudaría a identificar parámetros en las áreas y situaciones que generan violencia y, además, definir un conocimiento común del fenómeno al tiempo que se incentivan medidas de prevención.

Asimismo, ¿por qué no existe en el país una campaña masiva en los medios de comunicación que levante una conciencia pública del problema? Todavía los letreros y anuncios publicitarios presentan a la mujer como objeto y al hombre como sujeto. Todavía los programas televisivos y radiales incrementan el morbo en vez de educar. Todavía en nuestras conversaciones cotidianas la mujer es siempre culpable.

Por ejemplo, en  Chile el cual es el país con las tasas más bajas de femicidio, existen programas curriculares en las escuelas desde pre primaria hasta educación superior, programas para detectar los obstáculos del sistema para enfrentar todas las instancias de violencia en contra de la mujer, botones de pánico con GPS en poblaciones femeninas de alto riesgo. Chile es un buen ejemplo a seguir.

Hay que saltar a la otra orilla y abrazar los cambios, y ver al femicidio como un fenómeno sociopolítico. Es tiempo para que la prevención del femicidio sea una parte integral de la agenda pública.