Los insultos y desconsideraciones que Roberto Rodríguez Marchena, Gustavo Montalvo y otros miembros del actual gobierno, incluyendo al propio presidente Medina,  vienen recibiendo desde hace mucho tiempo de parte del diputado Vinicio Castillo, refleja claramente cómo se ha venido degradando la forma de hacer política en la República Dominicana.

La Fuerza Nacional Progresista, el partido del diputado Castillo, se ha convertido en la política dominicana en el encargado de degradar la discusión de los temas a niveles en los que se hace imposible llegar a acuerdos debido a los insultos, las descalificaciones y las desconsideraciones. Se trata de un papel que este partido lleva desempeñando muchos años, primero a través del protagonismo del Dr. Marino Vinicio Castillo y ahora de su hijo Vinicio Castillo.

Esta degradación ha llegado hasta el punto de perder el sentido común y ufanarse de esta condición de fuerza de choque verbal, pues he escuchado al diputado Castillo atribuirse con orgullo el “mérito” de ser el responsable de salir a enfrentar al “enemigo”, pero lo hace  con todo género de descalificaciones. Leí recientemente un tuit del diputado Castillo criticando al vocero de la presidencia, Roberto Rodríguez Marchena con la siguiente expresión: “Tenía tanto miedo que cuando iba a un programa, le decía Don Hipólito al jefe del PPH!”. El diputado confunde la cortesía, la decencia,  con la valentía y así es como hace política. ¡Qué pena!

En lo político, en una ocasión, mi profesor, el Dr. Castillo, intentó excusarse solo conmigo diciendo que los ataques no eran dirigidos contra mí sino contra PC

Hay políticos que no deben llegar a la presidencia y ni siquiera a posiciones importantes de dirección de la administración pública, y si llegaren habría que lamentarse, porque el país en sus manos viviría en una pelea continua, entre insultos, acusaciones y contra acusaciones, sin resolver los problemas y por el contrario agravándolos.  Son personas que otras las usan a su conveniencia, para realizar esos trabajos que degradan no solo la política sino a aquellos que los realizan, que solo encuentran simpatías en quienes los mandan, o en personas de su misma categoría y también, por qué no, en personas de buena fe confundidas por el verbo encendido y elocuente.

Algunos amigos me han criticado porque me esfuerzo por tratar con cortesía a todo el mundo, incluyendo a los corruptos y a los que incluso me han ofendido,  o a mi familia o amigos. Para mí es un tema de educación doméstica. Por ejemplo, siempre he tratado con cortesía a mi profesor, el Dr. Marino Vinicio Castillo, y he reconocido lo buen abogado y mejor profesor que fue. Por igual a sus hijos y lo he hecho a pesar de que he recibido todas las críticas posibles de ellos por mi trabajo en Participación Ciudadana (PC) y a veces por mi trabajo como abogado. Cuento a continuación dos situaciones en las que me he visto involucrado con ellos.

En lo político, en una ocasión, mi profesor, el Dr. Castillo, intentó excusarse solo conmigo diciendo que los ataques no eran dirigidos contra mí sino contra PC,  a pesar de que en ese momento yo era Coordinador de la entidad.  Le respondí que todo ataque a PC era un ataque directo a mí, no pretendiendo que descontinuara los ataques, pues tenía derecho a pensar de manera diferente a nosotros, sino para que quedara claro que la excusa no era válida.

En lo profesional, una vez, cuando la firma de abogados en la que trabajo aceptó ser abogado del Banco Central en el caso contra Ramón Báez Figueroa, recibí la visita de Juárez Castillo. Les pedí a mis socios Roberto Rizik y Mary Fernández que me acompañaran en la reunión, en la que Juárez nos solicitó, muy amablemente, que renunciáramos a llevar ese caso porque el mismo conllevaría una gran confrontación a todos los niveles. Cuando escuchó con igual amabilidad nuestra respuesta negativa, nos señaló que todo el que se involucrara en el caso, incluyéndonos, sufriría las consecuencias, lo que él lamentaba en lo personal. Esta amenaza obviamente reforzó nuestra posición de seguir en el caso. Esos ataques personales llegaron con el tiempo y así leí acusaciones distorsionadas en mi contra en las primeras planas del Listín Diario. Ironías de la vida, en el  mismo periódico al que mi padre le dedicó parte de sus mejores años.

A pesar de todo seguí tratando a todos los Castillos con cortesía y decencia, e incluso alegrándome cuando comprobé como profesor el talento de su descendencia y este artículo no implica un cambio de actitud, pues aunque hago política no partidaria y ejerzo una profesión tan difícil como la abogacía, no pienso seguir el ejemplo de los miembros de la Fuerza Nacional Progresista.

El ejemplo a seguir lo ha dado Roberto Rodríguez Marchena, una de las principales víctimas de los insultos del diputado Castillo, que prefirió seguir su trayectoria de hombre decente y cortés, y en su ¡Basta ya! de la semana pasada, fue incapaz de insultar al diputado Castillo. Y estoy seguro que así seguirá a pesar de que la respuesta del diputado fue llamarlo  “garrapata”.  Y es que no podemos darnos el lujo de dejarnos arrastrar por el mal ejemplo.

También es hora de que nuestros líderes entiendan la necesidad de discutir las ideas y competir en las campañas electorales con decencia, sin utilizar a terceras personas para que hagan el trabajo sucio, que, por cierto, no son capaces de hacer ellos mismos, para luego exhibirse como personas decentes y ponderadas, a pesar de que son los autores intelectuales de tales bajezas. Y esta crítica no solo aplica al presidente Leonel Fernández, sino también al presidente Mejía y al actual presidente Medina, pues todos se han beneficiado en el pasado e incluso el presidente Fernández en el presente, de esta forma degradante de hacer política.