La actitud y prepotencia del presidente de la Cámara de Diputados debe avergonzar a los políticos que le votaron para que se convierta en presidente de ese hemiciclo, parte de uno de los poderes del Estado.

Radhamés Camacho, profesor y dirigente sindical de los maestros, miembro del Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana, no ha presentado su declaración jurada de bienes, luego de ser presidente de la Cámara de Diputados. No es consuelo para él ni para nadie que muchos diputados tampoco lo hayan hecho.

El presidente de la Cámara de Diputados debía ser alguien con ciertas condiciones de honorabilidad, de respeto, que cuide por lo menos las formas. Radhamés Camacho se ha referido a la ley 311-14, de Declaración Jurada de Bienes, como “una vaina”, una cosa incómoda, que molesta, y que puede ser incumplida olímpicamente, sin consecuencias. Es una ley que fue aprobada por los senadores, por los diputados y promulgada por el Poder Ejecutivo.

A Radhamés Camacho le resultó incómodo que un periodista le preguntara cuándo comenzaría a cumplir con la ley de Declaración Jurada de Bienes. Dijo que eso no era importante, que el periodista debía poner atención a otra cosa más importante que “esa vaina”. Un fanfarrón en el terreno en que se necesitan personas respetuosas de las normas. Un fantoche que se siente con apoyo político para decidir lo que tienen que preguntar los periodistas y para considerar que una ley de transparencia es una “vaina”. Que horror, que pena, que vergüenza.

Y no pasa nada. Los diputados no le piden cuenta, ni lo ponen en cuestionamiento. No solamente debían pedir su destitución como presidente de la Cámara de Diputados, sino que debían pedir su destitución como legislador, por denigrar la condición que los electores le entregaron al momento de elegirlo.