Los nuestros son extraños legisladores terrenales. Investidos con la delicada potestad de crear leyes en un ejercicio que se asume en el interés de las mayorías, senadores y  diputados disfrutan de irritantes privilegios que no se conciben en manos de quienes están en el deber de legislar para todos.

Ellos, en cambio, y con muy honrosas excepciones, se benefician a sí mismos en tanto se han autoproclamado ciudadanos de primera clase, y con ello a su favor se confeccionan leyes a la medida de sus trajes aspiracionales.

Por años se ha mantenido en el Congreso la práctica de obsequiar exoneraciones de vehículos de lujo a diputados y senadores que devengan sueldos igualmente lujosos.

La iniciativa de erradicar esa práctica lesiva a los mejores intereses del país debe contar con el apoyo incondicional de los buenos dominicanos

A consecuencia de ello, se creó todo un comercio impúdico en el que se ofertan y adquieren tales exoneraciones en un trueque grosero en el que no sabemos si atribuir también a esos legisladores el oficio de concesionarios.

Senadores y diputados que tienen por mandato constitucional no solo elaborar leyes, sino también servir de contrapeso institucional fiscalizando la conducción del Estado, se dedican por contrario a ser piedra de escándalo mercadeando canonjías con alta rentabilidad.

¿Qué nivel de confianza pueden despertar unos congresistas que, aprovechándose de su condición de tales, crean sus propios mecanismos de acumulación cuasi obscenos, mancillando una función que como la suya es-debería ser- teóricamente del más elevado y respetable perfil?

Las muy lucrativas exoneraciones de vehículos, vale recordar, son apenas una parte de otros privilegios con los que la mayoría de diputados y senadores han organizado todo un esquema de ventajismo político
al amparo de sus curules.

Verbigracia, la asignación abusiva e ilegal de fondos millonarios asignados supuestamente para obras sociales, pero que todos sabemos van a parar en su mayoría al uso discrecional de los legisladores.

El Barrilito y el Cofrecito junto a las exoneraciones son, en puridad de verdad, una desverguenza que ya debió ser extirpada del Congreso Nacional, el que por demás no puede exhibir muchas luces con tantísimos legisladores en la holganza, proyectos que perimen por desidia o perversa dilación, y una improductividad que no se compadece con la millonada que nos cuesta.

La iniciativa de erradicar esa práctica lesiva a los mejores intereses del país debe contar con el apoyo incondicional de los buenos dominicanos y de todos los actores de la vida nacional. ACENTO adelanta su respaldo a la misma y no cejará en su empeño de que ese proceder inexcusable sea definitivamente sepultado.