Imagino que el creciente movimiento anti vacunas debe sentir que su creencia es razonable, lógica y coherente. Incluso tendrán estudios que avalan su posicionamiento.Ahora bien, en el discurrir del tiempo, la humanidad ha sido arrasada por enfermedades terribles, que dejaron de ser mortales por el uso de las vacunas.
A esta altura de la evolución, nos informan que existe el peligro de que vuelvan epidemias de enfermedades cuasi erradicadas o controladas por las vacunas. Con el agravante de que llegan para unirse a otras enfermedades de más reciente aparición. Por poner un ejemplo, a la ya complicada situación del VIH-SIDA, tenemos que agregar nuevamente el sarampión.
La Organización Mundial de la Salud estima que entre los años 2000 y 2016, la vacuna contra el sarampión evitó 20,4 millones de muertes. Intenté encontrar el dato de cuantas personas murieron por reacción a la vacuna y no tuve éxito. Me habríagustado contrastarlo, ahora bien, si hubiesen muerto 20,4 millones de personas por su uso, creo que existiera información o referencia de estehecho.
Estoy de acuerdo en que las vacunas deben ser seguras y no perjudicar a nadie; así que, aclaro que no creo que una menor cantidad de muertes sea “daño colateral”; todas las vidas importan. Pero como bien afirma UNICEF, estas son el medio que tenemos, por el momento, para proporcionar a nuestros hijos y nuestras hijaslos anticuerpos necesarios que les protejande enfermedades catastróficas. La molestia de los pinchazos y los efectos secundarios, son muchísimo menor que el riesgo de contraer enfermedades y definitivamente no es comparable con padecer la enfermedad.
No es posible soslayar que todo tratamiento clínico tiene riesgos. Con el uso de las vacunas, hay efectos secundarios y reacciones adversas. En los EEUU, hay casos judiciales paradigmáticos que significaron entre otros asuntos, que las empresas dedicadas a su fabricación tuvieran que establecer grandes controles de calidad. El caso conocido como el Incidente Cutter y sus demandas resultantes, permitió establecer que, incluso comprobando que no hubo responsabilidad intencionada, ni negligencia de los laboratorios, la compañía fabricante era responsable financieramente de los daños causados. Se habían cumplido todos los protocolos,pero alrededor de 200 personas quedaron paralizadas y 10 murieron.La condena tenía la intención de establecer claramente la obligatoriedad de controles de calidad eficientes y probados.
En las décadas de 1970 y 1980, en los EEUU, hubo muchas demandas contra fabricantes. Hecho que sirvió de motivación para que, en 1986, el Congreso de EEUU aprobara la Ley Nacional de Protección contra Lesiones Causadas por Vacunas en la Niñez, incluyendo reglamentos relacionados con el consentimiento informado y los reportes sobre situaciones adversas; que han permitido la implementación de programas de protección. En otros países se han instituido programas similares, poniendo énfasis en la vigilancia de reacciones adversas después de la vacunación y calidad del producto.
Vale la pena destacar, que no quiero negar que detrás de las vacunas haya un negocio millonario. Ahora bien, también es muy cierto que hay una necesidad relacionada con la salud, y con la erradicación de enfermedades y epidemias.
En la década de los 90, hubo un estudio que relacionó una vacunacomo un factor causal de autismo; el mismo ha sido ampliamente desmentido y existen múltiples investigaciones que han evidenciado la imposibilidad de establecer ese tipo de relación causal[1]. También, hay dudas con el Timerosal, un compuesto utilizado como conservante y que tiene mercurio; así que puedo entender las aprehensiones. Estoy de acuerdo que deben buscarse otras opciones ecológicas y sin riesgos, a pesar de que la dosis de mercurio que se usa es lo suficientemente pequeña para que sea eliminado de forma rápida.
Lo que a mi entender no admite discusión es la evidencia incuestionable del retorno de enfermedades que se creían erradicadas y controladas, por el no uso de las vacunas. Estoy convencida de que los Estados, deben actuar desde la lógica establecida en la decisión de 1905 de la Corte Suprema de los EEUU, en el caso Jacobson vs Massachusetts. Este se rehusaba a vacunarse argumentando que la ley violaba su derecho a cuidar de su propio cuerpo como mejor pudiera; y la Corte falló a favor del Estado, ratificando que tiene la prerrogativa de promulgar leyes obligatorias para proteger al público, en este caso, de la posibilidad de contraer una enfermedad transmisible.
En definitiva, en la disyuntiva libertad individual de decidir no vacunarse o no vacunar a sus descendientes vs humanidad en riesgo de epidemias. Creo que es legítimo imponer la obligación con el mecanismo de prevención disponible.
Les recuerdo que, en el país, existe el Programa Ampliado de Inmunizaciones, que aplica de forma gratuita vacunas para la prevención de enfermedades. Bajo la lógica de que un Estado de derechos debe garantizar la salud de la población.