El presidente Danilo Medina cumple tres años de gestión de gobierno este domingo, 16 de agosto. Un gobierno que nació atado al pasado, dado el compromiso que contrajo con el entonces presidente de la República, Leonel Fernández, para alcanzar la mayoría de votos en las elecciones de mayo del 2012.
Danilo Medina vino al gobierno con una vicepresidenta adherida del brazo de su esposo, el ex presidente Leonel Fernández, y con un grupo importante de ministros inamovibles, que formaban parte del poderoso Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Algunos ministros dejaron bien claro desde temprano que tenían su propia agenda, aspiraciones presidenciales incluidas, mientras que otros dejaban ver muy claramente que quien los mandaba no era Danilo Medina, sino Leonel Fernández. Por tanto, el actual gobierno inició con un pesado fardo en contra del presidente, con una justicia y un Congreso Nacional bajo control del saliente gobernante, quien quiso que quedara en la imagen de la sociedad la idea de que Danilo Medina sería un presidente de cuatro años, que detentaría la presidencia mientras el doctor Fernández descansaba, tomando en cuenta que él estaba en una condición especial de “presidente sin empleo” mientras Danilo Medina esperaba su retorno en el 2016.
Favorecía esa imagen la reforma de la Constitución del 2010, que fue un arreglo hecho a la medida del doctor Fernández, tomando en cuanta que no le fue posible una segunda reelección en el 2012 ni le fue posible imponer a su esposa como candidata presidencial.
La gestión presidencial de Danilo Medina estaba obligada a transitar un gobierno de 4 años con muchas dificultades, conservando la unidad interna de su partido (presidido por Leonel Fernández), conservando los privilegios de los ministros y miembros del Comité Político y del Comité Central, y no moviendo los compromisos realizados por Fernández con partidos aliados, que respondían a Fernández y no a Medina, como era el caso del grupúsculo Fuerza Nacional Progresista, que impuso al gobierno una política migratoria e impulsó una decisión del Tribunal Constitucional que comprometió a futuro el mismo destino del gobierno.
Sin que a Danilo Medina se le considere un mago de la política o de la estrategia de gobierno, hay que decir que en tres años supo salir de las trampas, obstáculos, triquiñuelas, conspiraciones y diatribas que se le impusieron, a él y a su gobierno, y que logró -con paciencia y sabiduría- imponer un estilo opuesto -al menos cosméticamente- al de su predecesor que le ayudó a terminar aplastando a Leonel Fernández y sus legiones, y de paso cooptar una parte de la oposición y convertirse en dueño y señor del poder en la República Dominicana.
Desde el primer plan que lanzó Danilo Medina de modificar el acuerdo de Leonel Fernández con la empresa Barrick para la explotación del oro de Cotuí, hasta la reforma de la Constitución de la República para cambiar el artículo 124 e imponer la reelección presidencial, Danilo Medina tenía claro el punto de llegada de sus acciones. Leonel Fernández andaba perdido en sus desvaríos y ensueños de que era el poder detrás del trono y que los vientos soplaban a su favor y que volvería al Palacio Nacional en las elecciones del 2016. Uno a uno los hechos fueron imponiéndose, y Danilo Medina -casi sin hablar al país- fue cerrando puertas a Leonel y guardando recursos para su propio provecho, hasta empequeñecer en grado vergonzoso al presidente de su partido.
Danilo Medina trabajó milímetro a milímetro su popularidad. Ese fue el recurso utilizado para eliminar los obstáculos del camino. No quiso vengarse de nadie, ni aceptó cambiar ministros que la sociedad quería que fueran enviados a sus casas o a la cárcel, permitió que los “aliados” entorpecieran muchas de sus actuaciones, toleró las trampas que le pusieron a través del Tribunal Constitucional, hizo cuanto pudo para evitar un desastre con el tema Loma Miranda, y ha salido airoso de las denuncias que se han formulado sobre temas de corrupción, justicia e impunidad.
Danilo no habló nunca sobre el sometimiento judicial a Leonel Fernández, pero el Ministerio Público no acogió la denuncia de investigación, tampoco intervino a favor ni en contra del senador Félix Bautista y compartes, denunciados por el Ministerio Público y sus principales ministros se han comportado con prudencia -y demasiado silencio- sobre cuestiones fundamentales en el debate institucional y político del país.
A una parte de la sociedad le ha gustado la forma de gobierno de Danilo Medina. Conservador, eficiente en los temas de recaudación de impuestos y en los asuntos administrativos de la educación. Las visitas sorpresas que le han dado un perfil de hombre preocupado por la producción y por el campo, que no descansa ni los fines de semana, y que cumple al pie de la letra las agendas que asume, por lo menos en la hora de llegada a los compromisos.
Esta gestión de Danilo Medina ha sido básicamente equilibrio y prudencia en asuntos políticos. Ha mantenido el gasto gubernamental, incluso aumentado el personal de las nóminas y nominillas públicas, conservado los privilegios de los hombres clave de la política, y atraído para su provecho todo cuanto contribuya con su reelección presidencial.
Los problemas fundamentales siguen ahí, inalterables: Calidad educativa deficiente, salarios miserables para maestros y médicos y personal de los servicios sociales básicos. Sigue vigente el problema eléctrico, la generación deficiente, los acuerdos leoninos. Sigue el caos en la administración pública, con la parcelación de las posiciones y los desmanes de algunos, sigue la impunidad y la corrupción en la administración pública, y continúa la pobreza y la desigualdad en la sociedad dominicana en niveles que nos colocan entre los países con mayor desequilibrio del continente,
Hasta el momento el gobierno no ha hecho nada relevante que toque las estructuras sociales, políticas y económicas que mantienen al país en esta situación. Un caso latente es el de la seguridad pública, que fue el tema mejor explicado por Danilo Medina en la campaña electoral, y que se ha convertido en uno de sus talones de Aquiles. A riesgo de pecar de un excesivo optimismo, y dado que el presidente se dispone a participar en una contienda electoral por la reelección presidencial, quizás podamos esperar que retome parte de las promesas hechas en la campaña electoral del 2012 para hacer justicia social y lo que nunca se ha hecho.
Es decir, que de ganar la reelección haga el gobierno que prometió haría entre el período 2012-2016.
Pero debe el gobernante mantenerse vigilante en este año que resta de su actual gestión y con miras al próximo cuatrienio, si logra reelegirse. Al final de los gobiernos se suelen desatar los demonios, el gasto se va de la mano, la corrupción hace de las suyas en una especie de labor de "redondeo" del funcionario corrupto que piensa que puede salir del poder.
En fin, el rigor de las reglas de la sana y transparente administración suele perderse, y los gobernantes actúan como si no les importara nada. Esto debe tomarlo en consideración el presidente Danilo Medina.