La decisión del gobierno sobre el caso Bahía de las Aguilas es confusa. El presidente Danilo Medina autorizó al Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, mediante un poder especial, para firmar un acuerdo transaccional con los supuestos propietarios de unas tierras que en realidad son del Estado.
Mediante ese acto, los llamados propietarios de las tierras recibirían el 45% de la venta de los terrenos, si se vendieran, y el Estado se quedaría con el otro 55%. No está claro el valor de las tierras, pero hay versiones de que el metro podría valer 8 dólares, o 10 dólares, o 20 dólares. Como se trata de varios millones de metros cuadrados, habría que pensar que estamos hablando de casi 3 mil millones de dólares, si se vendiera a buen precio todo el terreno.
La voracidad no tiene nombre, y por supuesto que la ingenuidad del gobierno tampoco. El presidente Danilo Medina acaba de decir a un grupo de directores de periódicos y directores de canales de televisión, que no ha firmado nada que lesione el patrimonio público…todavía.
Vale decir, que aunque se dio el paso del poder especial para la negociación, y existe un acuerdo con los supuestos propietarios, el presidente aún deberá pronunciarse con la última palabra. Su partido, el PLD, está favoreciendo la transacción, lo mismo que su ministro de Turismo, su ministro de Medio Ambiente y su Consultor Jurídico.
El caso es que ahora no sabemos si el gobierno está de acuerdo o no con el siguiente paso, de firmar el acuerdo transaccional para vender las tierras y repartirse los cuartos con los supuestos dueños. Es ya latente el estilo Danilo Medina, de no pronunciarse sobre los problemas, y dejar que las cosas tomen un ritmo o un carácter esclarecido, para el presidente tomar una decisión y no equivocarse.
Con ese tema podría estar pasando lo mismo que con los rayos X en los puertos dominicanos. Los sectores empresariales lo rechazan, la familia Castillo y la familia Melgen lo reclaman, y el presidente guarda silencio. Estados Unidos investiga, busca, escarba, pero el país directamente afectado tiene un presidente no quiere decir una palabra.
La corrupción nos acogota, la indignación también, las coimas son latentes, el uso de los recursos del Estado como patrimonio particular se hace más que evidente, y la gente intenta sacar la nariz para respirar algo de aire limpio. Ese es nuestro drama.
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