Bajo la acusación de "incitación a la insurrección", la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprobó este miércoles someter a juicio político al derrotado presidente Donald Trump.

La votación fue 232 votos frente a 197, y el principal cargo contra Trump es de "incitación a la insurrección".

En el Senado el jucio podria ser llevado a cabo de inmediato o luego de que el presidente electo Joe Biden tome posesión de su cargo el próximo día 20. Esto quiere decir que Trump podría ser juzgado por el Senado cuando ya no sea presidente de los Estados Unidos.

La finalidad de demócratas y republicanos que aprobaron el juicio político era en principio sacar a Trump de la presidencia de EE.UU. y deshabilitarlo políticamente. Ahora, que el proceso se hará con Trump fuera del gobierno, la idea es colocar a Trump en situación de descalificación para volver a ostentar un cargo público "nunca más".  Además, de ser condenado en este juicio político, Donald Trump perdería su pensión y cualquier otro privilegio que pudiera recibir como exgobernante de EE.UU.

El líder o gobernante que pretende colocar su persona por encima de las instituciones, incluso de su propio partido, siempre termina mal y hace mucho daño al sistema de gobierno

Irónicamente, Trump se ha ufanado siempre de ser un ganador, un gran negociador y de nunca darse por vencido. Ya ha conseguido una marca que le coloca en la historia: ser el único presidente en ser sometido a juicio político en dos ocasiones. En la primera ocasión Trump salió airoso, gracias que los republicanos eran mayoría en el Senado y le apoyaron.

No importa lo que ocurra ya con Donald Trump en el juicio político en el Senado. La lección que se puede extraer de este acontecimiento es importante para el pueblo de los Estados Unidos y para cualquier otro pueblo. Gobernar un país, cual que sea, es un asunto serio, delicado.

El líder o gobernante que pretende colocar su persona por encima de las instituciones, incluso de su propio partido, siempre termina mal y hace mucho daño al sistema de gobierno. La historia está llena de ejemplos, no importa la naturaleza del sistema político.

Los pretendidos mesías, aparecidos y chapulines están bien para los credos religiosos, las historias fantásticas y las comedias, nunca para dirigir partidos ni gobernar países. Y cuando por alguna coyuntura se elige o por cualquier otra vía se permite el ascenso al poder de uno de estos personajes, los resultados son catastróficos.