El Consejo del Poder Judicial debe atender la queja de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) y de la Procuraduría General de la República, ésta última expresada con dolorosas palabras del doctor Francisco Domínguez Brito, en el sentido de investigar las razones que tuvo la jueza interina de la Oficina de Atención Permanente de La Romana, Aristida Mercedes, para poner en libertad pura y simple a cinco narcotraficantes venezolanos, apresados el Jueves Santo, infraganti, con un cargamento de 359 kilos de cocaína.
Los casos previos que ha tenido la justicia no pueden seguir en la memoria colectiva como una extensión hasta la decisión de Aristida Mercedes. La justicia no soporta más extravagancia, más hediondez, más impunidad.
Los cinco venezolanos apresados en el Aeropuerto Internacional de La Romana eran seguidos por un operativo de las autoridades dominicanas. Venían desde Barquisimeto, Venezuela, y transportaban la droga para llevarla a los Estados Unidos utilizando el territorio dominicano. Se desconoce los vínculos que pudieran tener estos cinco venezolanos con gentes de poder en el país o en Venezuela. Ya las autoridades de Estados Unidos apresaron a dos venezolanos en Haití que se dedicaban al tráfico de drogas por la nación vecina a nosotros y que tenían lazos de familiaridad con la esposa del presidente de Venezuela.
Aristida Mercedes debe dar explicaciones. En sus manos fueron puestos estos narcotraficantes, y tenían las pruebas de los delitos cometidos, y simple y llanamente se dispuso su puesta en libertad. Tiene razón la DNCD en declararse indignada por la decisión, y es justificada la queja del Procurador Francisco Domínguez Brito.
El presidente del Consejo del Poder Judicial había prometido al Procurador y al país que no aceptaría trasiego de influencias ni decisiones judiciales pecaminosas. Si el caso es como han denunciado la DNCD y el Procurador General, esta jueza debe ser investigada y sus decisiones sometida al escrutinio más riguroso. El país no puede seguir pasando tanta vergüenza con una justicia que se dobla en cualquiera de sus vericuetos, tanto arriba como abajo.