Roberto Cuéllar, secretario ejecutivo del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, tiene toda la razón: los líderes políticos y del Congreso Nacional tienen una deuda importante con el pueblo Dominicano: 12 años después de la aprobación de la Ley del Defensor del Pueblo, no han tenido interés en designar esa figura importante y representativa del sentimiento y las necesidades de la población.

Cuellar es un hombre moderado, ampliamente respetado en el continente, con un historial de lucha por la democracia y por los derechos humanos, y se expresa con indignación sobre lo que ha visto en la República Dominicana.

“El defensor/a del pueblo ha sido un engaño, es una burla, es un fraude legal y político. La República Dominicana está en deuda. República Dominicana tiene una deuda no con América Latina, ni con el Caribe o con la democracia hemisférica, la deuda es con su gente, que  merece un defensor/a  del pueblo, porque es un país noble”. Esa es una de las frases significativas de la entrevista que le hiciera nuestra colaboradora Felicia Tavarez en Costa Rica, donde se encuentra la sede del IIDH.

Y tiene toda la razón. Los legisladores le han dado larga a este tema. Roberto Cuellar está al día de lo que ha ocurrido en el país. Habla con conocimiento de causa.

"La República Dominicana está en deuda y en una deuda desde hace 12 años. Ayer hablé con alguien de la República Dominicana que quedó en los 6 finalistas para defensor/a del pueblo. Pero eso es un engaño, es una burla, es un fraude legal y político, mientras no le sirva a las cámaras legislativas no habrá defensor/a del pueblo. El defensor/a del pueblo es para el pueblo, representa una función pública  y tiene que seguir las reglas de la democracia. Considero que sería mejor organizar una comisión de defensoría del pueblo en lugar de una persona,  porque a veces creemos los que trabajamos en derechos humanos que somos  los indignados, que somos los divos de los derechos humanos y eso no es cierto”.

Es una materia importante, que no debe prestarse al juego político. No es posible que se designe un defensor del pueblo para que sirva a los intereses de un partido político. Tiene que ser alguien con probidad, con independencia, con apego a lo que establece la ley. De lo contrario no servirá de nada, y será otro mecanismo inoperante e inservible, como tantos otros creados por el Congreso.

"Siempre en derechos humanos hay que contradecir y considerar otras opiniones antes de  tomar decisiones y determinaciones. Se juega mucho con los derechos humanos de la gente no sólo con la vida sino con  el servicio eficiente y público, por tanto con todo respeto les digo que la República Dominicana tiene una deuda no con América Latina, ni con el Caribe o con la democracia hemisférica: la deuda es con su gente, que  merece un/a defensor/a del pueblo porque es un país noble, tuve la oportunidad de conocerlo y conocer a su gente de todas las clases sociales. Aunque la corte ha establecido algunos planteamientos sobre la situación haitiana la República Dominicana tiene gente solidaria”, dijo Roberto Cuellar.

Nos solidarizamos con los planteamientos del secretario ejecutivo del IIDH. Su mención del compromiso del país con el defensor del pueblo es positivo, y sirve para mostrar la forma olvidadiza y poco diligente del liderazgo político dominicano, tan dado a decir que representa los intereses del pueblo.

Ojalá que en las elecciones del próximo año las cosas se hagan mejor y con mayor eficacia, que sea un escenario que sirva para que esas deudas pendientes de la comisión de la defensoría del pueblo  se cumplan. Mi opinión es que el defensor/a del pueblo debe ser una comisión de tres personas para tener varias accesiones no solamente jurídica sino sociológica, psicológica, y educativa,  hay defensores/as que desde la educación hacen más que desde el punto de vista de las leyes porque la educación es transformadora. Espero que  la República Dominicana de una muestra de lo que sería una nueva etapa de una defensoría organizada y colectiva en derechos humanos”.

Es un referente para ser tomado en cuenta.