Un miembro titular del Tribunal Constitucional, lamentablemente, tiene cáncer y debió ser sometido a un tratamiento médico en los Estados Unidos. Es normal que las personas con posibilidades de viajar a tratarse profesionalmente de una enfermedad puedan ir al país más desarrollado y con más avances tecnológicos para atenderse enfermedades catastróficas.
El costo del tratamiento debió correr por cuenta propia o por cuenta de la institución del Estado para la que rinde servicios. Y por los datos que se han ofrecido, no ha sido así. El magistrado del que hablamos se fue a tratarse a un centro de salud pagado por un personaje que tiene un importante caso pendiente de fallo en el Tribunal Constitucional dominicano.
La residencia del doctor Salomón Melgen fue el lugar inapropiado para ese magistrado, conociendo que el caso de los rayos X involucra directamente al doctor Melgen y a sus familiares locales. Es claro, que con los conocimientos y argucias del doctor Melgen para manipular situaciones, quisiera recibir en su propia residencia a un miembro importante del Tribunal Constitucional, porque era una manera de obtener una complacencia con su caso particular.
Lo que no se esperaba el doctor Melgen, ni el magistrado del Tribunal Constitucional, es que cuando Melgen fue apresado, en su residencia de Miami, los agentes federales se encontraron, además del doctor Melgen y su familia, con un invitado convaleciente en esa residencia: Miembro del Tribunal Constitucional de la República Dominicana.
Tremenda sorpresa. El caso corrió y sigue corriendo en los pasillos judiciales de la República Dominicana. En primer lugar, la gente se entera que un miembro importantísimo del Tribunal Constitucional tiene cáncer, y en segundo lugar se entera de su disposición a que fuera el doctor Melgen en su residencia quien lo hospedara y, quien sabe, hasta costeara sus atenciones en los hospitales especializados a los que estaba acudiendo.
Melgen está en prisión y tiene serios problemas para encarar todas las acusaciones de que es objeto en este momento. Tiene una querella penal por corrupción junto al senador de New Jersey Robert Menéndez, que implicaría muchos años de prisión y otro tipo de condena penal que hasta le impediría el ejercicio de su profesión de oftalmólogo en los Estados Unidos o tal vez algunas actividades comerciales.
También tiene acusaciones por otras 76 violaciones, él como cabeza de un centro médico en Florida, que conllevarían penas de prisión de hasta 610 años, además de múltiples pagos que estaría obligado a hacer para resarcir a sus víctimas y al Estado. Todo dependerá del juicio que se le siga y si finalmente decide negociar para denunciar a su socio Robert Menéndez.
Melgen también tiene en el Tribunal Constitucional de la República Dominicana una demanda de nulidad del contrato de operaciones de los rayos X en los puertos dominicanos. Todas las instancias del Estado han denunciado ese contrato como ilegítimo y han presentado documentos ante el Tribunal Constitucional, para anular ese acuerdo.
Sabiendo por dónde le entra el agua al coco, como dice la gente, el doctor Melgen estaba dispuesto a recibir en su casa y mantener de todos los gastos no a uno de los miembros del Tribunal Constitucional, sino a todos. Y que el senador Robert Menéndez sea testigo o cualquier otro de los miembros del Congreso de los Estados Unidos que recibieron fondos de la cartera abierta y bondadosa de Melgen.
El ingenuo en eset caso, para no llamarle de otro modo, es el enfermo miembro del Tribunal Constitucional que buscó o aceptó la receptividad y la ayuda del doctor Melgen. No es posible alegar ignorancia, porque el caso del doctor Melgen tiene varios años en el debate público. Los investigadores del FBI han venido a la República Dominicana, han entrevistado a personas y han buscado datos que ahora utilizan contra Melgen y contra Menéndez.
Haberse ido a la residencia del doctor Melgen es un atrevimiento lamentable, una osadía, y refleja hasta qué punto ha primado en los miembros de los tribunales dominicanos el desconocimiento o la burla de la institucionalidad y la pulcritud para realizar actos que colindan con la deshonestidad.
El Tribunal Constitucional puede hacerse sordo ante un caso como este, olvidarse de que esa persona tiene una importantísima función y ante la necesidad de tratamiento médico pudo ir donde quisiera. Sin embargo, esa se parece a la historia del cazador extraviado, que buscando refugio en la selva, fue a meterse a dormir a la cueva de los leones.
Juzgue usted.