Leonel Fernández siempre ha sido una persona que, además de su inteligencia y formación, ha exhibido una sangre fría impresionante, pero en su discurso de este lunes en la noche lució irreconocible, adoptando una posición de división, agresiva, definitivamente inapropiada para el cargo que ostenta de presidente del PLD. Claro que era obvio que hablaba no el presidente del partido sino el aspirante a la candidatura presidencial.
Ni Danilo Medina con su silencio, ni Leonel Fernández erigiéndose en guardián de la Constitución podrán convencer a nadie de que buscan algo distinto de, uno, la permanencia en el poder y el otro el regreso al poder, además, claro está, del liderazgo indiscutido del partido de gobierno.
Por esa razón creo que Leonel falló en querer presentarse como un individuo que no aspira a cargo público alguno, que solo se opone a la reforma constitucional por razones de principios, cuando todo el mundo sabe que ha estado soplando fuerte para que los vientos lo empujen al palacio presidencial y que su oposición a la reforma se debe a que para lograr sus propias ambiciones tiene que cerrarle el paso a las ambiciones del presidente Medina.
Cuesta mucho trabajo digerir que Leonel está asumiendo esta causa basado exclusivamente en el respeto a la Constitución, pues se siente “en la obligación moral de ser su guardián, su vigilante y su centinela”.
Esta posición de Leonel no es coherente con su práctica, mientras ejerció como presidente de la República, de violar la Constitución sin pena alguna. Para muestras en dos tiempos diferentes están el contrato de la Sun Land y el déficit fiscal del año 2012. El hecho de que ese déficit haya sido realizado, en parte, para lograr que Danilo Medina alcanzara la presidencia de la República no implica una circunstancia atenuante de su responsabilidad sino por el contrario, es una circunstancia agravante de la misma.
Leonel no puede olvidar que la Constitución del 2010 establece en su artículo 238 los criterios para la asignación del gasto público, y ese texto constitucional fue pisoteado por él a mansalva para gastar en el año 2012 más dinero que el aprobado por el Congreso, sin ningún tipo de planificación, programación o evaluación. Ese gasto excesivo e inconstitucional no solo ocurrió durante el periodo electoral sino que se extendió luego de las elecciones y hasta que bajó de la silla presidencial, en una clara muestra de que desde ese momento estaba promocionándose y acumulando capital a través de sus funcionarios de más confianza, para volver a la presidencia.
El discurso muestra a un Leonel lacerado, que enseña sus heridas sin problemas (“se ha intentado degradarme, deshonrarme y hacerme añicos”) y aunque no lo dice de manera directa, es claro que identifica a Danilo como responsable, pues éste es el destinatario del discurso.
La sangre fría de Leonel desaparece y utiliza frases que todo el mundo sabe que van dirigidas contra Danilo aunque no lo diga expresamente. Por ejemplo, dice que se están utilizando ardides y argucias para violar la Constitución, que se pretende interpretar la misma en forma aviesa o acomodaticia, que una modificación constitucional no debe favorecer al gobernante de turno, que él respeta la Constitución, infiriendo que el otro no lo hace, que mañana puede surgir algún aventurero que quiera volver a modificar la Constitución para perpetuarse en el poder haciendo un símil con Trujillo, que hay hombres que viven sin decoro, que un hombre que oculta lo que piensa o no se atreve a decir lo que piensa no es un hombre honrado (citando a Martí).
Leonel, como político sagaz, no podía pasar por alto que la gran mayoría de los que escucharan o leyeran su discurso, iban a pensar que todas esas frases y otras tantas, estaban dirigidas a su rival político que le disputa no solo la presidencia de la República sino también el liderazgo del partido.
De todo lo dicho por Leonel solo pude rescatar una idea que pudiera dejar entrever cierta posibilidad de negociación en el futuro, y es cuando se refiere a una “propuesta” de modificar la Constitución para ponerle un candado al tema del periodo presidencial, estableciendo una súper mayoría de las tres cuartas partes de los miembros de cada Cámara para aprobar la ley que declara la necesidad de una reforma sobre ese tema, así como una mayoría similar para que pueda ser aprobada por la Asamblea Revisora y de que en el referendo ratificatorio se aumente el porcentaje mínimo de participantes de 30 a 60 por ciento.
Estoy plenamente de acuerdo con estas ideas, pero la gente se preguntará por qué Leonel no las introdujo en la Constitución del 2010, y me atrevo a pensar que no lo hizo porque no quería cerrarse definitivamente la posibilidad de modificar la Constitución para ser candidato en el 2012. Si 27 senadores lo visitaron en el 2011 para pedirle que se reeligiera y se recogieron 2.4 millones de firmas para tales fines que se presentaron en un acto ¿solemne? en el Palacio de los Deportes, era porque estaba midiendo cómo soplaban los vientos en ese momento y por lo visto no le eran favorables.
En mi opinión la reelección ha sido una maldición para nuestro país y no es que sea mala per se, es que no tenemos suficiente institucionalidad para evitar sus consecuencias dañinas, como las que ocurren en este momento, en que todo gira en torno a la reelección y nadie presta atención a temas muchísimos más importantes, como por ejemplo el escandaloso caso del Hospital Dario Contreras.
A este país no le conviene una oposición dividida, como la que hemos tenido por tanto tiempo, pero tampoco un partido de gobierno, cual que sea, dividido. El discurso de Leonel lamentablemente fue un discurso de división.