La conmoción que ha causado el asesinato de un regidor de Bayaguana toca al conjunto de la sociedad, pero en particular al sistema político y al Partido de la Liberación Dominicana.

El hecho de que el alcalde de Bayaguana, Nelson Osvaldo Sosa Marte (Opi), haya sido identificado como el autor intelectual del asesinato del regidor Renato de Jesús Castillo Hernández, también del PLD, debe motivar una reflexión sobre el tipo de personas que están promoviendo los partidos políticos a las posiciones públicas.

Y un hecho todavía más terrible: El regidor Castillo Hernández había denunciado que había corrupción en el ayuntamiento de Bayaguana, y sabía que su vida corría peligro, porque el síndico era capaz de mandar a matarlo. En realidad Castillo Hernández temía por la seguridad de su familia, y en particular de su esposa.

La corrupción en el ayuntamiento municipal era algo conocido, como es conocida la corrupción en la mayor parte de los gobiernos locales. La extorsión, el robo, las truchimanerías, los cabildeos y pagos de sobornos son actividades cotidianas en los ayuntamientos locales.

Hemos visto lo que ha ocurrido en los ayuntamientos de La Romana, San Francisco de Macorís, Las Terrenas, Cabarete, entre otros, en donde han tenido que dictar órdenes de prisión contra los alcaldes o han tenido que destituirlos, por razones más que todo el mundo conoce: La Cámara de Cuentas de la RD ha puesto en evidencia que los cabildos siguen siendo de las instituciones más afectadas por la corrupción pública y política.

Ahora bien: en el caso de Bayaguana se ha llegado al extremo de que el síndico, principal autoridad del municipio, mande a asesinar a un regidor, de su mismo partido, que tiene la responsabilidad de auditar las actuaciones del gobierno local. Es lo más atrevido que pudiera ocurrir, y así ha pasado de acuerdo con las investigaciones de la Policía Nacional.

No fue a un político opositor a quien se mandó a matar, sino a un compañero de su propia organización política. No se trata de un simple acto delincuencial, sino del acto criminal de un hombre revestido de autoridad, la máxima autoridad, en un municipio en donde impera la corrupción, y por supuesto, el corrupto se sentía con la autoridad suficiente para imponer la impunidad también.

Y el síndico Sosa Marte fue tan cruel que una hora después de que se ejecutara el mandato del crimen que había cometido, se presentó a la vivienda de la víctima para dar las condolencias a la esposa de éste. El símil más parecido a las crueles historias de la mafia más truculenta y sádica de la historia del horror en el mundo.

Aparte de la justicia, que deberá jugar su rol inmediatamente, también le toca al Partido de la Liberación Dominicana, tomar decisiones responsables, éticas, que dejen claridad en todos sus miembros que cuentan con autoridad, para que el mensaje sea que en el PLD no se toleran esas barbaridades mafiosas.