La desesperanza es la peor de todas las debilidades que una sociedad puede imponer. Cuando se pierde el optimismo y la creencia de que es posible salir adelante, todas las fuerzas abandonan al cuerpo social y entonces llega la parálisis, el dejar hacer y dejar pasar y la aceptación del pesimismo como forma de sobrevivencia.

Esta debilidad no debe imponerse en la sociedad sobre el tema de los combustibles, por ejemplo, que suben cada semana, como si nada nuevo representara en la carestía del costo de la vida, y en particular de los alimentos.

Los precios de los combustibles inciden directamente en el costo de producción y en la cadena de distribución de todos los productos alimenticios. El gobierno dice que solamente aplica una ley, la de hidrocarburos, y su reglamento.

La sociedad debe reaccionar. Hay que revisar si el gobierno aplica correctamente la ley de hidrocarburos, y si es el impuesto de ley que se está pagando por cada galón de combustible, o si por el contrario el gobierno está timando a la sociedad con el cobro de impuestos que no corresponden, como ha denunciado un técnico especializado, el doctor Ramón Alburquerque, y a quien nadie ha puesto caso.

La sociedad pareciera estar resignada a aceptar lo que decida el gobierno en materia de precio de los combustibles. Sin embargo, algo debía hacerse para evitar que por cada galón de gasolina que se consume el gobierno reciba algo más de 100 pesos, como ha dicho el dirigente político del PRD.

No es posible que algo así esté pasando y la gente siga como si nada ocurriese, de brazos cruzados. Es cierto que el petróleo está caro, y que el barril sobrepasa los 120 dólares. Para algo existe un Congreso Nacional, que dispone de leyes y que tiene potestad para revisar si el gobierno actúa correctamente o no.

Como el gobierno no hace caso a la oposición, habría que pensar en algún oprganismo técnico, especializado, que defienda a la ciudadanía.

Tal vez podría hacerlo el Instituto de Protección al Consumidor, que dirige la valiente y dinámica periodista Altagracia Paulino, para que en materia de precio de los combustibles estemos satisfechos cuando vayamos a las estaciones a echar combustibles, y no tengamos que pensar en las maldiciones cotidianas, no solo por el precio, sino por la forma en que se dilapida el costoso combustible, con tapones por imprudencia y mala educación, y en particular porque algunos funcionarios paralizan el tránsito por cualquier movimiento que deseen hacer en la ciudad.