En un excelente análisis publicado este domingo por el diario Hoy y por Acento, escrito por Juan Bolívar Díaz, se habla sobre los costos institucionales de la aprobación del presupuesto del 2012 en las condiciones en que se hizo.

La fecha límite de acuerdo con la ley, para que se apruebe el presupuesto, es el 31 de octubre del año anterior. La tradición ha sido que el presupuesto se apruebe el diciembre, y hasta en el mismo año en que debe ejecutarse, cuando no hubo acuerdo en las cámaras legislativas.

¿Cuál era la prisa del Senado y la Cámara de Diputados para aprobar ese presupuesto del 2012 sin debate, sin crítica, en las mismas condiciones en que lo remitió el Poder Ejecutivo?

La primera razón era netamente antidemocrática: No querían un debate sobre el presupuesto.

La segunda razón era autoritaria: No querían que se escucharan las voces disidentes, en especial de las organizaciones de la sociedad que reclaman más presupuesto para la educación.

La tercera razón podría catalogarse como una arrogancia política: el PLD es dueño de la mayoría congresual y no requiere de consenso con nadie para hacerse aprobar una ley, aún esté considerada como inconstitucional y se coloque de espaldas al sentir mayoritario de la sociedad.

Las cámaras legislativas son el poder estatal más democrático y auténticamente representativo. En ellas convergen las fuerzas del gobierno y de la oposición, en igualdad de condiciones. Las comisiones de trabajo están integradas por fuerzas políticas diversas. Los debates deben ser abiertos, sin limitación del derecho que cada legislador tiene para exponer sus puntos de vista, incluso disidentes con los de su partido.

El espectáculo protagonizado por el presidente de la Cámara de Diputados Abel Martínez es esencialmente perjudicial para el sistema político y en particular para el sistema de representación que existe en la República Dominicana. La fortaleza de un régimen democrático reside en que sus instancias políticas cumplan su deber.

El Senado y la Cámara de Diputados debieron debatir sin miedo el presupuesto del 2012, y hasta si fuese necesario, debieron abrir el congreso para que el público acudiera allí a exponer su parecer. Para eso existen las consultas o las llamadas vistas públicas.

Negarse a jugar su papel en este caso tan importante es un gravísimo error. Los legisladores se negaron a evaluar el presupuesto del 2012 como lo presentó el presidente de la República. Es decir, aprobaron la pieza en las condiciones en que la presentó el presidente y se despojaron de la autoridad que la ley le concede. Si mañana el presidente Fernández decidiera que el Congreso carece de valor, porque no ejerce las funciones de acuerdo al mandato de la ley, podría borrarlo del escenario. ¿Y si el presidente que resulte electo decidiera que el Congreso no es necesario? Los legisladores con sus actuaciones de esta semana le están dando muchas razones para hacerlo.

Tienen razón los dirigentes empresariales de Herrera y los directivos de la Federación de Asociaciones Industriales, que criticaron el proceder del congreso, a pesar de las simpatías que han expresaron por Danilo Medina: “Nos resulta asqueante ver en la televisión aquellas imágenes del presidente de la Cámara de Diputados diciendo voten honorables, voten rápido honorables, en una sesión en la que el honor y el respeto a los ciudadanos fue lo que menos hubo”.

El prestigioso periodista Juan Bolívar Díaz dijo que los peledeístas simpatizantes de Danilo prefirieron pasar el trago amargo ahora, en forma oportunista, para que la gente lo olvide en siete meses, cuando lleguen las elecciones:

Un estratega de la candidatura peledeísta de Danilo Medina reconoció que la forma en que se aprobó el presupuesto conlleva costo político, pero pareció resignado al considerar que hubiese sido peor si dejaban que los clamores por mejor distribución del gasto en el 2012 se extendieran por dos o tres meses y cobraran mayores dimensiones. Se descartaba la posibilidad de una modificación que dejara satisfecho el reclamo del 4 por ciento para la educación”.

Estamos ante un acto degradante de la forma de hacer política en la República Dominicana. Un hecho bochornoso y vergonzoso. Y pensar que no son los famosos legisladores trujillistas los que allí tienen su nido, sino los discípulos de Juan Bosch.