El martes 9 de noviembre del 2016 quedará grabado en la historia como el día de Donald Trump, el advenedizo de la política, que a pesar de haber sido repudiado por las élites de su propio partido, continúo luchando solo hasta alcanzar la victoria, la cual fue igual de espectacular que su participación en la campaña Electoral.
¿Qué pudo provocar que el electorado estadounidense despreciara las tradicionales propuestas de campaña, progresistas o conservadoras, del bipartidismo y prefiriera votar por las provocadoras promesas del irreverente empresario de los casinos? A partir de la temida victoria que nos ocupa, de seguro, serán editados cientos de libros y artículos en todo el mundo, los cuales tendrán como objetivo encontrarle una explicación al fenómeno Trump.
Mientras tanto, sin animo de restarle mérito al inesperado triunfo del magnate, considero interesante destacar un factor que, indiscutiblemente, contribuyó con el triunfo del candidato del Partido Repúblicano: la alternancia de los partidos en el poder.
La alternancia, que está considerada como esencial para la democracia representativa, ha sido regularmente tomada en cuenta por el electorado de los Estados Unidos, que por tradición, salvo contadas excepciones, favorece el cambio de los partidos en el poder cada dos períodos, como acaba de ocurrir con la elección de Donald Trump, del Partido Republicano, en sustitución de Barak Obama, del Partido Democrata, que llevaba dos períodos en el poder.
En ese orden, nos encontramos con que el Partido Demócrata, desde el año 1829 en que fue elegido su primer presidente, Andrew Jackson, ha gobernado solo en una ocasión durante tres períodos consecutivos, lo cual ocurrió bajo el liderazgo de Franklin Delano Roosevelt, entre el año 1933 y el 1945, durante la II Guerra Mundial.
De su lado, el Partido Republicano, desde la escogencia de Abraham Lincoln en el año 1861, solo ha gobernado durante doce años consecutivos en los períodos comprendidos entre los años 1981 y 1993, inclusive, los cuales estuvieron encabezados, los dos primeros por Ronald Reagan y el último por George Busch (Padre).
A pesar de la alta valoración de que disfruta el presidente Obama, al elegir al candidato del Partido Republicano, los electores decidieron continuar la tradición de la alternancia en el poder, comprobándose además, una vez más, que la popularidad de un presidente no se le endosa automáticamente al candidato escogido por su partido para sustituirlo.
Después de ocho años en el poder el gobierno, naturalmente, envejece y los funcionarios tienden a corromperse aceleradamente, en perjuicio del pueblo, al margen de lo cual los ciudadanos se hartan, en mayor o menor medida, del gobierno y del partido. En ese sentido, al hartazgo provocado en los electores por los ocho años de gobierno del Partido Demócrata, afectó a la candidata Hillary Clinton, a quien por ser la esposa del ex presidente Bill Clinton, se le sumaron, además, sus ochos años de gobierno y su propia gestión como Secretaria de Estado.
Como se ha podido comprobar, a pesar de la incertidumbre que genera en el electorado un candidato como Donald Trump, la alternancia, que es la mejor medicina para la democracia, le cerró la puerta de la Casa Blanca a los Clinton.