¿Bienestar público o beneficio privado? Así se titula el último informe de la organización Oxfam sobre la desigualdad en el mundo. Nuevamente Oxfam viene a decirnos cuál mal distribuidos están los recursos del mundo, y particularmente cómo la desigualdad es una injusticia que genera abismo social y muerte y que auspicia la posible desaparición de la sociedad como la hemos concebido.

Cientos de millones de personas viven en la pobreza extrema mientras las élites más ricas obtienen enormes ganancias. Eso es lo que viene a decirnos Oxfam, como si nadie lo supiera.

“A pesar de que el número de milmillonarios se ha duplicado desde el inicio de la crisis económica y sus fortunas crecen a un ritmo de 2500 millones de dólares al día, las élites económicas y las grandes empresas tributan a los tipos más bajos de las últimas décadas. Esto tiene un coste humano enorme, que se traduce por ejemplo en la falta de personal docente para niñas y niños o de medicamentos en los centros de salud. La provisión privada de este tipo de servicios penaliza a las personas pobres y favorece a las élites. Las mujeres son las principales perjudicadas ya que, a través de la innumerable cantidad de horas que dedican al trabajo de cuidados no remunerado,

son quienes en último término se encargan de suplir las carencias de los servicios públicos.

Gro Harlem Brundtland, directora general de la Organización Mundial de la Salud, ha dicho que se trata de una catástrofe mundial, el tema de la desigualdad, y ha escrito lo siguiente:

Según la investigación de Oxfam, en la actualidad, tan solo 26 personas poseen la misma riqueza que los 3,800 millones de personas que componen la mitad más pobre de la humanidad.

El año pasado eran 43 personas. Si bien cada vez hay un mayor consenso político para abordar la desigualdad extrema, incluyendo la fijación de un objetivo de desarrollo sostenible específico sobre esta cuestión, ha llegado la hora de adoptar medidas reales.

Harlem ha dicho que los gobernantes y los políticos tienen un compromiso de utilizar las finanzas públicas para redistribuir los ingresos y hacer más equitativa la vida de la gente.

La lucha contra la desigualdad sigue siendo uno de los principales retos a los que actualmente se enfrenta la humanidad, y la provisión de servicios públicos universales es una herramienta de probada eficacia para hacerle frente. Debemos adoptar medidas urgentes para combatir la desigualdad extrema y construir un futuro más justo, saludable y armonioso para todas las personas, y no solo para una minoría.

Es necesario que transformemos nuestras economías a fin de garantizar la provisión universal de servicios públicos básicos como la sanidad y la educación. Para lograrlo, las personas y empresas más ricas deben tributar lo que les corresponde justamente. Esto contribuirá a reducir de manera significativa la brecha existente tanto entre ricos y pobres como entre mujeres y hombres.