“Feminista es todo aquel hombre o mujer que dice: sí, hay un problema con la situación del género hoy en día y tenemos que solucionarlo entre todos, hombres y mujeres.” Chimamanda Ngozi Adichie

La evolución del ser humanopasada, presente y futura- se encamina hacia la creciente igualdad de oportunidades para que todos los individuos se desarrollen a plenitud. Esta es la ruta dictaminada no solo por la ética, sino también por la eficiencia macroeconómica en el uso de recursos limitados. La ruta hacia la plena igualdad de oportunidades no es un camino recto y sin vericuetos, y por eso requiere del trabajo en equipo para desbrozar los obstáculos encontrados al andar y no perder la brújula.

No hay desigualdad de oportunidades de mayor impacto negativo en la humanidad que la históricamente prevaleciente entre hombres y mujeres, si bien esa relación tiene sus raíces en poderosas razones biológicas que hoy resultan anacrónicas. Prácticas de infanticidio selectivo que persisten como sombras del pasado explican por qué en zonas rurales de China y la India aún se registran porcentualmente menos nacimientos de hembras que en las zonas urbanas, y ni qué hablar del resto del mundo. Entre algunos pueblos del África, Oriente Medio y Asia sigue la lucha por exterminar la práctica de la mutilación genital de niñas en pleno siglo XXI, estimándose en 200 millones las mujeres sufriendo las horribles consecuencias de esta costumbre bárbara. Estas dos sombras de la humanidad ilustran el largo camino recorrido por las sociedades que lideran la marcha evolutiva, donde la lucha por la  igualdad de oportunidades entre los géneros sigue desarrollándose en otro plano y a paso acelerado. Recordemos que hace un siglo muy pocas mujeres tenían derecho al sufragio en todo el mundo; en Arabia Saudita obtuvieron el voto por primera vez en 2015. En esa misma nación, se supone que las mujeres empezarán a conducir automóviles a partir del próximo 24 de junio, pero a 11 de las activistas que lucharon por este nuevo derecho de las mujeres sauditas  las arrestaron en las últimas dos semanas. Por eso resaltamos lo de los vericuetos en la ruta a la igualdad de oportunidades para todos los seres humanos.

En el mundo de los vertebrados, el tamaño, el peso y la fuerza muscular han sido factores preponderantes para la supervivencia y proliferación de las especies, con interesantes excepciones. Homo sapiens no ha sido una de esas escasas excepciones durante toda la prehistoria y hasta hace poco, cuando empezó a disminuir la fuerza muscular como factor esencial para la obtención y producción de alimentos y la seguridad individual y colectiva. La mujer se quedaba en el hogar a la defensiva, amamantando y cuidando a los hijos; el macho andaba a sus anchas detrás de presa y marcando o ensanchando su territorio, y conquistando otras hembras. Como el ser humano nace indefenso y requiere de mucho tiempo para independizarse de sus procreadores, la mujer quedaba atada al hogar durante toda la vida, pues incluso las madres de las madres pasaban a ayudar con la crianza de los nietos, caso excepcional en la naturaleza y que en gran medida explica el excepcional fenómeno de la menopausia humana.

Sin dudas fue exitosa esa antiquísima y natural división de labores en base a las características fisiológicas de los géneros tanto en la selva como en la sabana, pues los humanos tras salir del continente africano han proliferado y dominado en todos los confines del planeta. Por razones biológicas, el macho de la especie dominaba con sus características físicas, relación reforzada por las costumbres y la cultura heredada de los antepasados. Pero nuestro hábitat ha cambiado (o lo hemos transformado) y la fuerza bruta ha sido superada por sofisticadas herramientas que apalancan el poder de la musculatura y potencian el intelecto, haciendo entre los rascacielos prácticamente insignificantes las diferencias fisiológicas que otrora permitían al hombre dominar a la mujer. Ya el combate mano a mano es un deporte, y prácticamente nadie ara la tierra con tracción humana.

Solo queda como sombra del pasado el elemento de cultura que hace que eduquemos a las niñas para ser pasivas y sumisas; y a los varones le potenciamos la testosterona y la agresividad en el hogar y en la escuela. “Agarren sus gallinas, que mi gallo anda suelto” expresa a la perfección la cultura de reforzar la desfasada herencia de tiempos pretéritos cuando las diferencias fisiológicas de género pesaban. La agresividad de los varones con demasiada frecuencia irrumpe en violencia contra la pareja ante la realización de que ya no es como antes, porque la mujer ya no es tan sumisa como muchos hombres quisieran. La mujer aguanta cada vez menos los desplantes y abusos del hombre. Con creciente frecuencia la mujer tiene mejor nivel educativo que su pareja y sabe que no existe solo para dar placer al hombre y criar los hijos de ambos. Ya nadie cree el mito de que las mujeres tienen tareas y disciplinas vedadas por tener menos capacidad que los hombres para aprender y hacer, cuando se destacan en los estudios y en el trabajo, aunque no siempre reconocemos sus logros, sobre todo no al momento de repartir los frutos de los esfuerzos colectivos.

A cada uno de nosotros, hombres y mujeres, nos toca decidir si pretendemos detener la natural evolución de las relaciones entre los géneros; o decidimos sumarnos a empujar la carreta hacia la plena igualdad de oportunidades para todos los seres humanos, empezando por la igualdad de oportunidades para ese casi cincuenta por ciento de la humanidad que todos tenemos tan cerca de nuestros corazones, pues son nada menos que nuestras madres, compañeras, hijas y hermanas.

Ya hemos mencionado anteriormente que existen razones éticas y hasta económicas para fomentar la igualdad de oportunidades para todos los seres humanos, pues todos  somos beneficiarios de las fuerzas de bien desatadas por el pleno desarrollo de la potencialidad de cada individuo. Miremos por un lado hacia los que mantienen las peores formas de desigualdad porque le niegan la vida a criaturas femeninas o las mutilan de por vida; luego observemos las sociedades que avanzan aceleradamente por el camino de fomentar la igualdad de oportunidades entre los géneros. En esta encrucijada, ¿queremos transitar juntos el camino real hacia el futuro,  o preferimos aventurarnos por la vereda que significa luchar por preservar el estatus quo de la anacrónica desigualdad de oportunidades entre los géneros?

Todos deberíamos reconocer que “sí, hay un problema con la situación del género hoy en día y tenemos que solucionarlo entre todos, hombres y mujeres”.

Todos deberíamos ser feministas porque serlo es ser humanistas.

Recomendamos escuchar la charla y/o leer el texto de Chimamanda Adichie ambos titulados “Todos deberíamos ser feministas” disponibles en los siguientes enlaces:

https://www.ted.com/talks/chimamanda_ngozi_adichie_we_should_all_be_feminists?language=es

http://www.accionenredmadrid.org/wp-content/uploads/2016/09/TODOS-DEBER%C3%8DAMOS-SER-FEMINISTAS.pdf