Los choques externos que afectan la industria turística comienzan a calar en nuestra conciencia. Después de la crisis de imagen que sufrimos en los últimos meses, ahora nos ha estremecido la quiebra de Thomas Cook (TC), el segundo más grande conglomerado turístico del mundo. Los temores de que pueda tener efectos negativos sobre el flujo turístico estuvieron justificados. Lo que pocos pensarían es que ese acontecimiento pudo haber representado también una oportunidad de oro para afianzar el futuro del sector en nuestro país.

TC fue fundada en 1841 por un empresario británico que ideó el primer viaje organizado en la historia. “Fletó un tren con un grupo de gente con destino a un congreso antialcohol en Loughborough. A pesar de que ese primer viaje organizado no le proporcionó demasiado éxito económico, Cook vio en esa actividad un posible beneficio futuro, por lo que años más tarde se decidió a crear una agencia de viajes, Thomas Cook & Son.” Hasta su quiebra, el conglomerado resultante consistía en 200 hoteles, 500 agencias de viajes, 105 aviones, unos 22,000 empleados en todo el mundo. En el 2018 su clientela llego a 22 millones de turistas y tuvo ingresos por 10,900 millones de euros.

Con su actual sede en Reino Unido, hacia un tiempo que la empresa venia experimentando problemas. En los primeros seis meses del 2019 la situación continuó deteriorándose hasta acumular unas pérdidas de 1,880 millones de euros. Los analistas opinan que los problemas con la floja demanda tenían su origen en la falta de visión de la dirección de la empresa frente a las cambiantes tendencias del mercado. Las plataformas de reservaciones que permiten a los potenciales viajeros combinar sus propios paquetes vacacionales y competidores tales como Airbnb y Booking figuran entre las principales causas del debilitamiento de la demanda, amén del Brexit, la geopolítica y el mismo calor. “Su incapacidad para adaptarse al nuevo modelo de negocio emanado de Internet y el infructuoso empeño a la hora de atraer a los clientes más jóvenes han contribuido al hundimiento.” 

Habiendo diseñado un plan de rescate que requería 1,200 millones de euros, la dirección se enfrascó en negociaciones con el principal accionista, la empresa china Fosun Tourism Group y con los bancos acreedores. Fosun se comprometió aportar 1,000 millones, pero los bancos se negaron a poner el resto para salvar la empresa por los próximos meses. Siendo España el principal destino de los turistas (3.6 millones en 2018) y debido a que las cadenas hoteleras españolas están presentes en el Caribe, varios hoteleros españoles intentaron reunir el faltante con el propósito de capitalizar esa suma y asegurar sus cobranzas, pero ese intento fracasó. El gobierno británico, por su parte, se negó a aportar por considerar que sentaría un mal precedente para otras empresas en apuros.

Aquí no se sabe cuál ha sido el impacto de la quiebra de TC. El MITUR revelo que había 600 turistas británicos varados aquí, una milésima de los 600,000 afectados en el mundo entero. (La prensa reporta que había en total 1,650 turistas de TC en el país.) También la prensa reportó que fueron afectadas unas 5,000 reservaciones para nuestro país. Pero el impacto sobre los ingresos, tanto del país como de los hoteleros y operadores locales, seria más engorroso determinar. El país perdería los ingresos por impuestos generados por las visitas, además de los que habrían sido derivados de la demanda por bienes y servicios locales a los hoteles y otros operadores turísticos. Mientras, las cuentas por cobrar de los hoteleros tendrían que ser contabilizadas por cada empresa.

Sin duda habrá perdidas tanto para las empresas como para el país, pero no serán devastadoras porque otras empresas turoperadoras reemplazarán a TC mientras esta se reestructura o se desmiembra con la venta de sus activos. Una que absorberá gran parte de esa clientela será TUI, el conglomerado turístico más grande del mundo. Con su sede en Hanover, esta empresa posee: 1) aproximadamente 3.500 agencias de viajes, 2) 79 operadores turísticos en 18 países, 3) 7 líneas aéreas con 155 aviones, 4) 37 agencias de recepción en 31 países, 5) 12 cadenas hoteleras en 28 países con 285 hoteles y más de 163.000 camas, 6) 10 barcos de cruceros, 7) 30 millones de clientes en 20 países, 8) 48.000 empleados. Los reportes de prensa dan cuenta de que las acciones de TUI aumentaron su valor en un 10% inmediatamente después de la quiebra de TC. También se reporta que TUI esta interesada en comprar Condor, la línea aérea principal de TC.

La lección de este caso de TC para el país es que debemos seguir de cerca la evolución del (globalizado) mercado turístico internacional. Aunque son las empresas hoteleras, las líneas aéreas y de crucero y los turoperadores locales las responsables directas de asegurar su flujo de clientela, al país le interesa consolidar ese flujo por sus repercusiones económicas locales. De ahí que deba interesarle cualquier oportunidad para participar en el “control del mercado” que ejercen los conglomerados turísticos al ser ellos quienes captan a los viajeros. Ideal sería, por tanto, que el país pudiese formar parte de la junta de directores de empresas tales como TC o TUI. Eso influiría en que se mantenga hacia nuestro destino un adecuado flujo de visitantes.

Así como los hoteleros españoles intentaron montarse en el consejo de directores de TC, así pudieron empresarios dominicanos hacer lo mismo. Apena que no existan inversores turísticos dominicanos con el suficiente músculo financiero ni el conocimiento de los entresijos del mercado para hacer tal cosa. Los más grandes empresarios del país que si tienen ese músculo no tienen una participación suficientemente grande en el sector turístico como para motivarlos a participar. La alternativa pudo haber sido los bancos locales, los cuales tienen una cartera de préstamos al sector de unos US$2,000 millones. Pero ni los empresarios ni los bancos poseen el suficiente know-how para aventurarse. Para ellos resulta más cómodo que sean sus prestatarios quienes se preocupen por obtener control de mercado.

¿Debería el Estado dominicano hacer semejante inversión de capital? Tienta responder afirmativamente a tal interrogante. Es obvio que con una influencia en los consejos de directores de las empresas que ejercen el control del mercado aseguraríamos gran parte del flujo de visitantes. Pero para ello sería necesario no solo disponer de los recursos de inversión y del personal capacitado para estas gestiones administrativas. Es todavía mas importante el manejo idóneo de la participación. A juzgar por el caso de Punta Catalina, no parece deseable que el estado se aventure, aun si lo hiciera juntamente con los hoteleros españoles que lo intentaron. El colapso de TC fue un caso de oportunidad perdida, aun cuando nos califiquen de “destino maduro”.

Estas inferencias son muy diferentes a las que derivan algunos analistas que, como respuesta al colapso, recomiendan mas promoción directamente al cliente potencial a cargo del estado dominicano. Eso es una tarea fundamental de las empresas turísticas porque los impactos se reflejan en todo el mundo y el gasto promocional no se traduce directamente en mayor control del mercado. En materia de promoción al país le toca solo cargar con la publicidad de mantenimiento de imagen y la presencia en los eventos del comercio de los viajes.