Hoy termina la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo. Se confirma por nuevo año que se trata del acontecimiento cultural más importante del país y, con creces, el encuentro más cercano entre los libros, los intelectuales nacionales y extranjeros y la población dominicana.
Quienes han visitado el recinto ferial, desde el 4 de mayo hasta este domingo, han podido ver la gran cantidad de estudiantes de escuelas públicas, colegios privados y de universidades que acuden a la Feria Internacional del Libro a celebrar la fiesta de los libros y de la cultura.
Es cierto que en la Plaza de la Cultura se habilita un espacio grande para los expendedores de alimentos, y que también se habilita espacio para los productores artesanales locales y del exterior, y que eso reduce el espacio que debe tener el libro en una feria que está dedicada al libro, como expresión acabada y abarcadora del pensamiento moderno y antiguo, de la investigación y de la creación.
Sin embargo, esos espacios son necesarios. Es una forma de lograr la permanencia de las personas en la relación con los libros, con las conferencias, los debates, las presentaciones artísticas y muchas otras de las tantas actividades que se conciben para la Feria del Libro.
Hay algunas incongruencias. En el inicio de la Feria impidieron la entrada de personas con intención de expresar su reclamo de que haya más recursos para la educación, como las que iban vestidas de amarillo en reclamo del 4% del PIB para educación. También se impedía la entrada en el Museo de Arte Moderno a las personas que llevaban bolsas con libros o con cualquier otro material (obviamente adquirido en la Feria). Y no era posible entrar al Museo para presenciar lo que allí se exponía. Un contrasentido y un disparate de quienes lo concibieron de ese modo.
Ha habido críticas al hecho de que no se haya escogido un país, como ha sido la tradición, sino el Vaticano como invitado internacional. Nosotros valoramos la dedicatoria a José Luis Sáez y a Francisco José Arnáiz, dos jesuitas intelectuales, escritores, pensadores, historiadores, que han dedicado sus mejores años y su trabajo al crecimiento de las ideas en la República Dominicana.
Que son sacerdotes, sí, que son predicadores y que están adscritos a la congregación más sobresaliente de la Iglesia, la congregación ideada y creada por San Ignacio de Loyola, no les quita méritos. Son merecedores de nuestra admiración, respeto y cariño, por su gran trabajo, dedicación y entrega a la educación, a la cultura y al crecimiento del pueblo dominicano.
De modo que nos congratulamos y reiteramos nuestra convicción de que la FIL 2011 ratifica que es el más alto y merecido homenaje del país al libro, a sus creadores y a sus lectores. Y que las autoridades tomen notas de las más diversas críticas y propuestas que han surgido este año, a fin de enmendar errores y avanzar hacia una mejor y más completa Feria Internacional del Libro de Santo Domingo.