Es verdad que deben tomarse todas las previsiones de lugar para evitar que la República Dominicana sea sorprendida por un huracán, como ocurrió en 1998, cuando Georges afectó prácticamente a todo el territorio nacional, sin que se tomaran las previsiones para proteger vidas y propiedades.
Sin embargo, resulta extraño que desde el domingo se anunciara la llegada el lunes de la tormenta Irene, que se suspendiera la docencia en las escuelas públicas, en las universidades y que en la práctica haya habido un día de poquísimas actividades, incluyendo la suspensión de vuelos de muchas de las aerolíneas que operan en el país.
Lo que hubo durante el día fueron unas cuantas lloviznas. Durante toda la mañana hubo un sol esplendoroso, y las escuelas públicas y privadas quedaron cerradas, pese a que el año escolar resultará muy corto.
Es cierto que es mejor prevenir que lamentar. El gobierno cesó en muchas de sus actividades, incluyendo el acuartelamiento de los militares. Incluso, en un acto poco común, el doctor Leonel Fernández, presidente de la República, se reunió el domingo con el Centro de Operaciones de Emergencia (COE), revisó sus planes y ofreció algunas recomendaciones.
Da la impresión de que las autoridades tenían informaciones muy firmes de que Irene golpearía duramente a la República Dominicana. Sin embargo, en la medida que transcurrían las horas del lunes, fue posible darse cuenta que esas informaciones se iban quedando pálidas, fuera de realidad, y que Irene se alejaba de la República Dominicana, hasta tal punto que ya al mediodía se sabía que el huracán no tocaría con su centro a nuestro país.
Sobre este excesivo celo de las autoridades hay varias versiones, algunas con intención política y otras con potencial para reivindicar la certeza de que somos gobernados por líderes responsables, que se toman muy a pecho el trabajo de proteger las vidas y las propiedades dominicanas.
Una forma de disuadir el impacto de la encuesta Gallup, del diario Hoy, dicen algunos era poniendo más celos de la cuenta en Irene. Otros argumentan que el gobierno necesita recursos, y que una manera de acceder a ellos, por la cooperación internacional o flexibilizando los modos de acceso a las cuentas nacionales, es si se declara una situación de emergencia.
Es probable que no sea ninguna de esas versiones. Si es cierto que Irene se retrasó, que los modernos métodos de seguimiento de los huracanes funcionaron con ciertos retrasos y que no fueron tan eficientes sobre los direccionamientos posibles de Irene. Y, como siempre, el pueblo dominicano se toma a broma hasta sus peores problemas, y no faltó este lunes quien divulgara el chiste de que Irene, como ocurrió con Emely, observó que eran tan dura la situación del país que prefirió desviar su trayectoria.
Para todo hay en la viña del Señor. Incluso para reirse del paso de los huracanes por estas tierras del Caribe.