Los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana se han servido con mucha eficiencia del clientelismo político. Han realizado una inversión muy grande, en términos financieros y políticos, en aceitar su base de apoyo con políticas públicas que les renten en abundancia en los procesos electorales.
En ese sentido, los peledeístas han sido los más eficientes de la política dominicana en desarrollar adhesiones y vínculos con la base de la sociedad que le agradece los diferentes programas de sobrevivencia en la miseria: El bono gas, el bono luz, el programa solidaridad, comer es primero, Quisqueya Aprende Contigo, y por supuesto, los pagos de nóminas de los comité de bases, que se realizan a través de las nóminas temporales en las instituciones públicas.
Nadie le puede ganar al PLD en los procesos electorales, si mantiene por ejemplo, cerca del 25% del padrón electoral dentro de las lealtades conseguidas en estos programas sociales y en la nómina pública. Como se ha dicho, el gobierno dominicano genera el 20% de los empleos que se crean en el país, sin que ello implique más eficiencia en los servicios estatales.
Pero mucho cuidado. El clientelismo puede ser un arma de doble filo, que derrumba a la oposición y al mismo tiempo genera el derrumbe del poderoso Partido de la Liberación Dominicana, pues el modelo se agota, los recursos se acaban, se hace insostenible financieramente alimentar a millones de personas que no producen nada, como ya lo hemos visto en sistemas de solidaridad con muchos más recursos que la República Dominicana.
Quienes pagan los impuestos se van dando cuenta de que el sistema de onerosamente costoso y se hace insostenible. Y como los gobiernos han aumentado su eficacia en el cobro de los impuestos, son cada día más insaciables, y requieren de más dinero hasta el infinito. Sostener la maquinaria clientelar implica pagar sus costos, incluyendo un aparato inflado en la Junta Central Electoral, una estructura políticamente eficiente pero legal y moralmente inútil en un Tribunal Superior Electoral inclinado en una sola dirección.
Por eso los empresarios, actores de la sociedad civil, ciudadanos que han dedicado su vida a producir y a cumplir con las leyes, incluyendo el voluminoso Código Tributario, comienzan a resistir y a resentir de la voracidad estatal. El clientelismo puede subsistir por un tiempo, pero jamás podría hacerlo en forma permanente. Y al costo que ello implica. Leonel Fernández dijo una vez que no podía oponerse al clientelismo, y que prefería pagar que pegar. Los fondos públicos se agotan y la ineficiencia del Estado es muy ostensible.
La electricidad es un servicio caro, e ineficiente, y el gobierno paga más de mil millones de dólares en subsidios. Ese barril sin fondo del sector eléctrico es parte del clientelismo político. El Estado no quiere cortar por los efectos políticos que tiene cumplir la ley. Y el país paga un servicio ineficiente de energía.
La educación pública es ineficiente e insuficiente. Los pobres o muy pobres son los que envían sus hijos a las escuelas públicas. Y consume el 4% del PIB. Y florecen los colegios privados, laicos y de iglesias, y también el Estado los paga, porque hay fondos para ello, pero quienes pagan los impuestos tienen que enviar sus hijos tras una educación de más calidad que la ofrecida por el Estado.
El agua potable, un servicio vital en cualquier lugar del mundo, se ofrece con precariedad en la República Dominicana. Han prosperado las empresas privadas que venden agua de consumo humano. Los condominios en las ciudadanos tienen que suplirse de pozos perforados, que buscan el agua del subsuelo, porque el agua de las ciudades es precaria. Todas las pestilencias que se lanzan desde las excretas al subsuelo se recogen y las utilizamos en los aseos diarios o para cocinar. Y no hay una política del Estado para hacer frente a este gravísimo problema.
Y qué decir del tránsito, la seguridad ciudadana, la falta de recursos de la Policía Nacional, de los cuerpos de bomberos, la parcialidad de la justicia… Además de los impuestos, todo hay que pagarlo dos veces, porque el Estado clientelista es ineficiente, tiene manos sueltas para el clientelismo y no se da cuenta que el sistema se está agotando.