Con la reforma constitucional de 1994, y hubo cambios con la creación del Consejo Nacional de la Magistratura, se permitió la doble nacionalidad y el país se abrió al voto en el exterior, fue para salir de una crisis política marcada por el fraude electoral. Los acuerdos fueron cambiados a última hora, y las sospechas entre las partes eran más que justificadas.
Los políticos dominicanos han demostrado poca capacidad para ponerse de acuerdo. Las elecciones del 2000 las ganó el Partido Revolucionario Dominicano, con un gran margen frente a sus adversarios, pero sin llegar al porcentaje requerido del 50% más un voto, y fue el doctor Joaquín Balaguer quien bajó los ánimos a los peledeístas para que no apostaran a una segunda vuelta electoral y el país no tuviera nuevas tensiones de campaña electoral.
La siguiente reforma constitucional se produjo en el 2002, con serios cuestionamientos y muchas dudas, en una apuesta que le costó prestigio y un posterior descalabro moral al entonces presidente Hipólito Mejía. Pese a cambiar la Constitución para posibilitar una candidatura a la reelección, el partido de gobierno se dividió y tuvimos el descalabro por los fraudes bancarios, más el fraccionamiento del oficialismo, permitieron el retorno al gobierno del doctor Leonel Fernández.
Danilo Medina y Leonel habían llegado a acuerdos (nunca admitidos hasta ahora). Danilo abandonó la secretaría de la Presidencia y buscó la nominación presidencial del PLD para el 2008, pero Leonel lo aplastó e impuso su candidatura a la reelección, que obtuvo con cierta facilidad frente al candidato del PRD, Miguel Vargas Maldonado.
Desde entonces Leonel entendió que debía cambiar la Constitución de forma integral, y para quitar el nunca jamás que se había impuesto en la reforma del 2002. Para lograr su propósito Leonel y Miguel Vargas firmaron el Pacto de las Corbatas Azules, que posibilitó la reforma del 2010 y le abrió las puertas a Leonel Fernández y a Hipólito Mejía, para retomar sus aspiraciones presidenciales, que habían concluido con la reforma del 2002.
Acuerdos nunca hemos tenido en el ámbito político. Traspiés y triquiñuelas han sido la norma en los cambios constitucionales, con fines continuistas o para cerrarle el paso a alguien. Leonel quería seguir como presidente y candidato en el 2012, pero no le fue posible. Intentó con algunos de sus alfiles, incluyendo a su esposa, y tampoco pudo. Con su silencio, y una postura firme de sus seguidores, impedían la reelección de Leonel Fernández. Danilo finalmente obtuvo la candidatura, con el apoyo a regañadientes de Leonel Fernández, y alcanzó la presidencia de la República.
Aunque prometió que gobernaría los cuatro años para los que fue electo, Danilo Medina maniobró para imponer un cambio en la Constitución y abrir nuevamente la puerta de la reelección. Eso fue posible con el control del Comité Político del PLD, donde se votó a favor del cambio constitucional.
Leonel Fernández e Hipólito Mejía trabajan horas extras por la postulación de ambos por sus respectivos partidos. Danilo Medina es una incógnita, porque como Leonel en el 2011, no deja de gustarle una nueva postulación en el 2020.
Acuerdos políticos no los hay, ni siquiera si estos vinieran impuestos por la Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo. No hay ley de partidos políticos, pese a los años transcurridos, no hay Código Penal por las tensiones y conservadurismo de leonelistas y reformistas, no hay reforma de la Ley electoral desfasada que aún tenemos, y nos faltan soluciones fundamentales en tiempos de globalización para producir y exportar, para generar divisas, para reducir pobreza, para cambiar la matriz del sector eléctrico. Y los responsables son los políticos, porque no han tenido capacidad de pactar, como ocurre en muchos otros lugares.
Esa forma de discutir y debatir, como formidables oportunistas, es lo que nos impide resolver los grandes problemas nacionales. Hace falta más vocación y voluntad de servicios a los intereses nacionales.